MEDITACIÓN PARA EL PRIMER SÁBADO – Septiembre 2017

Publicado el 08/31/2017

MEDITACIÓN PARA EL PRIMER SÁBADO

4º Misterio Doloroso

Nuestro Señor con la Cruz a cuestas

¡Salve oh Cruz, esperanza y victoria nuestra!

 


 

Cumpliendo con nuestra devoción del Primer Sábado meditaremos en el día de hoy el 4º Misterio Doloroso: Nuestro Señor con la Cruz a cuestas, camino del Calvario.

 

Antes de Jesucristo, la cruz era un instrumento de muerte, de sufrimiento y derrota. Sin embargo, cuando el Redentor la abrazó y en ella fue supliciado y muerto, la Cruz pasó a ser un signo del infinito Amor de Dios por nosotros y un símbolo del triunfo y de la gloria para los cristianos. Jesús, al sacrificarse en el madero por la humanidad, destruyó la muerte y nos dio la vida eterna.

 

Composición de lugar:

 

Cada uno imagine que se encuentra en lo alto de un monte bonito, delante de una linda Cruz allí levantada, bañada por los rayos de un sol resplandeciente. En actitud de contemplación, admirando ese escenario majestuoso, elevo a Dios una oración de profunda gratitud por haberme redimido en la Cruz y por haberla transformado en símbolo de nuestra victoria sobre la muerte y el pecado.

 

Oración preparatoria:

 

Oh Virgen Santísima de Fátima, nuestra Madre y Corredentora, que estabais de pie junto a la Cruz del Divino Salvador, alcanzadnos las gracias necesarias para realizar bien esta meditación y de ella recoger todos los frutos para nuestra santificación, comprendiendo el precioso valor de la Cruz, instrumento de sacrificio de Jesús, símbolo de gloria y de vida eterna, para todos nosotros. Amén.

Evangelio de San Juan (3, 13-17)

 

I- Señal del infinito amor de Dios por los hombres

 

En esta meditación somos invitados a contemplar la Cruz de Nuestro Señor como el lugar privilegiado en el cual se revela y manifiesta el infinito amor a Dios.

 

1- Amor que ultrapasa cualquier entendimiento

 

La Cruz, afirma el Papa Benedicto XVI, está plantada en la tierra y parecería sumergir sus raíces en la malicia del hombre, mas, se proyecta hacia lo alto, como un indicador que apunta para el cielo, para la bondad de Dios. Por intermedio de la Cruz de Cristo, el maligno es derrotado, es vencida la muerte, nos es transmitida la vida, restituida la esperanza y comunicada la luz.

 

“Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, del mismo modo es preciso que el Hijo del Hombre sea levantado. Así, todo aquel que en él acreditar, tendrá la vida eterna!’’ dice Jesús. Por lo tanto, ¿Qué vemos cuando dirigimos nuestra mirada para la Cruz, donde Jesús fue clavado? Contemplamos la señal de amor sin límites de Dios por la humanidad.

 

Sí, Dios amó de tal forma el mundo, que le dio s su Hijo único. Admiremos extasiados y agradecidos la amplitud, la largura, la altura y la profundidad del amor de Cristo por nosotros y en particular, por mí; un amor que ultrapasa cualquier entendimiento.

 

¿He sido capaz de contemplar y de corresponder a ese amor?

 

2 – Fuente de vida, de perdón y confianza

 

Como afirma Sao Paulo, el Hijo de Dios se hizo vulnerable, asumiendo la condición de siervo y obedeciendo al Padre Eterno hasta la muerte de cruz (cf. Fil 2,8). La Cruz, que fue un instrumento de suplicio el Viernes Santo y una manifestación de la justicia de Dios sobre el mundo, se volvió fuente de vida, de perdón y misericordia, señal de reconciliación y de paz. “¡Para ser curados del pecado, miramos para Cristo crucificado!” decía San Agustín. Levantando los ojos para el Crucificado, adoramos a Aquel que vino para asumir sobre sí el pecado del mundo y darnos la vida eterna.

 

Y la Iglesia nos invita a erguir con osadía esta Cruz gloriosa, a fin que el mundo pueda ver hasta donde llegó el amor del Crucificado por todos los hombres. La misma Iglesia nos invita a dar gracias a Dios, porque es sobre el madero que Jesús nos revela su soberana majestad, nos revela que Él es exaltado en la gloria. Sí, “¡Venid, adorémoslo!”. En medio de nosotros se encuentra Aquel que nos amó hasta el punto de dar su vida por nosotros, Aquel que invita a todo ser humano a aproximarse a Él con confianza.

 

3-Síntesis de nuestra fe

 

La Cruz, es también de alguna forma la síntesis de nuestra fe, porque nos dice cuánto Dios nos amó, afirma que en el mundo hay un solo amor más fuerte que la muerte, que nuestras flaquezas y nuestros pecados. La fuerza de ese amor es mayor que el mal que nos amenaza. Todos aquellos que sufren en el corazón o en el cuerpo, al levantar los ojos para la Cruz de Jesús, encuentran en ella la fuente de la vida y de la salvación.

 

En la Cruz aparece el rostro de un Dios que nos ama incondicionalmente. ¿Sabré entender que mi dignidad de hijo de Dios, ofuscada por el pecado, me fue restituida por el Crucificado del Gólgota?

 

Siempre debo volver mi mirada para Cristo y tener la certeza que Él me libertó en la Cruz, tomando para Sí el peso de todos los sufrimientos e injusticias, todas las humillaciones y torturas de nuestra humanidad.

 

II-Camino de Salvación

 

No obstante nuestra salvación se haya consumada en la Resurrección, el inicio del camino está en la aceptación de la Cruz.

 

Todo lo que Jesús hace para rescatarnos tiene su ápice en el ofrecimiento que Él hizo de Sí mismo en la Cruz, como víctima por nuestros pecados.

 

1- El antídoto para el veneno de la “antigua serpiente”

 

Dios Padre, con el intuito de salvarnos promovió la venida del Hijo, segunda Persona de la Santísima Trinidad, al mundo. En el inicio de su historia terrena, la familia humana recibió una picada mortal de la “antigua serpiente”(cf. Ap 12:9), que inyectó el veneno del pecado original en el alma de nuestros primeros padres. Desde ese momento, la trayectoria del hombre en la Tierra fue oprimida por el pecado y por la inclinación para practicar el mal.

 

Con la venida de Cristo, por el contrario, al ser levantado en el Gólgota, el Redentor clavado en la Cruz, se vuelve el antídoto para el veneno del pecado y es la cura para todos los que se vuelven a Él, y lo adoran en su instrumento de dolor. Tal es el poder de la Cruz de Jesús, que derrotó para siempre al demonio, la muerte y el mal. Esta es la sentencia misericordiosa de la Cruz: “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que el mundo fuese salvado por Él”.

 

2- Quien se humilla será exaltado

 

La Cruz es por lo tanto, el camino por el cual llegamos a la salvación. La muerte de Cristo en el madero confiere un sentido a la historia del hombre sobre la Tierra y le abre la perspectiva de la eterna bienaventuranza. Con todo, tengamos bien presente que el medio para llegar a la gloria celestial es la humillación y el sufrimiento, a ejemplo de Jesús. Reiteradas veces, con diferentes entonaciones, los evangelistas registran este enseñamiento fundamental del Divino Maestro: “Quien se humilla será exaltado; humillaos delante del Señor y Él os exaltará”.

 

Del punto de vista humano, Cristo sacrificado en la Cruz es la figura de la humillación más profunda posible. A los ojos de Dios, Jesús recibe su mayor exaltación en la crucifixión y obtuvo su mayor triunfo. Lo que a los hombres podría parecer un fracaso, a los ojos del Señor es la victoria del sacrificio de la redención. Cuanto a mí, debo preguntarme: ¿habré seguido los pasos de Nuestro Señor y sufrido con Él las humillaciones y sacrificios que Dios dispone en mi vida, con los ojos de mi fe puestos en la salvación eterna?

 

III- Cargar la propia Cruz con amor y veneración

 

Sí, es a través de la Cruz que Cristo es exaltado. Y la fiesta litúrgica nos enseña exactamente que Nuestro Señor, por medio de la Cruz, eleva consigo la humanidad entera y toda la creación.

 

1- Por la Cruz, se llega a la luz

 

Otrora, en la vida de cualquiera, la Cruz era considerada como el peor de los desastres, un símbolo de ignominia que servía para la ejecución de tantos criminales. Hoy, la Cruz es exaltada por la Iglesia, porque Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo mostrando cuanto ella le es propia. Es “la señal del Hijo del Hombre” (Mt 24,30) ¡Nuestro Señor la transformó en señal de triunfo! Por esto la Cruz triunfa en lo alto de las catedrales, en la punta de las coronas y en el centro de las más importantes medallas. La Cruz es la vía de la gloria. Con cuánta razón se dice: “Per crucem ad lucem – por la Cruz, llegamos a la luz”.

 

2- Nuestra única esperanza

 

Este es el principio que la meditación de hoy ofrece para nuestro beneficio espiritual: si queremos alcanzar la santidad, nada es tan central cuanto abrazar la Cruz tal como Cristo nos enseñó a hacerlo. El momento decisivo de nuestra perseverancia no es aquel en que la gracia sensible nos toca y damos pasos vigorosos en la virtud, mas sí, en la hora de la prueba, cuando las tentaciones nos asalten y experimentamos nuestra debilidad. No fue sin motivo que el Divino Maestro, al enseñarnos el Padre Nuestro dice: “libradnos del mal”, pero no emplea el mismo verbo en el pedido referente a las tentaciones: “no nos dejes caer en la tentación”. Ser tentado es algo inevitable y necesario después del pecado original. En esa hora, debemos resistir abrazados a la Cruz, convencidos que en ella se encuentra nuestra única esperanza. Y nunca nos desanimemos con nuestra caídas, pues Jesús también nos enseñó a levantarnos siempre, con nuevo ánimo y con redoblada confianza en su misericordia y en el amparo de la Virgen Santísima, su y nuestra Madre.

 

Glorifiquemos transbordantes de júbilo el signo de nuestra salvación y garantía de la futura resurrección y sepamos cargar siempre la propia cruz, con amor y veneración, tal como lo hizo nuestro Salvador antes de comenzar la Vía Sacra.

 

3- La intercesión de la Virgen de los Dolores

 

Nunca nos olvidemos de recurrir continuamente a la protección de María, Aquella que infaliblemente nos auxilia en nuestra peregrinación de este mundo al Cielo y nos alcanza las fuerzas para soportarnos nuestras cruces y sufrimientos.

 

Recordemos que en el Jardín del Edén, a los pies del árbol estaba una mujer, Eva. Seducida por el enemigo, ella pensó apoderarse de aquello que juzgaba ser la vida divina, pero, al contrario, era un germen de muerte que se insinuó en ella y en toda su descendencia.

 

En el Calvario, a los pies del madero de la Cruz, estaba otra mujer, María. Dócil al proyecto de Dios. Ella participó íntimamente en la oferta que el Hijo hizo de Sí al Padre por la vida del mundo y, al ser confiada al Apóstol Juan por Jesús, se vuelve Madre de todos los hombres. Ella es la Virgen de los Dolores, nuestra Corredentora, en quien debemos confiar siempre, para vivirnos continuamente a la luz de la Cruz de Cristo.

 

Conclusión

 

Desde la Crucifixión de Jesús en el Calvario, generaciones tras generaciones pasan, pero la Cruz del Redentor permanece como señal de triunfo, de misericordia y de perdón. Por la Cruz, Dios manifiesta continuamente al mundo su infinito amor a los hombres, un amor que ningún mal será capaz de vencer. El mundo y la humanidad serán salvados a través de la Cruz. La mayor palabra que Dios reveló a la humanidad, a través de su Unigénito, es la palabra de la Cruz. Ella es la señal que la fe vino a esta tierra y en ella persistirá hasta el fin de los tiempos.

 

Pidamos a la Virgen Santísima de Fátima que grabe en nuestros corazones, de modo indeleble, estas verdades sobre la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo y por ella, al término de nuestra pasada por este mundo, nos haga llegar a la luz de la bienaventuranza eterna. Dios te Salve, Reina y Madre…  

 

Referencia bibliográfica: Basado en:

Bento XVI, Homilia em 14 de setembro de 2008. Disponível em www.vaticano.va

São João Paulo II, Homilia em 14 de setembro de 2003, 14 de setembro 1988, 14 de setembro 1986. Disponível em www.vaticano.va

Monsenhor João S. Clá Dias, O Inédito sobre os Evangelhos, Libreria Editrice Vaticana/Instituto Lumen Sapientiae, Città del Vaticano/São Paulo, 2013, vol. VII, pp. 203 e ss.

Deje sus comentarios

Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

version mobile ->