PRIMERO DIOS… Dar a Dios el primer puesto frente a las tentaciones de una cultura secularizada.

Publicado el 01/20/2020

Dar a Dios el primer puesto frente a las tentaciones de una cultura secularizada.

DIOS, NO…ES PRIMERO, CUANDO: OCUPA UN ESPACIO EN LA VIDA DIARIA APENAS EN LO PRIVADO, SIN QUE SUS NORMAS ME MOLESTEN, NI QUE SUS MANDAMIENTOS SE METAN EN MIS PLANES.

CUANDO IMPONGO MIS DESEOS, MI VOLUNTAD, Y NO DOY LUGAR A QUE DIOS PONGA SU MANO, SU VOLUNTAD DIVINA.

 


 

Aunque hayamos nacido en una familia cristiana, haber sido educados religiosamente, estar viviendo en una sociedad con raíces católicas, eso no nos dispensa de: “renovar la elección de ser cristianos, es decir, dar a Dios el primer puesto, frente a las tentaciones que una cultura secularizada propone continuamente, frente al juicio crítico de muchos contemporáneos” (Benedicto XVI, 14.02.2013).

Siempre corremos el riesgo de preferir un mundo que sea bien establecido, calmo, sin problemas, lleno de los gozos de la vida, en el que todo corra bien, pero en el que Dios…no es primero, sino que ocupa un espacio en la vida diaria apenas en lo privado, sin que sus normas me molesten, sin que sus mandamientos se metan en mis planes…Se corre el riesgo de imponer nuestros deseos, nuestra voluntad, y no dar lugar a que Dios coloque su mano, que ponga su Voluntad Divina.

 

Quedamos hechizados por el mundo secularizado que vivimos, con las cosas que nos rodean, anhelamos apenas los bienes materiales. Olvidamos que: “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios”. Ponemos el corazón apenas en los “tesoros” de este mundo que pasa, limitándonos a lo inmediato, olvidando que fuimos hechos por Dios y que por lo tanto, nada de lo que sea inferior a Él, podrá saciarnos. Pensamos imponer nuestra mentalidad a Dios y olvidamos que somos nosotros, los que tenemos que acoger en nuestros corazones la voluntad de Dios Nuestro Señor.

 

Difícil es enfrentar estas circunstancias para quien quiere permanecer fiel en el matrimonio, en la práctica de la misericordia en la vida cotidiana, en vivir momentos de oración y recogimiento en medio de las “cacofonías” de la “modernidad” que nos rodea. Más difícil es oponerse, públicamente, a lo que muchos consideran normal, mismo siendo violaciones a los Mandamientos de la Ley de Dios. Es la tentación de poner a Dios aparte, que no sea “primero”, y como triste consecuencia, viene el alejamiento de Dios.

 

Vivimos una época “de eclipse del sentido de lo sagrado” afirmaba Benedicto XVI. Pero, dentro de este panorama, y sabiendo que el hombre no puede vivir sin Dios, también comprendemos que la gracia de Dios actúa y obra maravillas en muchos.

 

Fueron las circunstancias en que vivía el famoso literato naturalista francés, Joris-Karl Huysmans, considerado un admirable escritor del siglo XIX. Se encontró, a cierta altura de su vida, sumergido en una tremenda crisis. Lúcido para abominar el siglo que vivía, sin amparo de amistad o familia, se aisló del convivio de todos creando en sí un vacío tremendo. Pensaba que podía vivir sin Dios. En su pequeño cuarto en París un día conoció a un pseudomédico que frecuentaba ruedas de espiritistas, mágicos, astrólogos. Lo llevaron a que asistiese a una “misa negra”, celebrada en honra del demonio por un sacerdote suspendido en el uso de las órdenes sagradas. Describe este autor detalladamente el sacrílego acto. Al final huye despavorido. Reflexionaba después que si el demonio, de cuya existencia ya no dudaba, odia tanto la Hostia consagrada es porque realmente ella es el Cuerpo de Cristo, luego la Iglesia Católica era la verdadera. Comienza un proceso de conversión. Cuando entraba en una iglesia se extasiaba ante las bellezas de la liturgia católica. Su alma se elevaba con los acordes del órgano desenvolviendo grave y acompasadamente la música sacra. Describe el canto De Profundis, el Miserere, la misa de difuntos, así como la alegría exultante del Magníficat, en bellas páginas de su libro “Allá abajo”.

 

Frecuentando iglesias de París quedaba impresionado tanto en las portentosas, con sus ojivas medievales y vitrales, como en las iglesias pequeñas y populares, con sus mujeres pobrísimas y sus mendigos. No le preocupaban ya los argumentos filosóficos, ni las contiendas científicas, en que los silogismos se entrechocan pro o contra la Fe.

 

Decide hacer un retiro en un monasterio trapense lejano, lo relata en otro libro titulado “A camino”.  Sus impresiones en la vida del convento fueron de verdadero deslumbramiento. Los monjes, con su oración, trabajo y penitencia, el “sentir” el silencio, la oración nocturna, el canto de la Salve Regina. Tales escenas actuaron profundamente en el ánimo de Huysmans para resolver confesar sus pecados con profunda contrición. Hace así su ingreso al Catolicismo.  

 

¿Qué sucedió en él? ¿Cómo llegó a poner a Dios primero, mismo en la adversidad que vivía? Ocurre que, ante lo sagrado y el misterio, todo espíritu humano tiene su puerta de entrada: la reflexión. Las imágenes que se le presentaban adquirieron dominio sobre él, derecho de ciudadanía en su espíritu. Sufre un desmoronamiento, un desplome, como el de una puerta que es forzada, pasando encima de la voluntad. No se consigue desembarazar. Fue una acción persistente, que entró sin consultar, sin pedir permiso al raciocinio; se fija, se instala dentro del alma. Es la acción misteriosa de la gracia de Dios. Es un momento de “choque”, un auxilio que Dios concede predisponiendo a la persona hacia el bien.

 

Es lo que sintieron los discípulos de Emaús: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino?”. Es lo que vivió Santa María Magdalena al escuchar la voz del Señor cuando le dice “María”. Es lo que sintió San Pedro, después de haberlo negado: “el Señor se volvió y lo miró…y saliendo fuera, rompió a llorar amargamente”. Sentían una realidad trascendente y sobrenatural que penetraba a fondo en el corazón. Esto los llevó a poner en sus vidas primero a Dios. Abrieron su corazón, fueron coherentes, dando lugar a que Dios ponga su mano, colocándolo realmente en primer lugar, enfrentando las presiones del mundo que nos rodea.  

 

Es una lucha cotidiana, a todo momento. Insiste San Pablo en decir: “aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra”. Pidamos a la Santísima Virgen, Madre intercesora ante Jesús Nuestro Señor, que nos obtenga firmeza, para que en medio de las “tentaciones de una cultura secularizada” como la que vivimos, siempre pongamos, sinceramente, a Dios… ¡primero!

 

La Prensa Gráfica, 12 de julio de 2016.

 

 

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