Oh Madre del Buen Consejo, tened compasión de mí en los fracasos y en las perplejidades en los cuales mi alma culpable se encuentra. En medio de todas mis miserias, vuestra gracia me da la convicción de que es mejor cualquier sufrimiento que continuar como estoy. Y si, por tanto, la condición para que deje este infeliz estado es que me hagáis sufrir, con las rodillas dobladas en tierra y con las manos juntas, con toda mi alma, oh Madre mía, os pido que me deis el sufrimiento que sea necesario para que yo sea enteramente vuestro y, al mismo tiempo, la fuerza para soportarlo.
En ese sentido os suplico que, si fuese posible, yo me una enteramente a Vos sin que sea necesario ese sufrimiento, y que apartéis de mí ese cáliz. Pero si no fuese posible, a ejemplo de vuestro Divino Hijo, digo: Hágase en mí vuestra voluntad y no la mía. “Vuestra voluntad”, Madre de misericordia, pues Vos sois el canal necesario, por designio de Dios, para que subamos a Él y para que las gracias vengan hasta nosotros.