Imagen de Nuestra Señora de los Dolores, propiedad de Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP
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Con treinta y tres años de antelación Simeón le profetizó a María Santísima un sacrificio terrible: “Una espada te traspasará el alma” (Lc 2, 35). Durante todo ese tiempo fue sobrellevando la previsión de tal sufrimiento y lo vio venir de lejos. La vida de Nuestra Señora tuvo, pues, treinta y tres años de Huerto de los Olivos, a lo largo de los cuales previó la Pasión y la cruz en medio de alegrías inenarrables. Vio a su divino Hijo crecer, prepararse para la vida pública y salir de casa. Oyó los rumores que se difundían en torno a Él y sintió el odio que lo rodeaba.
María Santísima sabía que el mal sería aplastado en el momento en que su divino Hijo expirara y, por tanto, se mantuvo en la siguiente disposición: “Adoro a mi Hijo, pero si fuera necesario sacrificarlo para derrotar al poder de las tinieblas, estoy de acuerdo en que muera. Yo misma me atravieso esa espada de dolor en mi corazón, con la condición de que el demonio sea vencido para siempre”.
¡Fueron treinta y tres años de preparación! Y dieron como resultado una magnífica fidelidad en la hora de la Pasión. Mientras otros desertaban, Ella permanecía de pie junto a la cruz. Nunca nadie enfrentó el sufrimiento con tanta fuerza y altanería. Jamás nadie tuvo tanto dominio de los acontecimientos, una comprensión más profunda de lo que pasaba, ni tanto odio al mal.