Porqué un Ángel remueve la lápida del Sepulcro?

Publicado el 04/19/2017

Según San Dionisio Areopagita, quien tratan sobre la jerarquía de los ángeles, de los nueve coros angélicos existentes, el menos elevado es el de los simples ángeles. La palabra “ángel” significa “mensajero” y ellos son los mensajeros. Un ángel de una categoría más elevada es un Arcángel. Los otros tienen categorías más altas: Principados, Virtudes, Potestades, Dominaciones, Tronos, Querubines y Serafines.

 

Y San Dionisio Areopagita decía que, aunque la categoría de los Ángeles sea la menos elevada, ella completa la jerarquía angélica. De tal manera que ésta quedaría enclenque como un vaso del cual se cortase la base, si no existiese el coro de los Ángeles. Es decir, la categoría menos alta es tan preciosa que constituye un elemento sin el cual todo ese orden más elevado quedaría desajustado. Es, pues, un papel importantísimo.

 

¿Por qué Dios habría enviado un simple ángel y no un serafín para realizar una misión como esa? Probablemente porque remover una piedra no es una tarea para un príncipe. Y podemos imaginar a esos ángeles menos elevados haciendo una súplica humilde y razonable ante Dios para que les fuese dado – y no a una categoría angélica más elevada – la honra de mover la piedra del Santo Sepulcro:

 

“Señor, Vos que mandáis a realizar misiones que dicen respecto más directamente a la materia, ahora que se trata de obrar la más noble remoción de la materia, ¡¿nos quitáis esta ocasión única?! ¿No está ella en la naturaleza de nuestro oficio?”

 

A cualquier persona le parecería un argumento difícil de responder…

 

Dos formas de imaginar la Resurrección

 

Considerando la Resurrección en sí misma, podríamos imaginarla de dos formas: En determinado momento, Nuestro Señor comenzaría a dar señales de vida. Su cuerpo sagrado se tornaría de una luminosidad extraordinaria, y en el instante en el que su alma lo reasumiese, su primera actitud sería una glorificación del Padre Eterno y un acto de amor al Espíritu Santo. Y levantándose con una majestad indecible, caminaría dentro del sepulcro, transformado de repente en una catedral hecha de luces, cánticos y gloria.

 

Al llegar a la puerta del sepulcro, el ángel giraría la piedra. Nos es legítimo imaginar que en el intersticio entre la Resurrección y el encuentro con Santa María Magdalena, en virtud del desplazamiento rapidísimo de los cuerpos gloriosos, Él haya estado en el Cenáculo y se haya manifestado a Nuestra Señora, de tal manera que haya sido Ella la primera persona que contemplase a su Divino Hijo resucitado. Enseguida, Jesús se habría presentado a Santa María Magdalena, según nos lo describe el Evangelio.

 

Esa sería una modalidad de concebir la Resurrección.

 

Se la podría imaginar de otro modo, conforme a la piedad y a la forma de ser de cada persona. Por ejemplo, en medio de densas tinieblas, ¡de repente reluce algo a la manera de un brillo sublime! La montaña como que se raja y Nuestro Señor se levanta como un rayo. Y en un instante está ya junto a la puerta, un ángel gira la lápida y Él aparece delante de las miradas estupefactas. ¡Terminó!

 

La Pascua: una fiesta triunfal

 

En todo caso, la Pascua no es una celebración cualquiera, es una fiesta de triunfo. Por lo tanto, no puede ser considerada apenas – como muchos suponen –, como una fiesta casera para despertar la bonomía familiar, distribuyendo huevos [de Pascua] y todos abrazándose. Todo eso es muy legítimo, me parece un encanto, ¡pero la Resurrección tiene algo de un estallido, de una magnífica explosión!

 

Sin duda alguna, se puede imaginar la Resurrección acompañada por el más grande y majestuoso de los rayos lanzados en una aurora.

 

Varios cuadros representan al divino Resucitado así: saliendo con el brazo derecho levantado y con los dedos en la posición de quien enseña o bendice, pero con aires de un desafío victorioso: “¡Ya atravesé [el sepulcro]!” Eso debería causar terror al Infierno, por la inutilidad de todo lo que hicieron contra Él.

 

Ahí está un pequeño comentario para que participemos de las alegrías pascuales.

(Extraído de conferencias del 18.4.1981 y 21.4.1984)

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(Revista Dr. Plinio, No. 180, marzo de 2013, p. 20-23, Editora Retornarei Ltda., São Paulo).

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