…POR QUÉ EN LA MISA NO SE DICE “AMÉN” AL FINAL DEL PADRENUESTRO?

Con “amén”, que expresa la adhesión del fiel a lo que acaba de ser proclamado, concluyen casi todas las plegarias cristianas, incluso el Padrenuestro. Ahora bien, cuando se reza dentro de la Misa, la llamada Oración dominical no termina con dicha palabra.

¿Por qué se prescinde de ella en este caso? Porque a continuación le sigue una fórmula llamada embolismo, que sirve de conclusión, el cual desarrolla la petición última de la oración: “y líbranos del mal”. Después de pronunciarla, el celebrante, manteniendo las manos extendidas, dice: “Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”. Y los fieles responden con la antiquísima aclamación, usada desde los primeros tiempos de la Iglesia: “Tuyo es el reino tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor”

…CUÁL FUE EL SAGRARIO MÁS “ELEVADO” DEL UNIVERSO?

La Tierra vista desde la cúpula de la Estación Espacial, donde Michael Hopkins (en el destaque) se retiraba a comulgar

Uno de los lugares más altos del mundo donde se reserva el Santísimo Sacramento es la capilla situada en el piso 33 del edificio Torre Espacio, de Madrid, a 135 metros sobre el nivel del suelo (que no del mar). Pero Michael Scott Hopkins, coronel de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos y astronauta de la NASA, llevó las sagradas especies a una “altura” muy superior: a 400 km de distancia de nuestro planeta.

Habiendo sido elegido en el 2013 para una misión en la Estación Espacial Internacional por un período de 24 semanas, no quiso privarse de recibir la Eucaristía durante ese tiempo. Entonces, a través de su párroco, el P. James H. Kuczynski, consiguió ser nombrado ministro extraordinario de la sagrada Comunión, por la arquidiócesis de Galveston-Houston, con autorización para llevar una píxide con seis hostias consagradas, divididas cada una en cuatro fragmentos, con lo que podría comulgar semanalmente en el espacio.

Michael Hopkins

Los domingos se recogía en la cúpula de la estación espacial y la transformaba en una “capilla” donde, después de hacer la lectura de la Liturgia de la Palabra, recibía a Jesús Sacramentado. También reservaba un momento para rezar los demás días de la semana, disponiendo incluso de las homilías de su párroco, enviadas por correo electrónico.

Una de sus comuniones no fue en domingo, sino el día en que tuvo que realizar una salida al exterior e hizo lo posible para comulgar poco antes, pues comentaba que “estas situaciones pueden resultar estresantes”. “Saber que Jesús estaría conmigo cuando saliera por la puerta hacia el vacío del espacio era importante para mí”, añadía. Sus compañeros de tripulación sabían que llevaba la Eucaristía consigo: “todos respetaban mi fe”, aseguraba. Sobre la espléndida vista que se tiene en la Estación Espacial decía: “Cuando se ve la Tierra desde esta posición y se contempla toda la belleza natural existente, no es difícil concluir que hay una Fuerza inteligente que ha creado todo eso”.