Participar en la Misa dominical no es sólo una obligación importante, como señala claramente el Catecismo de la Iglesia Católica (cf. 1389), sino, ante todo, una exigencia profunda de cada fiel. No se puede vivir la fe sin participar habitualmente en la Misa dominical, sacrificio de redención, banquete común de la Palabra de Dios y del Pan eucarístico, corazón de la vida cristiana.
La importancia del tema exige de nosotros, Pastores de la Iglesia, un renovado esfuerzo por hacer descubrir la centralidad del domingo en la vida eclesial y social de los hombres y mujeres de hoy. Para todos los Obispos y sacerdotes es un reto convocar a los fieles a una constante participación en la Eucaristía dominical, encuentro con Cristo vivo. Por ello es necesario concentrar los es fuerzos en una mejor y más cuidada instrucción y catequesis de los fieles sobre la Eucaristía, de modo que inspire respeto verdadero y piedad auténtica ante la grandeza del Misterio Eucarístico.
Misa celebrada en la Basílica de San Pedro durante el Día Mundial del Enfermo, el 11 de febrero último
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Os invito, pues, a que, en unión con los sacerdotes, religiosos y fieles, pongáis el mayor empeño en reflexionar y profundizar en esta dimensión esencial de la vida sacramental de la Iglesia y trabajéis para despertar un amor cada vez más grande por el Misterio eu carístico en las diócesis. No es una tarea fácil, y por ello se requiere la colaboración de todos: presbíteros y diáconos, consagrados y fieles que están presentes en las parroquias o pertenecen a asociaciones o movimientos eclesiales. ¡Aceptad la colaboración de todos, unid los esfuerzos y trabajad en comunión!
(Discurso a los participantes en la 2ª Reunión de la Pontificia Comisión para América Latina, 21/1/2005)