“La santidad hace al hombre capaz de multiplicarse por sí mismo, excediendo los límites de sus capacidades naturales.” Ese principio, comentado por el Dr. Plinio en este artículo, está muy presente en la vida de San Juan de Capistrano: asistido por milagros, convertía multitudes; con una austeridad auténtica, contundía los desvíos de su época.
La figura de San Juan de Capistrano es simplemente admirable. Él representa la imagen por excelencia del asceta franciscano.
San Juan de Capistrano – Lima, Perú.
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Comentemos algunos datos biográficos a su respecto 1 :
Por el fervor de sus prédicas, San Juan de Capistrano podía ser comparado a un león que ruge, o a una trompeta celestial. Y sus ejemplos confirmaban sus palabras. Viajaba siempre a pie, cargando en sus hombros los libros que utilizaba. Después de largos y vehementes discursos, exhausto de fatiga, pensaba nada haber hecho. Luego tomaba su alforja e iba a mendigar pan de puerta en puerta. Sus mortificaciones eran extremas: se alimentaba sólo una vez al día.
En compensación, Dios acompañaba la palabra de su siervo con milagros extraordinarios. Él no daba abasto para satisfacer a todas las poblaciones que reclamaban su ministerio.
Adonde llegaba, auditorios inmensos de hasta 150 mil personas se reunían para oírlo.
Los frutos de su apostolado fueron incalculables: restablecía la paz en ciudades divididas y convertía a pecadores irreductibles.
Cierta vez, el pueblo de una aldea se obstinaba en no dar oídos a los convites del santo. Repentinamente el territorio de la ciudad fue invadido por una multitud de ratones, que devoraban los arbustos y las hierbas.
En otra ocasión, predicaba en una plaza pública: 60 mil personas estaban pendientes de sus palabras y entre esa multitud había numerosos endemoniados. En su fervorosa improvisación, el hombre de Dios, dirigiéndose a ellos, gritó: “En nombre de Jesús, respondedme y repetid conmigo tres veces: ¡Oh, Nombre todopoderoso, Oh, Nombre terrible, Oh, Nombre todo divino!” Los pobres posesos repetían eso. Pero lo más admirable es que todos los demonios esparcidos por la región, 8 millas alrededor, lo repitieron juntamente, como si hubiesen oído la conjuración del santo.
Cuando predicaba contra la vanidad de las mujeres, lo hacía con tanta energía que, después del sermón, ellas le llevaban sus joyas y adornos, lanzándolos públicamente en la hoguera.
Durante sus sermones, San Juan detenía la lluvia de los cielos e imponía silencio a los pájaros que perturbaban su predicación.
Los leprosos son curados al tener contacto con San Francisco de Asís – Greccio, Italia.
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Un historiador así describe un día de ese santo, cuando predicaba en Nuremberg:
“Se levantaba antes de la aurora a fin de recitar el Oficio y prepararse para la Santa Misa. Dirigía entonces, al pueblo, un sermón en latín, que un intérprete traducía al idioma del lugar. Volvía al convento, rezaba Sexta y Nona. Buena parte de la tarde era consagrada a visitar a los enfermos. Después concedía audiencia a aquellos que necesitaban hablarle. Recitaba las Vísperas y volvía al servicio de los enfermos hasta la noche. Después de las Completas y de la oración de la noche, concedía algún reposo a su cuerpo, aunque le robase al sueño varios momentos para volver a ver la Sagrada Escritura. Tal era la eficacia de sus palabras, que hacía llorar inclusive a aquellos que no comprendían su lengua.”
Con austeridad auténtica, San Juan contundía los desvíos de su época
La espiritualidad de San Francisco de Asís presenta dos aspectos diferentes: por un lado, la dulzura, de la cual nos da ejemplo el propio San Francisco; por otro lado, la severidad.
La severidad de los capuchinos en su gran época se hizo famosa en la Historia de la Iglesia. Hombres austeros, que practicaban la pobreza llevada a sus límites más extremos, y combatían la infidelidad, la inmoralidad, las herejías de los grandes y poderosos de un modo verdaderamente admirable.
San Juan de Capistrano vivió en una época en la que los efectos del Concilio de Trento todavía no se habían hecho sentir, donde el amor exagerado al lujo había invadido los ambientes eclesiásticos – hecho que fue aprovechado como pretexto por los pseudo-reformadores del protestantismo.
Los sacerdotes de aquel tiempo se relacionaban con lo que fue antiguamente la clase dominante, la nobleza; por eso, tanto cuanto podían, aspiraban a llevar una vida de lujo y de pompa, imitando a los grandes señores feudales.
Por otro lado, muchos ingresaban en el estado religioso sin tener una vocación auténtica y, de esa forma, degradaban el estado sacerdotal.
El Dr. Plinio durante una conferencia en los años 90.
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Los nobles de ese tiempo también llevaban una vida repleta de delicias, de opulencias, una vida de gozo sensual, opuesto a la austeridad evangélica.
Contra esa forma de Revolución, los religiosos capuchinos y franciscanos aparecen como los contra-revolucionarios por excelencia.
En carreteras transitadas por magníficos carruajes, atravesadas por hombres montados en caballos ricamente enjaezados, por las cuales viajaban burgueses en cómodas literas, se veía también la figura austera de un franciscano todo él sobrenatural, con un paso veloz y decidido, recogido en oración, varonil, fuerte, saludable, llevando en sus espaldas un saco lleno de libros de oración.
Eso constituía un contraste tremendo con toda esa flojera, con toda esa efervescencia de sensualidad y de orgullo que ya estaba produciendo sus frutos y que los iba a producir intensamente más adelante.
Asistido con milagros, el santo austero convertía multitudes
Cuando los franciscanos ocupaban el púlpito hacían sermones tremendos, diciéndole las verdades a todo el mundo, increpando la vida de flojera, la sensualidad, el orgullo, la lujuria en la cual se estaban hundiendo.
En la historia de San Juan de Capistrano vemos auditorios hasta de 150 mil personas oyéndolo. Podemos imaginar el deseo que ese pueblo manifestaba de oír reprimendas, ¡porque había reprimendas fuertes!
Él hablaba contra el lujo de las mujeres, contra los vicios del pueblo. Todo eso era dicho y el pueblo acudía en gran cantidad a oír. Naturalmente, eso causaba mucha impresión, pero entre causar impresión y causar conversión, la distancia es grande. Y San Juan de Capistrano muchas veces no conseguía el resultado que tenía en vista.
Sin embargo, esta era una época en la cual los milagros todavía se multiplicaban: cuando él hablaba los ratones llegaban a roer las plantas; la tierra temblaba; los endemoniados repetían lo que él les ordenaba. Lo vemos, por lo tanto, alcanzar enormes resultados en el púlpito.
Un pequeño reposo después del fatigante trabajo cotidiano
Terminado el trabajo apostólico, ¿qué hacía San Juan?
Se retiraba con calma al recogimiento de su celda.
Él – que no sólo acababa de sacudir ciudades, sino también de arrancar milagros de la propia misericordia de Dios – dormía en un rincón. Después, mientras la ciudad todavía estaba inmersa en el sueño, él comenzaba sus largas oraciones.
Misionero franciscano predica a las multitudes – Ouro Preto, Brasil.
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Podemos imaginar la edificación de alguien que, regresando a casa a las tres, cuatro de la mañana, pasando cerca de un convento, ve una lucecita encendida y comenta: “Es Fray Juan de Capistrano, un santo, que ya está despierto. Él es uno de los primeros en la ciudad en despertarse, mientras la ciudad todavía duerme. A esta hora el santo varón reza, lee su Libro de las Horas, se prepara para la Misa.” Con sólo imaginar la oración de San Juan de Capistrano, un calor sobrenatural nos llena el alma.
Después va a visitar a los enfermos, va a atender a las personas. Come una sola vez al día. Finalmente se va a acostar exhausto. Pero en el momento en que se acuesta, vuelve a ver un poco las Sagradas Escrituras.
La santidad hace al hombre capaz de multiplicarse por sí mismo y de exceder los límites de sus posibilidades naturales
¡Vemos en San Juan de Capistrano cómo Dios es admirable en sus santos! En él vemos muy bien qué es la santidad.
San Juan de Capistrano – Cracovia, Polonia.
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Se trata de una gracia excelente que toca el alma en lo que ella tiene de más profundo, proporcionándole dones magníficos que exceden la simple naturaleza. La gracia la completa de tal forma, que el hombre como que se multiplica por sí mismo y se vuelve muy superior a una persona común: casi se convierte en un ángel, se vuelve una figura del propio Dios.
Christianus alter Christus. Es Nuestro Señor Jesucristo diciendo las verdades, sacrificándose, haciendo penitencia, orando continuamente, visitando a los pobres y haciendo milagros.
Tenemos, por lo tanto, la figura de un gran contra-revolucionario en función de los aspectos de la Revolución en esa época; un santo cuya biografía nos llena el alma.
Que San Juan de Capistrano rece por nosotros.
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1) No poseemos la fuente de la ficha utilizada por el Dr. Plinio en esa ocasión.
(Revista Dr. Plinio, No. 154, enero de 2011, pp. 10-13, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del 27.3.1967).