Vale la pena recordar que la devoción enseñada por la propia Señora del Rosario a Santo Domingo de Guzmán es la oración más querida entre los católicos y que ella ha sido, siempre, factor de grandes victorias.
Las propias gracias y milagros concedidos por Dios a través de la recitación del Rosario se encargaron de propagarlo por todas partes, tornándola la devoción más querida de los fieles cristianos.
Mientras ella fue practicada, la piedad florecía en las órdenes religiosas y el mundo católico.
Entretanto, cien años después de haber sido divulgada por Santo Domingo, ya había caído casi en el olvido.
Como consecuencia, se multiplicaron los males sobre la Cristiandad: la peste negra devastó Europa, diezmando un tercio de la población, surgieron nuevas herejías, la Guerra de los Cien Años esparció desórdenes por todas partes, y el Gran Cisma de Occidente dividió la Iglesia durante largo período.
Beato Alano de la Roche
Para evitar el mal y, sobre todo, preparar a la Iglesia para enfrentar los embates futuros, suscitó Dios al Beato Alano de la Roche, de la Orden Dominica, con la misión de restaurar el antiguo fervor por el Rosario.
Un día en que él celebraba Misa, en 1460, le preguntó Nuestro Señor: "¿Por qué me crucificas tú de nuevo? Y me crucificas, no solo por tus pecados, sino además porque sabes cuánto es necesario predicar el rosario y así desviar muchas almas del pecado. Si no lo haces, eres culpado de los pecados que ellas cometen".
A partir de entonces, el Beato Alano se tornó un incansable divulgador de esta devoción, y así convirtió gran número de almas.
Factor decisivo de grandes victorias
Fue, sobre todo, en los momentos de grandes peligros y pruebas para la Iglesia, que el rosario tuvo un papel decisivo, propició la perseverancia de los católicos en la fe y levantó una barrera contra el mal.
Al ver Europa amenazada por los ejércitos del imperio otomano, que avanzaban por mar y por tierra, devastando todo y persiguiendo a los cristianos, el Papa San Pío V mandó rezar el rosario en toda la cristiandad, implorando la protección de Nuestra Señora. Al mismo tiempo, con el auxilio de España y Venecia, reunió una escuadra en el Mar Mediterráneo para defender a los países católicos.
7 de octubre 1571
El siete de octubre de 1571, la flota católica encontró la poderosa escuadra otomana en el golfo de Lepanto. Y a pesar de la superioridad numérica del adversario, los cristianos salieron triunfantes, alejando definitivamente el riesgo de una invasión. Antes de trabarse el combate, todos los soldados y marineros católicos rezaron el rosario con gran devoción.
La victoria, que parecía casi imposible, se debió a la protección de la Virgen Santísima, la cual – según testimonio dado por los propios musulmanes – apareció durante la batalla, infundiéndoles gran terror.
En el siglo XVIII, para conmemorar la victoria del Príncipe Eugenio de Saboya sobre el ejército otomano, debida también a la eficacia del Rosario, el Papa Clemente XI ordenó que la fiesta de Nuestra Señora del Rosario fuese celebrada universalmente.
(ARM)