¿CUANDO VOLVERÁ ELIAS?

Publicado el 07/18/2016

Presente en la transfiguración de Jesucristo, quien reató la alianza de Dios con el pueblo hebreo, adversario y destructor del culto pagano de Baal, primer devoto de la Santísima Virgen, el profeta Elías fue arrebatado vivo en un carro de fuego. ¿Dónde se encuentra? ¿Volverá? ¿Cuándo? Son cuestiones candentes a respecto de uno de los más extraordinarios personajes de la Historia.

 


 

Regreso anunciado por Nuestro Señor

 

Imagen de San Elías (altar mayor del

Convento del Carmen, São Paulo)

“Resurrección” – Catedral de

Manresa (España)

“Él respondió: Elías, en verdad, está para llegar (antes de mi segunda venida), y restablecerá todo”(Mt. 17,11) Son palabras de Nuestro Señor Jesucristo a Pedro, Juan y Santiago, inmediatamente después del episodio de la Transfiguración. Si a los profetas del Antiguo Testamento les cupo la honra y la gloria de anunciar la venida del Salvador, San Elías tuvo el privilegio de ser anunciado por el propio Mesías.

 

Cuando descendían el monte Tabor, el Maestro prohibió a los tres Apóstoles contar los hechos ocurridos allá arriba, hasta su resurrección. Por el camino, venían los discípulos conversando sobre el sentido de la grandiosa escena que habían presenciado. Como todo judío piadoso, creían en la necesidad de que Elías precediera al Mesías. ¡Y ahora él apareció en la Transfiguración de Jesús! ¿Sería el comienzo? Uno de ellos no se contuvo y preguntó al Maestro: “¿Por qué dices a los escribas que Elías aún tiene que venir?”

 

Y Jesús replicó con las palabras reproducidas en el inicio del presente tópico, confirmando la profecía sobre el retorno de Elías para restablecer el orden. ¿Cuándo?

 

Antes de examinar esta pregunta, veamos quien fue este hombre tan grandioso.

 

Espada y fuego

 

Su nombre, que significa “el Señor es mi Dios”, aparece de forma abrupta en la Historia del Reino de Israel, y con un brillo prodigioso: “Como un fuego se levantó Elías; su palabra era ardiente como antorcha” (Eclo 48,1)

 

Se sabe que nació alrededor del año 900 a.C. en Tesba de Galad, junto a la frontera del país de los amonitas (actual Jordania). “Cuando Elías estaba por nacer, su padre Sabacha lo vio saludado por blancos ángeles, envuelto por fajas de fuego y alimentado con llamas. Habiendo ido a Jerusalén, relató [en el templo] la visión, y el oráculo le dijo que no temiese, pues aquel que iba a nacer habitaría en la luz, sus palabras serían sentencia segura y juzgaría a Israel con espada de fuego” (Doroteo, San Epifanio y Metafratres, apud Cornelio a Lápide, Comentarios al Libro 1° de los Reyes, cap. 17)

 

Su vida estuvo repleta de aspectos extraordinarios. Numerosos autores le atribuyen la virginidad perpetua, aunque esa virtud era rara en su tiempo. El famoso exégeta Cornelio a Lápide, al inicio mismo de sus comentarios, le confiere la santidad, la austeridad y la inocencia de vida. Muestra después, como el profeta se convirtió en el fundador de la vida monástica y eremítica al retirarse al Monte Carmelo, donde se dedicó a la contemplación, reuniendo a Eliseo y varios discípulos.

 

Irrumpiendo en medio de la apostasía

 

En aquel tiempo, los israelitas habían mezclado al culto del verdadero Dios, el culto pagano de Baal, dios de la fertilidad, y casi no lograban distinguir uno del otro. Los 450 sacerdotes de esa religión sanguinaria e inmoral eran protegidos por la reina Jezabel, una fenicia que les daba refugio y alimento en el propio palacio real. El Rey Ajab apoyaba las acciones de su esposa, al punto de edificar dentro de su residencia un templo para Baal.

 

En ese ambiente irrumpe como un rayo el hombre de Dios: ”Elías, tesbita, que habitaba en Galad, dijo a Ajab: ‘Vive Yahvé, Dios de Israel, a quien sirvo, que no habrá en estos años ni rocío ni lluvia sino por mi palabra’ ”(1 Reyes 17, 1). Ese ardor en las palabras y esa impresionante certeza de que el Señor lo oía, son característicos en este santo profeta. Y entra por primera vez en la Historia, confrontándose al rey y a los adoradores de Baal.

 

San Juan Crisóstomo se entusiasma con esa tempestuosa actitud de Elías, y comenta: “Cuando él, profeta del altísimo puso los ojos en el pueblo prevaricador, cuando vio claramente a Baal y a los ídolos ser sacrílegamente adorados, con desprecio del Señor, cuando todo el pueblo, abandonando al Creador se entregaba al culto de las estatuas de barro de los bosques, movido por el celo de Dios, decretó contra Judea la sentencia de sequía y del fin de las lluvias. Entonces, súbitamente la tierra lanzó vapores, el cielo se cerró, los ríos se secaron, las fuentes se extinguieron, el bronce hirvió, la temperatura torturó, la tranquilidad se hizo penosa, las noches se volvieron secas, los días áridos, las cosechas se quemaron, los arbustos fenecieron, los prados desaparecieron, los bosques languidecieron, los campos ayunaron, la tierra se volvió inculta, sus hierbas murieron y la ira de Dios se manifestó sobre todas las criaturas”(apud Cornelio a Lápide, idem)

 

La primera fuga

 

Por orden del Señor, Elías se retiró a la franja del Oriente, junto al torrente de Querit. En ese lugar fue alimentado con pan y carne llevados por cuervos. Entre tanto, el agua se secó y tuvo que cambiar de residencia.

 

Dios le prepara hospedaje en casa de una viuda, en Sarepta, Fenicia. Sería la ocasión para que realizar más milagros, en primer lugar al multiplicar diariamente la harina y el aceite de la pobre mujer a lo largo de tres años, y aún de resucitar a su hijo único: “Después de haber aprendido la misericordia en su retiro en el torrente de Querit, Elías enseña a la viuda de Sarepta la fe en la palabra de Dios, fe que confirma con su oración insistente: Dios devuelve la vida al hijo de la viuda”, dice el catecismo de la Iglesia Católica (n° 2583), reiterando la confianza del santo profeta en que sus súplicas serían atendidas.

 

Exterminio del culto de Baal

 

El hambre llegó a su extremo en Israel. Ajab afligido por no encontrar a Elías, salió por los áridos campos a la búsqueda de fuentes y hierbas. Mientras el rey recorría en vano el país, vinieron a avisarle de la proximidad de Elías. Ajab fue a su encuentro, y tan luego vio al hombre de Dios, le dijo: “¿Eres tú, ruina de Israel?”. Y Elías respondió: “No soy yo la ruina de Israel, sino tú y la casa de tu padre, apartándoos de los mandamientos de Yahvé y yéndoos tras los baales. Anda, convoca a todo Israel al monte Carmelo, y a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, que comen de la mesa de Jezabel”(1 Reyes 18, 17-19)

 

En lo alto del Tabor, en cuanto Jesús se

transfiguraba delante de sus discípulos, “Y

se les aparecieron Moisés y Elías hablando

con Él” (Mt 17,3). Al lado “La Transfiguración”,

fresco de Fray Angélico

Cuando los convocados se reunieron en el monte Carmelo, Elías aproximándose al pueblo, se dirigió a todos y les dijo: “¿Hasta cuando habréis de estar vosotros claudicando de un lado y de otro? Si Yahvé es Dios, seguidle a él; y si los es Baal, id tras él”(1 Reyes 18, 21) Esta imagen expresa el comportamiento de los israelitas, de doblar una rodilla delante de Dios y otra delante de Baal.

 

Dios sabe escoger el escenario para conferir valor y premiar el celo de los varones de su diestra. El monte Carmelo era el lugar ideal para el grandioso episodio tan maravillosamente narrado por la Escritura. Se levanta bien alto, junto al mar, en la frontera entre Samaria y Galilea a 32 kilómetros de Nazaret. Hoy en día, por sus laderas se avanza hacia la ciudad de Haifa.

 

Y Elías volvió a decir al pueblo: “Sólo quedo yo de los profetas de Yahvé, mientras que hay cuatrocientos cincuenta profetas de Baal. Que traigan bueyes para que escojan ellos uno, lo corten en pedazos y lo pongan sobre la leña, pero sin poner fuego debajo; yo prepararé otro sobre la leña, sin poner fuego debajo. Después invocad vosotros el nombre de vuestro dios y yo invocaré el nombre de Yahvé. El Dios que respondiere con el fuego, ese sea Dios”; y todo el pueblo respondió: “está muy bien”. (Reyes 18,22-24) El hombre de Dios, varón de confianza total en el Señor, estaba preparando los elementos para desenmascarar, de modo espectacular, ante todo el pueblo, la fraudulenta religión pagana. Con su manera de ser al mismo tiempo categórica y diplomática, invitó a los “profetas” del falso dios a invocar a Baal, “porque sois los más”. Ellos despedazaron el buey, lo colocaron sobre el altar y dieron inicio a sus ceremonias impetratorias:

 

“Estuvieron invocando el nombre de Baal desde la mañana al mediodía, diciendo ‘Baal, respóndenos’. Pero no había voz ni quien respondiese, mientras estaban ellos saltando en torno del altar que habían hecho. Al mediodía se burlaba de ellos Elías diciendo: ‘Gritad bien fuerte; dios es, pero quizá está entretenido conversando, o tiene algún negocio, o está de viaje.

 

Acaso esté dormido y así le despertareis’. Ellos daban voces y más voces y se sajaban con cuchillos y lancetas, según su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos”. (1 Reyes 18, 26-28)

 

Dios atiende los ruegos de Elías

 

Se agotó el plazo para los 450 “profetas” de Baal; era la hora de Elías clamar con confianza la acción del Dios de Israel: “Dijo Elías a todo el pueblo: ‘Acercaos’ y todo el pueblo se acercó a él”. Reinaba ciertamente un silencio lleno de expectativa, con todos los ojos clavados en la figura de aquel hombre de fuego: “Preparó el altar de Yahvé, que estaba en ruinas; y tomando Elías doce piedras, según el número de las tribus de los hijos de Jacob, a quien había dicho Yahvé: ‘Israel será tu nombre’, alzó con ellas un altar al nombre de Yahvé. Hizo en derredor una zanja tan grande como la superficie en que siembran dos satos de simiente; compuso la leña, cortó el buey en pedazos y lo puso sobre la leña. Dijo luego: ‘Llenad de agua cuatro cántaros y echadla sobre el holocausto y sobre la leña’. Después dijo: ‘Haced lo mismo otra vez’. Otra vez lo hicieron. Dijo aún: ‘Hacedlo por tercera vez’. Y por tercera vez lo hicieron. Corría el agua todo en derredor del altar y había llenado el agua también la zanja. Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se llegó el profeta Elías y dijo: ‘Yahvé, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel: que sepa hoy que tú eres Dios de Israel y que yo soy tu siervo, que todo esto hago por mandato tuyo. Respóndeme, Yahvé; respóndeme, para que todo el pueblo conozca que tú ¡oh Yahvé eres Dios y que tú conviertes a ti su corazón!’. Bajó entonces fuego de Yahvé, que consumió el holocausto y la leña, las piedras y el polvo, y aún lamió las aguas que había en la zanja. Viendo esto el pueblo, cayeron todos sobre sus rostros y dijeron: ‘¡Yahvé es Dios, Yahvé es Dios!’ Y dijo Elías: ‘Prended a los profetas de Baal, sin dejar que escape alguno’. Los apresaron ellos, y Elías los llevó al torrente de Cisón, donde los degolló”(1 Reyes 18, 30-40)

 

La nubecilla y la Madre de Dios

 

Entre Elías, su misión y los lugares donde vivió existe una bella armonía, muy bien resaltada por el autor del Libro de los Reyes. Y uno de los méritos del escritor inspirado es el de hacer sentir ese acuerdo profundo. Querit evoca el espíritu eremítico de Elías; Horeb, su intimidad con Dios; Sarepta, su espíritu de obediencia al Señor y su prudencia.

 

En el Monte Carmelo, San Elías se volvió

el primer devoto de la Santísima Virgen,

simbolizada en la nubecita precursora de

la lluvia sobre Israel

El Carmelo, la montaña de la renovación de la Alianza de Dios con su pueblo, recuerda su celo por la gloria del Altísimo y su fe inquebrantable.

 

Carmelo es un nombre derivado del hebraico Karem, que significa jardín o pomar y viña del Señor. Era el lugar apropiado para que Elías rogara fervorosamente a Dios por la lluvia. Inmediatamente después del enfrentamiento con los 450 “profetas” de Baal, Elías subió a la cima de ese monte y oró a Dios. Por siete veces mandó a su sirviente a mirar la franja del mar, para verificar si había señal de lluvia. “Y a la séptima vez dijo el siervo: ‘Veo una nubecilla como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar’ (…) Y en esto se cubrió el cielo de nubes, sopló el viento y cayó gran lluvia”(1 Reyes 18, 44-45)

 

Dios escuchará nuevamente al santo profeta: “La oración ferviente del justo tiene mucho poder”(Catecismo de la Iglesia Católica, n° 2582)

 

Según una antigua tradición en la Iglesia, aquella “nubecilla”, anunciadora de la lluvia, prefiguraba a la Santísima Virgen. En el Nuevo Testamento, Ella haría “llover sobre la humanidad” el Redentor, y después, las gracias obtenidas por su intercesión. El profeta Elías es considerado su primer devoto.

 

Encuentro con Dios y renovación de la Alianza

 

A pesar del comprobado milagro, Jezabel quedó devorándose de odio contra Elías, y le mandó un mensajero, avisando su determinación de matarlo al día siguiente, tal como lo hiciera con los “profetas” de Baal.

 

Atemorizado, el profeta caminó sin parar en dirección al sur. En el límite del desierto despidió a su sirviente, y se internó solo por aquellos parajes inhóspitos, caminando un día entero hasta caer medio desfallecido. Pero Dios envió un Ángel para revitalizarlo, ofreciéndole pan y agua, y así alimentado, Elías caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte Horeb, “el monte de Dios”(1 Reyes 19, 1-8)

 

En ese simbólico lugar, donde siglos antes Moisés hablara con Dios, Elías tuvo un encuentro análogo con el Señor. Solamente él y Moisés aparecieron en la transfiguración de Jesús, también los dos fueron los únicos que presenciaron la gloria del Señor en el Horeb. Dios pasó frente a él y dos veces le dirigió la palabra preguntando: “¿Qué haces aquí Elías?” .Y el profeta respondió: “He sentido vivo celo por Yahvé, Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a cuchillo a tus profetas, de los que sólo he quedado yo, y me están buscando para quitarme la vida” (1 Reyes 19, 9-10)

 

Glorioso por sus prodigios

 

Dios le encargó varias misiones, consistiendo las principales en consagrar un nuevo rey de Israel y en ungir a Eliseo, como profeta continuador de su misión. Esos encargos dieron ocasión a otros episodios narrados en el Libro de los Reyes. El Espíritu Santo canta el brillo de sus hechos con estas palabras: “¡Cuán glorioso fuiste, Elías, con tus prodigios! … ¡Dichosos los que mueren después de haberte visto, pero más feliz tú, que por siempre vivirás!” (Eclo 48, 4 y 11)

 

El punto culminante de su historia se verifica al despedirse de Eliseo, conforme lo relata el Segundo Libro de los Reyes: “Siguieron andando y hablando (Elías y Eliseo), y he aquí que un carro de fuego con caballos de fuego separó a uno de otro, y Elías subía al cielo en el torbellino” (2 Reyes 2,11) Ahora bien, el cielo propiamente dicho aún no había sido abierto por el Redentor. Así, nos preguntamos nuevamente: ¿Dónde está Elías y cuándo volverá?

 

Su misión aún no terminó

 

Arrebatado en cuerpo y alma en un carro de fuego, Elías aún no murió, según una consagrada tradición en la Iglesia Católica.

 

San Elías arrebatado en un torbellino de fuego,

en un carro tirado por caballos de fuego.

¿Dónde se encuentra ahora? No se sabe. La Sagrada Escritura, en la versión de los Setenta, dice haber sido arrebatado “quasi in coelum” (“casi al cielo”) Y esta es, comúnmente, la opinión de los Santos Padres y Doctores. Para algunos de ellos, Elías fue llevado al Paraíso Terrestre, el lugar de donde habían sido expulsados Adán y Eva, después de haber cometido el Pecado Original. Para otros, fue conducido hacia una región ignorada de la tierra. Entre los de la primera opinión están San Irineo, Tertuliano, San Isidro y Santo Tomás de Aquino, y entre los defensores de la segunda, San Gregorio Magno. Teodoreto manifiesta indecisión, por encontrar insuficientes los datos de la Escritura, como piensan también San Juan Crisóstomo y San Agustín.

 

¿Volverá Elías, y cuándo?

 

La tradición judaica, en el Antiguo Testamento, así como la cristiana, creen en su retorno. Y esta creencia es corroborada por varios pasajes de la Biblia.

 

El ya citado libro del Eclesiástico es categórico a ese respecto. Refiriéndose al profeta, exclama: “Que fuiste arrebatado en un torbellino de fuego, en un carro tirado por caballos ígneos; Adscrito y preparado para los tiempos venideros para aplacar la cólera antes del día del Señor, para reducir los corazones de los padres a los hijos y restablecer las tribus de Jacob” (Eclo 48, 9-10)

 

Y a través del profeta Malaquías, Dios repite esa predicción: “He aquí que yo enviaré a Elías el profeta antes que venga el día de Yahvé, grande y terrible. Él convertirá el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres, no sea que venga yo y entregue la tierra toda al anatema” (Mal 3, 23-24)

 

De tal modo la idea de la vuelta de Elías estaba fija en la mente de los judíos, que tomaron a Jesús por él (Mt 16,14; Lc 9,8), y pensaron lo mismo de San Juan Bautista (Jn 1,21) Este último negó que lo fuese, aunque hubiese venido “en el espíritu y poder de Elías para reducir los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lc 1,17)

 

Por encima de todo, son decisivas las ya citadas palabras de Divino Salvador: “El Respondió: ‘Elías, en verdad está para llegar (antes de mi segunda venida), y restablecerá todo’” (Mt 17,11)

 

Así, antes de la primera venida del Mesías al mundo, San Juan Bautista fue enviado como precursor. Antes de la segunda venida, próxima del grande y terrible juicio final, Elías deberá retornar. Él, príncipe de los profetas y prefigura de Nuestro Señor Jesucristo, aún no concluyó su misión: hace casi tres milenios aguarda la llegada del fin de los tiempos.

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