Un himno a Nuestra Señora

Publicado el 08/12/2019

La Catedral de Notre Dame es tan bella que se puede mirar indefinidamente, lleno de admiración, de veneración y de ternura. Quien la aprecia mucho pasa a amar el orden sublime de las cosas, que conduce al amor de Dios.

 


 

Catedral de Notre Dame

Notre Dame de París. ¡He aquí la catedral de una belleza perfecta, alegría de la Tierra entera! Para sentir el equilibrio de la fachada, notemos que hay tres partes distintas. Una que va desde los portales de la entrada y termina con la galería enorme de estatuas, las cuales dan las espaldas a una terraza que voy a analizar dentro de poco.

 

Un resplandor alrededor de la Santísima Virgen

 

Se percibe allí el pasamanos de la balaustrada y se ve, justo atrás, una imagen de Nuestra Señora sosteniendo en los brazos al Niño Jesús. Es la segunda parte del edificio, que va desde la balaustrada hasta una serie de columnas que separa la terraza de la torre. Hay un gran rosetón central, completamente hecho de vitrales. En él se nota una parte más central, delimitada por un trabajo hecho de piedra. Adentro hay un círculo todavía menor, donde está la cabeza de Nuestra Señora. La idea que queda insinuada es la siguiente: todo ese rosetón es el resplandor de la cabeza de María Santísima. Y siendo el rosetón el centro de la catedral, la idea que queda medio confusa, pero que es realmente verdadera, es que la catedral es un himno a Nuestra Señora.

 

Contrastes armónicos en la relación entre los diversos elementos de la fachada

 

Ella tiene en los brazos al Niño Jesús y, con la más inefable sonrisa de Reina y de Madre, mira a su Divino Hijo. El alma así queda extasiada de entusiasmo y queriendo subir. ¿Qué encuentra encima? Una serie de columnas, ¡pero que dan al vacío!

 

Esas columnas tienen una función que parece un disparate: siendo tan frágiles, elegantes y armoniosas, pareciendo hermanas que se tocan con las manos, ellas sostienen el peso de dos torres. Sin embargo, nadie tiene la impresión de que las torres van a aplastar la columnata. Parece tan natural, con un contraste tan agradable que, si una persona más atenta no nos mostrase eso, tal vez ni lo notaríamos. Por detrás vemos la flecha que se yergue, justo en el medio de las dos torres. El resto es el cielo…

 

Es verdad que no fue terminada la construcción de las torres, las cuales tendrían una parte más alta. Nadie puede imaginar cómo sería, ni tiene la osadía de completar una cosa que, cuando se mira, da la impresión de que no pide complemento. ¿Dónde está el talento para completar una obra admirable como esa? No se encontraron los planos que los arquitectos debían seguir, nadie se atrevió a tocar eso.

 

Catedral de Notre Dame

Consideren cómo la relación de esos diversos elementos da una impresión de armonía. ¿Cuál? Abajo, tres portales; el del centro es un poco mayor que los otros. Mas no se percibe bien, pues es discretísima la diferencia. No obstante, si los portales fuesen de la misma altura, no tendrían gracia.

 

La ojiva es la nota característica de la planta baja. El piso de arriba comienza con la galería de estatuas y acaba en la columnata. En el medio hay un rosetón y dos ojivas, una de cada lado. Cada ojiva está dividida en dos. Y, en el punto en que las dos se encuentran, hay otro rosetón.

 

Así, lo redondo es la nota sobresaliente en ese piso, contrastando con lo puntiagudo de tantas otras partes. Pero observen la armonía, el sentido común, y el equilibrio de cosas tan diversas y tan bien reunidas. Noten como queda leve, casi como un juguetico, la estatua colosal de Nuestra Señora flanqueada por dos figuras de ángeles.

 

Por encima, se ve la masa enorme de las torres, cada una con dos notables ojivas, donde las campanas suenan gravemente en las grandes horas del año litúrgico y, a veces, en las grandes horas de la Historia de Francia, que son las grandes horas de la Historia del mundo.

 

La galería de los reyes

 

Esta galería con estatuas de reyes tiene su historia. La Revolución Francesa, siempre ella misma, decapitó todas esas esculturas porque, como los bandidos habían guillotinado al rey y la reina, quisieron ¨guillotinar¨ también todos esos reyes del Antiguo Testamento.

 

Recientemente, en los cimientos de un Banco que queda cerca de Notre Dame, quisieron hacer construcciones y encontraron esas cabezas, que la Revolución Francesa había arrancado, enterradas en el subsuelo del banco. Una vez hechos los estudios correspondientes verificaron que un hombre piadoso, que residía en los alrededores, había enterrado esas cabezas allí, porque no se conformaba con esa decapitación.

 

Llegó el día en que manos justicieras sacaron del subsuelo todas esas cabezas e intentaron colocarlas en los troncos de los reyes. Pero, infelizmente, las autoridades decretaron que no quedaban bien, no había manera de fijarlas. Sin embargo, eran bellas obras de escultura y fueron llevadas al Museo de Cluny, que es el museo de las cosas de la Edad Media.

 

Contemplación que conduce al amor de Dios

 

Todas esas cosas tan diferentes se unen de un modo tan tranquilo, pero tan interesante, que uno se queda mirando indefinidamente, lleno de admiración, de veneración y de ternura. Sin embargo, si colocamos delante de ese monumento un frenético, un individuo que baila esos bailes modernos, nace una batalla, porque o él, a fuerza de gustar del monumento, pierde el frenesí, o rechaza la santa influencia del monumento y lo abandona. No obstante, para almas predispuestas a aceptar esa tranquilidad, esa estabilidad, ¡la catedral dice muchísimo! Quien comienza a gustar de aquello, por novato que sea, pasa amar el orden sublime de las cosas que conduce al amor de Dios.

 

(Extraído de conferencia de 28/6/1986)

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