Meditación para el Primer Sábado – Octubre 2017

Publicado el 10/06/2017

Meditación para el Primer Sábado

5º Misterio Glorioso

Coronación de Nuestra Señora Dios te salve, Reina y Madre, Madre de Misericordia

 


 

Introducción:

Iniciamos nuestra devoción del Primer Sábado contemplando el 5º Misterio de Gloria: “La Coronación de Nuestra Señora en el Cielo”. Meditando en la exaltación de María Santísima como Soberana de todo el universo creado, tengamos presente, de modo especial, que en este mes celebramos el centenario de la última aparición de Nuestra Señora de Fátima, donde se dieron grandiosos prodigios, conocidos como ‘el milagro del sol’.

 

Composición de Lugar:

Para nuestra composición de lugar imaginemos la Santísima Virgen en la gloria eterna, rodeada de ángeles y santos del Cielo, sentada en un trono magníficamente ornado de piedras preciosas, teniendo a su lado a Nuestro Señor Jesucristo, su divino Hijo, que ciñe la frente de su Madre con una corona resplandeciente. Al mismo tiempo, la multitud de ángeles y santos entonan himnos en alabanza a la Reina del Universo.

 

Oración Preparatoria:

Oh Madre Santísima de Fátima, alcanzadnos las gracias necesarias para poder meditar bien el misterio de Vuestra realeza, comprendiendo que ésta es bondadosa y llena de misericordia para con sus hijos, que eres una Soberana siempre inclinada a socorrernos en esta vida, conduciéndonos por el camino de la virtud y del bien que nos llevará, un día, a estar junto a Vos en el Cielo. Amén

 

Libro del Apocalipsis (12, 1): “Entonces apareció en el cielo una gran señal: Una Mujer vestida de sol, teniendo la luna bajo sus pies y sobre la cabeza una corona de doce estrellas”.

 

I – Realeza asociada a la Gloria del Hijo

El pueblo cristiano siempre veneró a la Bienaventurada Virgen María con el justo título de Reina, dada la íntima relación existente entre la Madre y el Hijo. Los fieles nunca dudaron reconocer en aquella que dio a luz al Rey de todas las criaturas una dignidad no apenas singular, sino verdaderamente regia, y, por eso mismo, con derecho de dominio sobre todos cuantos se vuelven súbditos del bendito Fruto de su Vientre, Jesús.

 

1- Madre de Cristo y Corredentora

En primer lugar, Reina debido a su maternidad divina, por la cual se le puede atribuir una grandeza casi infinita, en razón del bien sublime que es su Hijo. En segundo lugar Reina, por su participación especialísima en la redención del género humano: la Santísima Virgen trayendo al mundo el Salvador, se asocia a Jesús en su misión redentora y lo ofrece al Padre Eterno por nuestra salvación en el Calvario. En tercer lugar Reina por ser Madre de Cristo, heredero de David y Señor de Israel. Por fin, Reina por haber sido exaltada encima de todos los ángeles y santos, sobre el cielo y la tierra, volviéndose la medianera universal de los dones divinos para toda la creación.

 

2- Encima del trono de María, solo el de Jesús

Esta es la razón del misterio que meditamos hoy: María es Reina porque fue asociada de modo único a su Hijo, tanto en el camino terreno como en la gloria del Cielo.

 

Se comprende que la bienaventuranza de la Virgen María no tenga paragón. La gloria está proporcionada al mérito de la santidad y a la gracia; Nuestra Señora en mérito a la gracia alcanzó el máximo insuperable por cualquier mera criatura. Ella es Corredentora indisolublemente unida al Redentor, es compañera inseparable de los dolores de Jesús, es la Inmaculada, la llena de gracia, la Madre de Dios.

 

Todos los títulos la elevan inconmensurablemente encima de todos los ángeles y santos, y la colocan en el reino del cielo en un trono tan alto que ningún ángel ni santo puede alcanzar. Encima del trono de María, sólo el trono de Jesús.

 

II- Reina y Madre de Misericordia

Nos preguntamos ahora: ¿Qué quiere decir María Reina? ¿Es sólo un título unido a otros títulos, a la corona o a un ornamento? ¿Qué es esta realeza?

 

1- Realeza para servir, ayudar y amar

Según nos responde el Papa Benedicto XVI, Nuestra Señora participa de la responsabilidad de Dios por el mundo y en el amor de Dios por los hombres. Existe una idea común que asocia el rey o la reina a una persona con poder y riquezas. Pero este no es el tipo de la realeza de Jesús y de María. La realeza de Cristo es hecha de humildad, servicio y amor. Es sobretodo servir, ayudar y amar. Es un rey que sirve a sus servidores, como Él lo demostró durante toda su vida. Y lo mismo vale para María, es Reina al servicio de Dios y de la humanidad, es reina del amor que vive el don de sí a Dios para entrar en el designio de la salvación del hombre. Ella nos auxilia. Precisamente es reina amándonos, ayudándonos en todas nuestras necesidades.

 

2- Reina que vela continuamente por nosotros

María ejerce su realeza velando sobre nosotros, sus hijos; los hijos que se dirigen a Ella por la oración, para agradecer o para pedir su tutela maternal y su ayuda celestial, tal vez después de haber extraviado el camino, oprimidos por el dolor o la angustia, por las vicisitudes tristes y difíciles de la vida.

En la serenidad o en la obscuridad de la existencia, dirijámonos a María, confiando en su continua intercesión, para que nos pueda alcanzar de su Hijo todas las gracias y misericordia necesarias para nuestro peregrinar a lo largo de las sendas de este mundo.

 

3- Reina y Madre de Misericordia

Nos asegura San Alfonso María de Ligorio que Nuestra Señora no sólo es Reina sino Reina de Misericordia, y por esta misericordia es totalmente dulce, clemente e inclinada a hacernos el bien, a nosotros, tan miserables: “Reina y Madre, Madre de Misericordia”. Considerando que el Reino de Dios consiste en justicia y en misericordia, quiso el propio Dios dividirlo. El reinado de justicia lo reservó para sí, y el reinado de la misericordia lo cedió a María, ordenando que todas las misericordias que se concediesen a los hombres, pasasen por las manos de María y se distribuyesen a su arbitrio, de suerte que el oficio de la Virgen en el cielo es compadecerse de los miserables y aliviarlos.

 

Por lo tanto, la realeza de María es un titulo de confianza, alegría y amor. Sabemos que Aquella que tiene en sus manos en parte el destino del mundo, es buena, nos ama y nos ayuda en nuestras dificultades. No hay peligro que nuestra Reina María se recuse a ayudar a sus hijos; mas, si en algún momento ella recusase a alcanzarnos de Dios el perdón del castigo -bien merecido lo tendríamos- también podríamos decirle: Ten en cuenta, Señora, que Dios os elevó a ser Reina del mundo no sólo para vuestro bien, sino que al ser elevada tan alto, puedas tener más compasión de los miserables y socorrer a todos los que recurren a Vos.

 

4- Nuestros deberes para con María, nuestra Reina

Para con esta Reina y Madre de Misericordia, tenemos también nuestras obligación y deberes de hijos y de súbditos. Antes de todo, amándola y sirviéndola con entera disponibilidad de alma, teniendo para con Ella una gran y creciente devoción. En nuestra oración no cesamos de dirigirnos con confianza pues María no dejará de interceder por nosotros junto a su divino Hijo.

 

Aprendamos a imitar esta Madre y Reina tan clemente, tomándola como modelo perfecto de santidad y de amor de Dios. Respetemos a esta augusta Soberana y tengamos el gusto de obedecerle.

 

En este mundo, la soberanía de María se manifiesta sobretodo por una bondad y benevolencia maternales. Los justos, por Ella, perseveran en el bien y en el fervor; para los pecadores obtiene el arrepentimiento y la conversión. Todos pueden decir, con San Buenaventura: “¡Esta es la Soberana que me salvó!”

 

Sigamos también el precioso consejo de San Luis María Grignion de Montfort, que recomienda consagrar, según nuestro estado, la voluntad al servicio de María, en todas nuestras acciones de cada día. ¡Cuántas ventajas espirituales nos dará está piadosa devoción! La Santísima Virgen ama a sus esclavos de amor; los ama con una ternura activa, afectiva, mucho más intensa que la de todas las madres juntas. Y San Alfonso es más osado al afirmar: “Si reuniésemos el amor de todas las madres a sus hijos, de todos los esposos a sus esposas, de todos los Ángeles y santos a sus devotos, todo ese amor no igualaría al amor que María tiene a una sola alma.”

 

Renovemos, pues diariamente, nuestra disposición de ofrecernos totalmente a Nuestra Señora, con amor y devoción, seguros que nuestra Reina de Clemencia nos será siempre benevolente y dadivosa.

 

III- Reino de Cristo, Reino de María

San Luis María Grignion de Montfort afirma en su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen que “Cuando el Reino de Jesucristo tome cuenta del mundo, será como consecuencia necesaria del Reino de María”.

 

1- Triunfo del Inmaculado Corazón de María

Este gran apóstol de María –doscientos años antes de las apariciones de Fátima—previó que, al ser conocida y puesta en práctica la devoción a Nuestra Señora enseñada por él, el reino de la Madre de Dios estaría implantado en la Tierra. En otros términos, preveía el triunfo del Inmaculado Corazón de María prometido por la Virgen en Fátima el día 13 de julio cuando anunció: “Por fin mi Inmaculado Corazón Triunfará”.

 

Y con santa ansiedad exclama: “¿Ah!, cuando vendrá este tiempo feliz en que María será establecida Señora y Soberana de los corazones, para someterlos plenamente al imperio de su gran y único Jesús? ¿Cuándo llegará el día en que las almas respirarán María, como el cuerpo respira el aire?

 

“Entonces cosas maravillosas sucederán en este mundo, donde el Espíritu Santo, encontrando su querida Esposa como que reproducida en las almas, a ellas bajará abundantemente, llenándolas de sus dones, particularmente del don de Sabiduría, a fin de operar maravillas de gracia”.

 

“¿Cuando llegará ese tiempo feliz, ese siglo de María, en que innúmeras almas escogidas, perdiéndose en el abismo de su interior, se volverán copias vivas de María, para amar y glorificar a Jesucristo? ¡Ese tiempo sólo llegará cuando se conozca y se practique la devoción que yo enseño!”

 

Es para nosotros, por lo tanto, un gran deber de devoción a María, consagrar a Ella todo nuestro ser, nuestra alma y nuestro cuerpo, nuestra vida, nuestras obras, pasadas, presentes y futuras, para que la Reina de Misericordia disponga de todo como mejor le plazca, para mayor gloria de Dios y para el bien de nuestra salvación.

 

CONCLUSIÓN

Hace siglos la Santísima Virgen es invocada como Reina de la Creación. Ella, como nuestra Madre al lado de su Hijo Jesús en la Gloria del Cielo, está siempre con nosotros, en el curso cotidiano de nuestra vida. Refugiémonos pues, siempre a los pies de nuestra dulcísima Reina si queremos salvarnos con seguridad. Si nos espanta y desanima la vista de nuestros pecados, recordemos que María fue hecha Reina de misericordia a fin de salvar con su protección a los más perdidos y pecadores que a Ella se recomienden. Estos han de ser su corona en el cielo, corona bien digna y propia de la Reina toda hecha de bondad y clemencia.

 

Oh Señora gloriosa de Fátima, rogad a vuestro divino Hijo por todos y cada uno de nosotros y decid a Él que en Vos depositamos toda nuestra esperanza. En Vos confiamos, posad sobre nosotros vuestra mirada de suma bondad.

Dios te salve Reina y Madre, Madre de misericordia…

 


 

Basado en: Bento XVI, Audiência geral, 22 de agosto de 2012. Disponível em www.vaticano.va

Monsenhor João S. Clá Dias, Pequeno Ofício da Imaculada Conceição Comentado, 2ª. Edição, São Paulo, ACNSF, 2011. / Fátima, o meu Imaculado Coração triunfará, Copypress, São Paulo, 2007.

São Luís Maria Grignion de Montfort, Tratado da Verdadeira Devoção à Santíssima Virgem, Vozes, Petrópolis.

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Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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