…QUE UNA “PEQUEÑA CASA” CUBRE AL SACERDOTE DURANTE LA MISA?
La Virgen impone la casulla a San Idelfonso – Catedral de Sigüenza (España)
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Al igual que el sagrario tiene un velo o cortinilla, el conopeo, el sacerdote al celebrar la Eucaristía lleva un ornamento propio, la casulla, que significa pequeña casa.
Su uso está vinculado a la “paenula”, un tipo de manto o capa que se utilizaba en la antigua Roma, adoptado posteriormente en la liturgia cristiana. Su forma fue variando a lo largo de los siglos, cambiando también los materiales con los que se confeccionaba, y su simbolismo se iba enriqueciendo con el paso del tiempo.
La oración sugerida cuando el sacerdote se reviste de la casulla es muy expresiva en este sentido: “Señor, que dijiste: ‘Mi yugo es suave y mi carga ligera’ (Mt 11, 30); haced que de tal modo sepa yo llevarlo para alcanzar vuestra gracia. Amén”. De esta manera, llevar el yugo del Señor significa revestirse de Cristo (cf. Rm 13, 14), aprender de Cristo, revestirse de la caridad (cf. Col 3, 14).
Por lo tanto, de acuerdo con la tradición de la Iglesia, la “pequeña casa” está confeccionada con finos tejidos y preciosos adornos, de modo que reflejen el esplendor de la caridad que debe adornar a quien actúa in persona Christi, en la persona de Cristo; y también porque, según explica el Papa Inocencio III en De sacrosancto altaris mysterio, la casulla es la vestidura nupcial a la que se refiere Jesús en el Evangelio: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?” (Mt 22, 12).
…QUIÉN ERA EL ABAD DE PRISCOS?
Pudin del abad de Priscos
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Las sabrosas recetas de la variada gastronomía portuguesa muchas veces están vinculadas a hechos históricos o son fruto de grandes cocineros que legaron a la posteridad algunos de sus conocimientos. Entre ellos destaca el abad de Priscos. Nacido el 29 de marzo de 1834, en el municipio de Vila Verde, cursó sus estudios teológicos en el seminario de Braga. Fue responsable de diversas parroquias hasta que se estableció en Priscos durante cuarenta y siete años. Murió el 24 de septiembre de 1930.
A pesar de haber sido un dedicado párroco, la Historia lo recuerda por sus inusuales dotes culinarios. Para dar un toque original a sus platos solía recorrer los montes de su ciudad natal para coger hierbas seleccionadas. También eran dignos de nota sus postres, entre ellos cabe señalar el célebre Pudin del abad de Priscos.
Su fama de chef se fue extendiendo hasta el punto de que su arzobispo le encargaba los banquetes oficiales de la arquidiócesis. Y cuando el rey Luis I de Portugal visitó Póvoa de Varzim, el 3 de octubre de 1887, el sacerdote fue invitado por las autoridades locales a dirigir el banquete de recepción. En esa ocasión fue servido un delicioso plato, cuyo sabor ninguno de los presentes había conseguido identificar.
Don Luis, notorio gourmet, quiso saber la composición de aquella novedad culinaria. Enorme fue la sorpresa general al conocerse que se trataba ni más ni menos que de… ¡paja! Así quedaba comprobado que el éxito de un plato depende más del arte del cocinero que de la materia prima utilizada, y que incluso con pocos recursos se puede comer con calidad.