Contra Vos, Señor, conspiraron vuestros enemigos. Amotinaron sin mucho esfuerzo al ingrato populacho, que ahora hierve de odio contra Vos. Odio: eso es lo que os rodea por todas partes, os envuelve como densa nube, arremete contra Vos como oscuro y frío vendaval. Un odio gratuito, un odio furioso, un odio implacable, que no se sacia con humillaros, con saturaros de oprobios, con llenaros de amargura; tanto os odian vuestros enemigos que ya no toleran vuestra presencia entre los vivos y desean vuestra muerte. Quieren que desaparezcáis para siempre, que enmudezca el lenguaje de vuestros ejemplos y la sabiduría de vuestras enseñanzas. Os quieren muerto, aniquilado, destruido. Sólo así habrán aplacado el torbellino de odio que se levanta en sus corazones.
No queremos pactar, ni retroceder “Christianus alter Christus”, el cristiano es otro Cristo. Si somos realmente cristianos, o sea, auténticamente católicos, seremos otros Cristos. E, inevitablemente, el torbellino de odio que contra Vos se levantó, también soplará furiosamente contra nosotros.
Señor, dadnos fuerzas: no queremos pactar, ni retroceder, ni transigir, ni enflaquecer, ni permitir que en nuestros labios desluzca la divina integridad de vuestra doctrina. Y si un diluvio de impopularidad se desata contra nosotros, que siempre sea nuestra oración la de la Sagrada Escritura: “Prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados”
(Sal 83, 11). Plinio Corrêa de Oliveira. Vía Crucis I – Estación. In: “Legionário”, 18/4/1943