La Divina Providencia ennobleció mucho la clase obrera al hacer con que San José ejerciera el oficio de carpintero. Él era, por tanto, un trabajador manual y al mismo tiempo, pertenecía a la familia real más ilustre que hubo en la Tierra, porque de ella nació Nuestro Señor Jesucristo. Y ser de la estirpe del Redentor es la mayor honra posible en materia de genealogía que puede haber. Reuniendo en sí esas dos clases sociales, San José formaba una especie de “arco iris” que englobaba la sociedad entera en una gran armonía. Como humilde obrero, él acató a sus superiores en aquel tiempo y respetaba la jerarquía social de quienes estaban por encima. Pero, por otro lado, como príncipe de la Casa de David, también sabía cuál era su misión y la cumplió magníficamente, contribuyendo en la preservación, defensa y glorificación en la Tierra de Nuestro Señor Jesucristo.
(Extraído de conferencia de 30/7/1989)