La ceremonia de beatificación, a la que asistieron más de 10 000 personas, se realizó en el estadio Osaka-jo Hall
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EL 7 de febrero fue elevado al honor de los altares el Beato Justo Takayama Ukon, guerrero samurái nacido en 1522 y fallecido en 1615 en el exilio, a causa de su fe. El bienaventurado era un señor feudal japonés que vivió durante la época de las persecuciones contra los católicos en Japón, y prefirió el destierro, cosa que para los habitantes de la isla en aquellos tiempos era una humillación enorme, antes que renegar de la fe. Junto con otros trescientos católicos marchó a Filipinas, perdiendo propiedades, posición, estatus social y fortuna.
La ceremonia de beatificación, a la que asistieron más de 10 000 personas, se realizó en el estadio Osaka-jo Hall
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En la homilía de la Misa de beatificación, el cardenal Ángelo Amato, SDB, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, recordaba que la Iglesia Católica en Japón “ha sido bendecida con el maravilloso testimonio de numerosos mártires”, y explicaba que el Beato Justo Takayama fue “un incansable promotor de la evangelización” de ese país. “Educado en el honor y la lealtad —añadía—, fue un verdadero guerrero de Cristo, no con armas, de las cuales era un experto, sino con palabras y ejemplos”. Vivió su fe como japonés, respetando las tradiciones de su cultura y, por eso, “la beatificación de Justo es una semilla evangélica que la Providencia sembró en Japón y en el mundo. El ejemplo de nuestro bienaventurado nos impulsa a vivir con fe y fidelidad al Evangelio de Jesucristo”.
La espléndida ceremonia de beatificación tuvo lugar en el estadio Osaka-jo Hall, a la que asistieron más de 10 000 personas. Concelebraron los arzobispos de Manila, Nagasaki, Osaka y Tokio, junto con otros dieciséis obispos de las diócesis japonesas, siete de Corea y otros prelados procedentes de Camboya, Vietnam,
Timor Oriental y Luxemburgo.