Mientras más liberal sea una norma, ¿tanto más moderna será también? Educadores y psicólogos franceses debaten el tema del ejercicio de la autoridad en la familia y en la escuela.
Desde Francia –mode lo perenne para nues tra cultura occiden tal– llega una noticia innovadora.
El certificado de término del año escolar podría incluir una nota por la conducta del alumno. Se trata de la in novación del reciente proyecto de ley que se discute en dicho país, de cara al año educativo 2006. Para observadores autorizados, equivale a una verdadera reforma de la enseñanza.
Según fuentes del Ministerio de Educación, la nota será aplicada to mando en cuenta tres criterios: fre cuencia del alumno a clases, su partici pación en la vida escolar y su decisión de acatar el reglamento interno del co legio. Además, la nota deberá ser pon derada al conceder el diploma legal a los alumnos.
Vincent Roger, consejero del Mi nisterio, señala que “justo cuando la institución escolar se ve amenazada en todas partes por la violencia y otros per cances, esta medida revela mucho senti do común”.
Pero no es algo inesperado; ya el año pasado, los especialistas concluye ron que las escuelas deberían asumir mejor su propia misión educativa pro porcionando reglas de conducta, ade más de una enseñanza básica.
Claude Thélot, miembro de una comisión de enseñanza formada pa ra analizar esta reforma, enfatiza: “Si simplemente se hubiera propuesto edu car mejor los comportamientos, todo el mundo habría concordado pero nada habría cambiado”.
Alumnos contra la indisciplina
En Latinoamérica ocurre un fenómeno parecido y que nace de los alumnos mismos. Una reciente encuesta que publicó un matutino brasileño re vela una interesante tendencia de la educación en este sentido (1).
La mayor parte de los alumnos de la red educacional de São Paulo (61%) culpa a la indisciplina, entre otros, co mo factor de no-aprendizaje. Una es tudiante de 16 años de la red estatal reclama porque la dirección de su es cuela “no castiga a los revoltosos”.
Ciertamente que una conducta más reglamentada, como la que se propone en Francia, merece ser bienvenida.
No podemos dejar de felicitar e in centivar tal proyecto educativo.
Autoridad paterna y castigo
Esto nos lleva a un asunto más amplio pero también muy actual: ¿el castigo juega un papel?
En Francia vuelve a debatirse la cuestión. Y la tanto tiempo criticada posibilidad de fortalecer el principio de autoridad, se la considera hoy una solución admisible. Y no sólo en el exclusivo ámbito escolar.
Los niños, los adolescentes, siempre son los mismos. No falta el momento en que los padres se ven enfrentados a si tuaciones de la vida cotidiana, a veces excepcionales, donde la necesidad de cohibir sus impulsos se vuelve imperiosa.
Ampliamente influidos por la actual oposición al castigo, los padres muchas veces vacilan antes de tomar una acti tud que pueda alterar las expansiones de sus hijos. Cuando lo hacen, llegan a sentir incluso un complejo de culpa.
Según el diario católico “La Croix”, el principio de autoridad y el castigo, ampliamente impugnados en las últi mas décadas, vuelven a ocupar su si tio bajo el sol en el actual debate inte lectual. La socióloga Judith Lazar, por ejemplo, constata que “no se logró sus tituir la autoridad por alguna otra cosa válida”.
En su reciente obra Punir, pour quoi fare?, en que pretende “luchar contra el espíritu de la época”, la men cionada especialista establece una re lación entre la impunidad y la violen cia juvenil. También enfatiza que “el castigo posee un valor educacional; lla ma a la responsabilidad y produce una noción moral que no pasa desapercibi da a los niños”.
El médico psiquiatra Alain Braconnier estima que, después de años de oposición —lo que puede haber tenido sus ventajas, según él mismo— hoy se verifica una “vuelta de péndulo” a favor de una “autoridad necesaria” y bien entendida, que puede llegar a incluir la práctica del castigo. Y añade que esa propensión se nota sobre todo en los padres más jóvenes, “un tanto menos desorientados que sus antecesores mayores”.
Otro especialista en psicología, Didier Pleux, es más categórico al afirmar: “No hay autoridad de los padres sin castigo”.
Obviamente que a esta altura el debate deriva hacia un problema concreto cuya solución no es tan fácil. ¿Qué tipo de castigo se ha de aplicar? ¿Físico, psicológico o ambos?
La prevención suprime la necesidad del castigo
Queda a la entera responsabilidad de los padres o coordinadores educacionales el saber optar, según la buena tradición católica, por el castigo sólo como recurso de “última instancia”, una vez fracasada la vía persuasiva. Sobre todo, no olvidar la enseñanza de san Juan Bosco, el gran apóstol de la juventud: es mejor prevenir que curar.
Cualquiera que sea la alternativa adoptada, los especialistas en esta materia son unánimes al afirmar la importancia de la amonestación acertada y conveniente, para darle al niño y al adolescente las nociones del perjuicio a que se expone al transgredir las buenas normas. La sanción debe tener siempre un motivo y demostrar sus razones. Las simples palabras tal vez no basten, pero son siempre necesarias.
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Durante un tiempo demasiado largo nos dejamos arrullar por la utopía del “prohibido prohibir” (¿recuerdan La Sorbonne en mayo de 1968?). Pues bien, hoy cosechamos los frutos de aquel árbol. Si las normas de conducta y hasta los castigos vuelven a estar a la orden del día, a cada cual le cabe saber usarlos en la justa medida.