Oh, Señora mía, Madre de justicia y de misericordia, modelad mi alma de tal manera que, enteramente despretencioso, yo sea capaz de las más santas proezas. Apartad de mí la consideración de mis cualidades naturales e incluso de las sobrenaturales que la gracia, implorada por Vos, pueda alcanzarme. Abrid mi alma para el examen sincero, leal, varonil de mis defectos, sin buscar atenuantes y pretextos para indulgencias falsas hacia mí mismo. Dadme la verdadera contrición por mis faltas y el propósito de nunca reincidir en ellas. Así, oh Madre mía, seré verdaderamente capaz de realizar todas las proezas por Vos, porque bien sé que sólo a los despretenciosos Vos concedéis las grandes victorias.
(Compuesta el 4/2/1980)