El amor a la Santísima Virgen se impone – Santa Laura Montoya

Publicado el 10/19/2016

En Dabeiba las conversiones se hacían especialmente, por la Santísima Virgen. Todo allí respiraba ese aire mariano que todavía hoy puede observar cualquiera que visite y conozca un poco a fondo los catíos de esa región.

 

Una vez me decía un indio que no quería ni a Dios, ni a mí, ni a las hermanas, ni al cielo, ni nada. Entristecida le dije. ¿De suerte que tampoco quiere usted a María Madre mía?

 

Con viveza, como quien defiende un derecho que van a usurparle me dijo:

– ¡María Madre mía, ése sí quiere yo!

 

No tardará mucho en convertirse, les dije a las hermanas, porque María es la puerta de la fe. Efectivamente poco tiempo después, pedía el santo bautismo y se hizo un buen cristiano.

 

No era que en una parte se descuidara hacerles amar el Santísimo Sacramento, ni que en la otra se descuidara el inspirarles amor a María, ¡no! Es que Dios sin duda ninguna, quería mostrarnos desde los principios, que Él tiene sus gracias en muchas manos y que no hay que apegarse a ningún medio, ni hacerse exclusivista. ¡Qué bien se respira en lo ancho de los caminos misericordiosos del Señor!

 

Hablo de esto, Padre, porque deja ver un rasgo de las lecciones con que Dios ha ido formando a las Misioneras. Yo misma les había enseñado que sólo por la Virgen podíamos conseguir la gracia de la conversión de esos infieles tan duros y rudos. Verdaderamente, la Santísima Virgen era el primer amor que se les infundía; sin embargo, aunque en Rioverde la amaban mucho, no era su amor dominante, ni la fuente de su gracia, al parecer por lo menos. Ése, era el amor generador de todos los demás.

 

En esta inesperada lección, vi Padre, lo ancho de los caminos de Dios y creo que aunque se sienta alguna inclinación especial a una cosa buena, no debe pensarse que las otras no dan el mismo resultado, en orden a la gracia.

 

Dios se vale de todo, pero antes de esta lección estaba tan apegada o convencida de la idea de que todo lo que mostrara a Dios sufriendo o rebajado al parecer, no debía enseñárseles, sino después de todo, cuando ya comprendieran que era tan grande y sabio que esos mismos rebajamientos de la Encarnación lo hacían más grande.

 

Por eso cuando al principio los indios al ver a Cristo, me preguntaban, quién era Ése, les contestaba siempre: Ésta es una cosa que Dios quiere mucho y por eso la queremos nosotros también. Verdaderamente, eso de mostrarles a Dios muerto en la cruz, ha sido un escándalo para ellos. Un día me dijo uno: No enseñés que hay Dios, que eso es mentira.

 

– ¿Por qué? Le dije yo.

– Porque hace tiempo que se murió, ¡yo sabe!

 

Por todo esto, había creído, que el camino era otro y lo es verdaderamente, en lo que podemos llamar pedagógico; pero Dios no está sometido a ninguna ley y convierte sus almas por mil caminos.

 

Comprendo, padre, que me enredé mucho dando esta idea, pero me importa porque quiero que seamos siempre fieles a estas enseñanzas de Dios y correspondamos teniendo ese espíritu amplio y libre que permite a Dios desarrollar mejor su acción en las almas. ¡Los espíritus de ideas fijas y de exclusivismos caprichosos, me parece que se apartan más de Dios y le ponen trabas a su amor! ¿Estaré equivocada?

 

Historia de las misericordias de Dios en un alma, Autobiografía de Santa Laura Montoya

Upegui, página 593, 5ª edición, agosto de 2.013, Carvajal Soluciones de Comunicación S.A.S.

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