Madre mía, Reina del Cielo y de la Tierra, dadme la gracia de nunca sentirme lejos de Vos. Porque Vos, Señora, estáis siempre cerca, y quien os rece ahincadamente obtendrá todo. Convencedme, oh Madre, de que Vos estáis al alcance, no de manos que se estiran, sino de manos que se ponen juntas para rezar, rezar, rezar seriamente.
“Nunca se oyó decir que alguien que recurriese a vuestra protección o reclamase vuestro socorro fuese desamparado por Vos”. Madre mía, hacedme comprender que, si “nunca se oyó decir”, no seré yo el primero en no ser atendido.
Así, pues, regia Señora, haced que siempre me dirija a Vos con confianza.
Así sea.
Revista Dr. Plinio, Vol. I, No. 7, Pág. 5.