Nadie conoce mejor que el propio pastor las necesidades de las almas que le han sido confiadas. Sabiendo cómo la devoción a la Madre de Dios es fundamental para la santificación, párrocos de todo el territorio solicitan la realización de misiones marianas.
Acababa un día más de misión mariana en una parroquia de la arquidiócesis de Mesina, al sur de Italia. Tras la despedida de la Santa Misa, muchos fieles permanecieron en el templo, algunos en oración ante la imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María, otros a la espera de su turno para confesar. Pasados unos instantes, un sacerdote del lugar se acercó a algunos heraldos y les pidió que lo siguieran, pues quería enseñarles una cosa. Entonces los condujo hasta el patio de una iglesia próxima donde había una enorme piedra y sobre ella una cruz.
¿Qué tenía de especial aquel peñasco?
En un letrero que estaba al lado vieron la siguiente explicación: "Según la tradición, el Apóstol arribó aquí durante uno de sus viajes, debido a las condiciones atmosféricas adversas. La roca delante de la iglesia recuerda el lugar donde San Pablo predicó el Evangelio de Jesucristo Salvador a los mesinenses, quienes respondieron prontamente con sentimientos de filial devoción a la Virgen María, Madre del Señor".
Al leer tales palabras, no es difícil para los heraldos imaginar algo de la epopeya del Apóstol en aquellas tierras. Los pocos días que llevaban allí en misión ya les habían dado suficientes oportunidades para constatar que no sólo en los comienzos de la evangelización de aquellas tierras el amor a la Virgen era la primera señal de apertura de las almas a la gracia, sino también lo era ahora. Y un amor que, como venían comprobando, se traducía enseguida en gestos concretos.
Familias enteras vuelven a frecuentar la Iglesia, jóvenes y niños llenan las Misas dominicales, se multiplican las confesiones, numerosos son los corazones que se convierten a la verdadera fe o a ella adhieren con mayor profundidad, volviéndose miembros activos y fervorosos en sus respectivas comunidades parroquiales.
Lejos de ser un privilegio de esta región de Italia, esa "filial devoción" por la Madre de Dios es una realidad que los heraldos pueden verificar en cualquier parte del país donde se promueva una misión mariana. Recorriendo todo su territorio, de norte a sur, han conocido de cerca el exuberante entusiasmo del pueblo por la Santísima Virgen.
Rasgos de una singular devoción a María
Sea visitando residencias, escuelas, hospitales, asilos y administraciones públicas, sea participando en las Celebraciones Eucarísticas y otros actos que constan en el programa de una misión mariana, en todo momento los heraldos presencian escenas conmovedoras que ilustran muy bien una singular devoción a la Virgen.
No hace mucho tiempo, por ejemplo, cuando se realizó una misión en Giampiliere (Sicilia), aún se notaban en las calles los vestigios dejados por el desastre natural que había azotado la ciudad unos años antes. Pero en medio de tal escenario marcado por el infortunio no faltó ni un solo preparativo para homenajear con gran júbilo la visita de la Reina del Cielo. Si era normal ver a la gente exteriorizándole a la Madre de Misericordia sus dramas con entera confianza, entre lágrimas y oraciones, no menos acentuadas eran las manifestaciones de alegría y veneración.
Quien anduviera por allí unas horas antes de la llegada de la imagen peregrina, se encontraría con hombres limpiando la calzada y adornando el camino con alfombras y flores. Y cuando finalmente pasaba, a falta de fuegos artificiales, estallaban varios globos de colores, causando estruendo en su honor. Durante el recorrido entre una casa y otra, algunas personas le echaban flores, otras agitaban sus pañuelos blancos, gritando todas: "Viva la Madonnina!", mientras tanto, los niños la esperaban en las esquinas ostentando carteles con frases afectuosas y cantando en diversos dialectos.
También en la isla de Sicilia, visitando un asilo, ocurrió que al acercarse los heraldos al lecho de una mujer de edad avanzada, ésta, cuando vio la imagen, sacó de debajo de su almohada una armónica y se puso a tocar una famosa melodía italiana, concluyendo con la oración: "Nella morte non lasciate me, Madonnina" [En la muerte no me dejes, Virgencita].
En otra ocasión, estando en misión en un hospital, fueron sorprendidos por una niña de 5 años, enferma, que había salido corriendo desde su habitación para abrazar a la imagen, exclamando con vivacidad: "Quanto è bella la Madonnina!".
"He readquirido confianza, entusiasmo y energías en mi ministerio"
Al dejar registrada su gratitud por el trabajo llevado a cabo por los misioneros en su feligresía, el P. Francesco Venuti, párroco de Santa María Annunziata, de Sicilia, destaca esa nota característica de júbilo y contento despertada por la presencia de nuestra Señora:
"Queridísimos hermanos Heraldos del Evangelio. Hoy concluye la misión mariana en esta comunidad y, como siempre, experimento -en las últimas horas de la permanencia de la Virgen y de vosotros en nuestra parroquia- un sentimiento de gran alegría.
Alegría: al ver a tanta gente -en hospitales y en la parroquia- que con sencillez se han puesto a disposición para preparar una digna acogida a la Madre de Dios y nuestra.
Alegría: al pensar en tantas sonrisas en los rostros de los fieles, sobre todo en los de aquellos que, a causa del sufrimiento físico o espiritual, durante mucho, mucho tiempo, han sido regados con lágrimas.
Alegría: al pensar en la paz verdadera, la que sólo el Señor puede conceder, que cada uno de nosotros ha podido probar a través de la ternura de la Virgen Madre.
Alegría: al pensar en tantos fieles que han encontrado un estímulo mayor para rezar, para estar en silencio y, por consiguiente, escuchar la Palabra, revisar su propia vida y sentir la necesidad de acercarse al sacramento de la Reconciliación y participar de manera digna en la Eucaristía que, verdaderamente, ¡para muchos ha sido el centro de la jornada!
Alegría: porque -una vez más- mediante esta misión he readquirido confianza, entusiasmo y energías en mi ministerio sacerdotal.
Esta mi breve carta es para deciros, en mi nombre y en el de la comunidad, ¡GRACIAS! A veces hay dificultad de encontrar las palabras exactas para expresar los propios sentimientos y emociones. Sabed que las palabras más bellas las he dirigido por vosotros al Señor, en la oración, por intercesión del Corazón Inmaculado de María".
"De ahora en adelante, me verá en las Misas"
Hablar de misiones marianas significa hablar de fervor y de conversión. Y ejemplos sobre ello no faltan en las repercusiones recogidas a lo largo de los meses de trabajo en Italia. Mencionamos lo que le sucedió a una mujer que tenía muchos deseos de recibir a la imagen peregrina en su casa, pero que, como su marido no era católico y siempre se mostraba contrario a cualquier manifestación de piedad, temía solicitar la visita y que esto provocara más problemas. Cuál no fue su sorpresa cuando su esposo le dijo, al ver el movimiento que había en la ciudad a causa de la misión mariana: "¿No vas a pedir que la Virgen pase por casa? Yo quiero que venga aquí".
Similar era la situación de otra mujer cuyo marido no iba a la iglesia desde hacía treinta años. Habiendo consentido éste en recibir a la imagen en su domicilio, quiso luego acercarse y contemplarla unos instantes. Después, dirigiéndose al párroco, que acompañaba a los heraldos en la misión, le dijo: "De ahora en adelante, me verá en la Misa de los domingos". Y empezó a cumplir lo prometido al comparecer en la celebración de clausura de la misión.
Vale la pena narrar también el caso de una persona que entró en la iglesia por casualidad y fue abordada por un heraldo que le habló un poco sobre la misión. Al decirle que en ese momento había sacerdotes confesando, la persona enseguida respondió que no le interesaba y que sólo quería rezar ante la imagen. Y eso hizo. Unos minutos más tarde, fue en busca del heraldo para preguntarle dónde estaba el sacerdote, porque deseaba confesarse.
Tras los primeros días de misión en una parroquia, la esposa de un policía le contó a los misioneros: "Cuando invité a mi marido a que acompañara la procesión me dijo que no quería. Pero al veros a vosotros, no sé qué pasó…, recibió una gracia de conversión. Ahora es él quien me llama para que vaya. Ayer se confesó, cosa que no hacía durante años y, si no bastara, ha rezado el Rosario conmigo todos los días". Más tarde, el propio policía testimoniaría: "Soy militar y me gusta la disciplina, el orden. Cuando os vi en la procesión pensé: ‘¡Ahí está, esa es la rama militar de la Iglesia! ¡Son los soldados de Cristo! Tienen el orden y disciplina que busco. Me voy a incorporar a ellos. Es lo que la Iglesia necesita' ".
Y, de hecho, hoy día es coordinador del Apostolado del Oratorio en su parroquia.
Numerosas peticiones de confesión sacramental
Haciendo hincapié sobre el imprescindible papel de la Virgen en ese camino de conversión, el P. Andrei-Razvan Cadar, de la diócesis de Avellino (Campania), describe los buenos frutos de la misión en sus parroquianos: "En este tiempo de gracia en el cual nuestra comunidad ha acogido a la imagen de nuestra Señora, muchas almas han experimentado el poder liberador de la misericordia de Dios.
Pequeños y grandes, jóvenes y ancianos, al encontrar la mirada de la Virgen han conseguido acercar su propio corazón al Corazón de Cristo. "En esta misión popular mariana, vivida con intensidad, fe y gran devoción, el rezo del Santo Rosario, la visita a los enfermos con el busto de nuestra Señora, los muchos momentos vividos a través del sacramento de la Reconciliación, culminando con la Celebración Eucarística, han hecho que nuestra comunidad creciera en su compromiso de seguir al Señor para convertirse en auténticos apóstoles del Evangelio".
Y el P. Giuseppe Silvestre, atento a la discreta actuación de la Santísima Virgen en las almas de la parroquia de la Madonna di Pompei, de Catanzaro (Calabria), atestigua: "Es realmente difícil describir las emociones y los sentimientos que suscitó el encuentro con María en las diversas celebraciones y en los momentos de catequesis: canciones, sollozos, llantos, lágrimas, oraciones íntimas y silenciosas, apenas expresadas o susurradas, miradas penetrantes y otros signos que abrieron el corazón de los hijos a la Madre celestial en la intimidad de la relación madre-hijo. Surgieron numerosas solicitudes de confesión sacramental y de coloquios personales con los misioneros, actualizando así la nueva evangelización a través de María.
"Los fieles acudieron en masa, de la ciudad y de los alrededores, a la iglesia y a los lugares por donde pasaba la Virgen peregrina, especialmente a la Adoración Eucarística, a la Vigilia mariana y a las procesiones en el barrio (una tarde con Jesús Sacramentado y otra con la imagen de la Virgen). "Asegurándoos mi oración y la de la comunidad para que el servicio prestado por vuestra asociación sea siempre más fecundo y se extienda siempre más, os hago llegar mis más cordiales y fraternales saludos".
Toda la comunidad parroquial ha estado involucrada
En efecto, nadie conoce mejor que el propio pastor las necesidades de las almas que le han sido confiadas. Sabiendo que el factor más eficaz para fortalecerlas en el bien es hacerlas vivir de la Iglesia, muchos sacerdotes solicitan que se realicen misiones en sus parroquias, a fin de dar un nuevo estímulo a los fieles, atraer a los que se encuentran alejados e incluso impulsar nuevas actividades pastorales.
Así procedió el P. Giuseppe Cacosso, de Potenza (Basilicata), como él mismo narra en una misiva: "Después de numerosos contactos epistolares con los misioneros Heraldos del Evangelio y una perseverante y asidua insistencia de mi parte, finalmente la hermosa noticia: la Virgen peregrina de Fátima vendrá hasta nosotros, a Rionero in Vulture (Basilicata), a la parroquia de San Marcos Evangelista, de la que soy párroco.
El Señor ha escuchado y atendido mis oraciones. "Durante la misión hemos vivido, como era previsible, tocantes y significativos momentos de espiritualidad y evangelización. Toda la comunidad parroquial ha estado, o mejor, está comprometida, y numerosas han sido las personas que vinieron de ciudades vecinas y de otras parroquias. "La iglesia se llenó de niños, de jóvenes, de grupos familiares, de enfermos, de representantes de asociaciones católicas y laicas y de una multitud de fieles. El momento más emocionante, a mi ver, fue la visita de la Virgen a los enfermos del hospital oncológico situado en nuestro territorio.
"Con infinitos sentimientos de gratitud, vuelvo la mirada hacia el Señor y a la Virgen María por la gracia que nos han concedido durante estos días. Un agradecimiento particular a los misioneros Heraldos del Evangelio por la obra realizada con profunda dedicación, tanto en la predicación como en la catequesis y en la atención de numerosísimas confesiones".
Frutos de perseverancia y crecimiento en la fe
Recordando que toda la Iglesia venera a nuestra Señora como Estrella de la Nueva Evangelización, el P. Giampaolo Riccardi, agradecido por los días de misión en su parroquia, en Abbadia San Salvatore (Toscana), incentiva el trabajo de los heraldos comentando: "Hoy las familias tienen sed de obras de misericordia y de testimonios valerosos del Evangelio, una sed grande que sólo la Iglesia, y en este caso a través de vuestra benemérita asociación, puede llevar adelante.
Llevar a María peregrina por las ciudades contribuye y responde a las enseñanzas de la Iglesia, que continuamente desea llevar el Evangelio del Señor. ¿Y qué mejor medio sino María, Apóstol y Misionera? "Deseo realmente encorajar a vuestra asociación e invoco sobre cada uno de vosotros la materna bendición de Aquella que es nuestra Madrecita".
Si es verdad que todo el período de la misión va acompañado de gracias profusas y muy especiales, los días que la siguen corresponden a una etapa también muy importante, en donde tales gracias se fijarán y producirán en las almas frutos de perseverancia y crecimiento en la fe. Esa es la realidad que ha observado el P. Rinaldo Bellini, al rememorar el apostolado hecho en la parroquia de Polpenazze, de la diócesis de Verona (Véneto): "Ya en la primera tarde, a vuestra llegada, la acogida de nuestra comunidad, sea civil, sea religiosa, demostró cómo la devoción a María está presente en nuestra familia. Vuestra visita a las casas, en particular a los enfermos, contribuyó a amenizar los sufrimientos humanos y les dio impulso para proseguir en el camino de la fe a través del rezo del Santo Rosario.
La visita a nuestras aldeas tuvo en todas partes una calurosa participación, así como también, por cierto, vuestra presencia en la escuela infantil. La buena participación de los fieles en las distintas celebraciones me conforta en la certeza de que las acciones desarrolladas por vosotros han dado mucho fruto".
Cuando la misión llega a su fin, el deseo de continuarla conduce naturalmente a iniciar el Apostolado del Oratorio, lo que concurre a mantener encendida la devoción a María y el vínculo de los fieles entre sí y con sus respectivas parroquias.
Agradeciendo este y otros beneficios recibidos durante las jornadas de evangelización, escribe, desde Mesina, el P. Lino Grillo: "Con su manera de ser sencilla y alegre, los heraldos han acercado a varias personas de nuestra comunidad. Que el Corazón Inmaculado de María sustente vuestra misión y nos dé a todos nosotros la posibilidad de continuar viviendo la misma alegría que hemos vivido en estos días de gracia.
Muchas gracias por todo y esperamos poder acoger nuevamente, cuanto antes, a la Virgen de Fátima y a los Heraldos del Evangelio".