El movimiento de las aguas del mar, ora tempestuoso, ora tranquilo, deja trasparecer una serie de gamas de belleza, todas ellas atrayentes. Del mismo modo, la arquitectura religiosa parece simbolizar los diversos aspectos del alma humana al alabar a su Creador.
Viendo el mar –¡objeto perpetuo de mi arrobamiento, de mi encanto, de mi entusiasmo! – yo sería capaz de pasar una tarde entera mirándolo, quieto, enteramente entretenido, contemplándolo…
Belleza del mar y el pulchrum de sus movimientos
En el mar me llamaba mucho la atención lo siguiente: en mi óptica, – comprendo que otro sienta de un modo diferente, depende de cada uno – presentaba para mí dos puntos extremos, con todas las gamas intermediarias. Al contemplarlo, me era agradable ver tantas formas de belleza que Dios sacaba haciendo pasar al mar de un estado a otro a través de las gamas intermediarias. O, de repente, interrumpir la secuencia en cualquier gama intermediaria, dar un giro y pasar a otro lado. Es decir, lo ordenado, bonito, cuando avanzan aquellas grandes olas, en ofensiva hacia la tierra, pero son olas que no son descabelladas haciendo tumulto – lo descabellado no me agrada – sino que son grandes olas en orden, un ataque en regla de una caballería noble. Es la marea creciente de ciertos días, que va cubriendo la playa. Es una cosa bonita. Es como una batalla en filas. Es hasta bonita la variedad, porque a veces las olas no llegan a romperse, casi se rompen, forman así aquellas eminencias y van adelante.
Otras no, por el contrario: rompen y hay un júbilo de gotas por el aire que después caen y siguen en su ofensiva, parando un poco antes de llegar a tierra para dar pequeños saltos por el aire, antes de entrañarse en las profundidades de las arenas; y hasta que aquello se vuelva agua de nuevo es un proceso enorme.
Ellas entonces bailan un poco por el aire, jubilosamente; son guerreros que antes de dar el ataque definitivo bailan la danza de la victoria. Una cosa bonita, que me agrada ver.
Mas también agrada ver cuando el mar está enteramente tranquilo, casi inmóvil. Diríamos que está de tal manera absorto en la contemplación del cielo que ni piensa en sí mismo. Yo digo el cielo, no el Cielo celeste, sino la bóveda celeste que se ve con los ojos.
De repente, de un lugar cualquiera, observamos que la sorpresa viene, algo comienza a moverse. Es una oleada, es un caos acuático, es un asalto contra la tierra, sin embargo, los varios elementos del mar no vienen en batalla campal, mas parecen empujarse unos a los otros para tomar la delantera y conquistar la tierra más rápido. Es la belleza de la variedad, de lo inesperado, de casi un susto, de lo imprevisto, que tiene a mi ver, su encanto propio. Y la sucesión de las cosas torna el mar entretenidísimo.
Esos varios modos de ser del pulchrum… Ese es más un pulchrum del movimiento que del mar. Es decir, si el mar fuese feo, su movimiento no sería bonito. La danza es bella cuando lo que danza es bello. Un ejército que avanza es muy bonito cuando está compuesto de hombres fuertes, robustos; por el contrario, un ejército de cojos que se arrastra en cierto orden no vale dos caracoles. Del mismo modo, el mar es bello, pero el movimiento está a su altura.
Después, los misterios que él contiene; es otro mundo que se mueve en sus entrañas, que el oculta, no se ve un pulpo, es raro un pez, es raro ver cualquier cosa, hay un mundo que vive ahí dentro, un misterio. No se si sienten como yo. ¡Yo tengo, así, entusiasmo por el mar!
Bríos de alma expresados en la arquitectura
Ahora, la arquitectura, y la arquitectura religiosa, delante de los movimientos del alma humana, tan parecidos con los del mar, parecen asemejarse. Hay hombres cuyo pensamiento avanza como en una batalla campal, cuya oratoria, cuya argumentación, cuya dialéctica aprieta, estalla. Pero hay hombres que no son del género del famoso general de Luis XIV, Turenne, mas son como el Gran Condé¹: ¡saltos de victoria en medio de rayos de luz, aventura! Captan una cosa y liquidan una situación. Hay tipos de inteligencia así, espíritus así, hay formas de belleza así.
Por ejemplo, Nuestra Señora. ¡Ella es irreprensible, ordenada, perfecta, lindísima! Todo lógico, pero de una lógica con poesía; son las lógicas no del filosofastro, mas las lógicas de la madre de familia, del padre, de la vida, es esa lógica verdadera. Es eso lo que a veces la arquitectura presenta.
A veces la arquitectura burbujea y presenta cosas medio inesperadas. Y es el propio movimiento del alma religiosa, en sus entusiasmos, en sus éxtasis, en sus impulsos, en su generosidad, en los lances a la Santa Teresa de Jesús, por ejemplo, enormes, que dejan el alma desconcertada delante de la grandeza de aquello.
Y eso se expresa más en la arquitectura religiosa de la Iglesia griega, del tiempo en que estaba unida a la Iglesia Católica. De ahí viene el juego de las varias cúpulas que burbujean, como el mar se mueve, y que se notan en la Basílica de San Antonio en la ciudad de Padua.
Yo quería, entonces, mostrar un poco la descripción de aquello que en Padua me agradó…
Continúa en el próximo número.
(Extraído de conferencia de 25/11/1988)
¹Luis II de Borbón, 4° Príncipe de Condé (*1621 – +1686).
Revista Dr. Plinio en español Vol. I, No. 7, Págs. 33-35, PRODENAL 2018