“SERVITUDO LIBERABIT VOS” La esclavitud os hará libres.

Publicado el 09/05/2017

Cuando pensamos en cadenas, nos imaginamos a continuación una cárcel y la inherente privación de la libertad, olvidándonos de que es utilizada corrientemente como instrumento de protección. A título de ejemplo, citemos su uso marítimo: como medio de evitar que los grandes barcos sean arrastrados al capricho de las olas, éstos son amarrados con ellas junto al muelle o a anclas sólidamente hincadas en el fondo del mar.

 

Siendo así, la cadena también es, muchas veces, un elemento de seguridad. Como gran número de los objetos de uso frecuente que nos rodean, acabó convirtiéndose en una imagen de realidades superiores. Por eso la encontramos en la heráldica, representando ora la generosidad, ora el honor y la distinción; o como símbolo de fidelidad y devoción que une los corazones y las voluntades, motivo por el cual la figura de la cadena también ha sido atribuida a la castidad y a la templanza.

 

Con el desarrollo de la teología, asumió —de modo muy especial gracias a San Luis María Grignion de Montfort, en el siglo XVIII— una analogía más: la de la mediación. De la misma forma que los eslabones, uniéndose unos a otros, vinculan los extremos entre sí, de igual manera los que se distinguen por su mayor cercanía con Dios, haciendo el papel de intermediarios, nos aproximan a Él de modo más fácil, rápido y seguro que si tratáramos de llegar solos y directamente.

 

No es difícil comprender, pues, que la cadena represente, en el ámbito religioso, la entrega de la propia persona, hecha, a título de piedad individual, mediante alguna forma de consagración a Dios en las manos de un intercesor o mediador. Como no podía dejar de ser, el modelo arquetípico de esta realidad, como de todo lo que existe de excelente en el universo, es María Santísima. No sólo por el hecho de que Ella sea, por determinación divina, la Medianera de la humanidad ante Dios y la dispensadora de los favores celestiales a los hombres, sino también por haber inaugurado Ella misma la vía espiritual de la esclavitud de amor, entregándose por entero para seguir los insondables designios de su Creador.

 

Ahora bien, al contrario de lo que predica el mundo moderno, impregnado de opresivo liberalismo, la alegría es la nota característica de quien, siguiendo las huellas de María, abraza sinceramente esta “sagrada esclavitud”, porque no basta con hacerle a Dios ofrendas y sacrificios: Él quiere que se dé de corazón, sin constreñimiento, con alegría y entusiasmo. Hecho esto, copiosas gracias son derramadas sobre todas las almas que escogen vivir así, pues Él nunca se deja vencer en generosidad.

 

Sin embargo, por una de esas inversiones de las que el mundo espiritual está repleto, quien más da, más recibe: quien se humilla es exaltado por Dios, y quien a todo renuncia por su gloria es premiado por Él, en esta vida y en la eternidad. La cadena, cuando la otra punta está en la mano de Dios, es prenda de verdadera libertad. Es lo que acontece con Aquella que es la “esclava del Señor”: Él hizo de Ella la Señora de su casa, y de todos sus bienes la despensera.

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