Meditación para el 1er Sábado – Julio 2015

Publicado el 07/03/2015

 

Meditación para el 1er Sábado

* Mons. João Scognamiglio Cla Dias, EP

 

5to. Quinto Misterio Luminoso

La Institución de la Sagrada Eucaristía  

 


 

Damos inicio a la meditación reparadora de los primeros sábados que nos fue pedida por Nuestra Señora, cuando apareció en Fátima en 1917. Ella pedía que comulgásemos, rezásemos el rosario, hiciésemos la meditación de uno de los misterios del Rosario y nos confesásemos en reparación a su Sapiencial e Inmaculado Corazón. Para los que practicasen esta devoción, Ella prometía especiales gracias para la salvación eterna.

 

Dios te salve, María…

 

Introducción:

 

El mismo Jesús que andaba por las calles, por las plazas y por todos los lugares por donde pasaba, curando, perdonando y haciendo el bien, lo encontramos a disposición en la Eucaristía.

 

Este pasado 23 de junio celebramos la solemnidad del Corpus Christi, el Cuerpo de Cristo, por lo tanto es oportuno que consideremos el quinto misterio luminoso: La Institución de la Sagrada Eucaristía.

 

Oración inicial:

 

Oh María Santísima, en el momento en que nos preparamos para la meditación reparadora de los Primeros Sábados, imploramos tu auxilio.

 

Recordamos, de modo especial, el período santo y glorioso en que Nuestro Señor Jesucristo, viviendo en vuestro claustro virginal, estaba contigo día y noche. Os pedimos que, por los méritos de ese momento de tu vida, nos obtengas los sentimientos ardorosos que Vos tenías.

 

Recordamos también, oh María Santísima, vuestra Primera Comunión, en la primera Misa en el Cenáculo. Qué actos inefables de adoración, de acción de gracias, de reparación y de petición cuando recibiste en vuestro pecho el Santísimo Sacramento.

 

Colocando mi atención en tus manos y en la Santísima Eucaristía, yo inicio esta meditación, para mejor reparar vuestro Sapiencial e Inmaculado Corazón.

 

Así sea.

 

I­ Jesús triunfa de la ingratitud de los hombres.

 

“Un día, cierto hombre hizo un gran banquete y a la hora de la cena envió a sus siervos a decir a sus invitados: ya está todo preparado: venid y comed, todo está preparado. Venid, comed de mi pan y bebed el vino que ospreparé”. Así canta un piadoso himno, transbordando de unción eucarística, tan sublime misterio delamor de Dios. Jesús sabiendo que había llegado la hora de separarse de sus discípulos y concluir en la cruz la obra Redentora, los consuela de la pérdida de su presencia visible y quiere quedar con ellos en el Santísimo Sacramento.

 

“En la noche en que fue traicionado”, Jesús quiso oponerse a los excesos de la maldad humana, un gran banquete de dulzura celestial, del exceso de su Amor, instituyendo la Eucaristía.

 

Es necesario considerar el Amor con que Él se dio: “en la noche en que Él fue traicionado, en esta noche fue que Él nos da el Pan de la Vida”. Es la maravilla que Él pensó para estar en medio de los hombres el tiempo entero.

 

Afirma San Pedro Julián Eymard: “¡Admirad las invenciones del amor de Jesús!!”

 

“Semejante al padre de familia que trabaja la vida entera con un fin único, al morir dejar a sus hijos el sustento necesario. ¡Jesús murió plenamente satisfecho por dejarnos el pan, qué Pan! “¿Qué más nos podría dejar?, En ese testamento de amor incluyó todo, condensó todas sus gracias y su propia gloria”.

 

Estábamos presentes en la Cena y Jesús nos reservó, no solamente una Hostia más si, cien, mil hostias, hostias para todos los días de nuestra vida. “¿Pensamos, por acaso, en esto?”. “Jesús quiso amarnos con exceso; nuestras hostias están preparadas, no dejemos que se pierda una sola!”

 

De una forma como nadie podría inventar, es un modo tan admirable que los serafines pensando en el asunto por toda la eternidad no podrían imaginar esta idea: Dios darse a los hombres en las especies de pan y vino.

 

En el momento en que los hombres lo traicionan, Él ve un modo de darles el supremo DON.

 

Él quiso estar con nosotros bajo la forma de alimento para no separarse de nosotros. Está entrañado en nosotros. Fue el modo que Él ideó para establecer una unión muy íntima con nosotros.

 

1­ La didáctica divina:

 

La Providencia Divina actúa sin prisa, con esmerado preparación, sobre todo cuando tiene por objetivo obras grandiosas. Nada de grandioso se hace repentinamente, dice un proverbio latino. El más excelso de todos los sacramentos, la Eucaristía, tenía que ser precedido por bellas pre­figuras, en una larga preparación de la humanidad a través de los siglos. En el Antiguo Testamento, una de las más expresivas fue el maná caído del cielo para los hebreos, durante los cuarenta años de travesía en el desierto en busca de la Tierra de Prometida.

 

Los hebreos del tiempo de Jesús ya tenían ese conocimiento histórico para comprender lo que debe ser el pan de la vida. Sus padres ya habían comido el maná en el desierto. Cuando tenían hambre era solo recoger aquella nieve magnífica en las mañanas y que duraba hasta la noche; una nieve extraordinaria que es un alimento fuera de lo común: el maná.

 

2­ El pan de Vida Eterna.

 

En el Evangelio el Divino Maestro multiplica los panes y nos hace patente su imperio sobre la materia. Después Él camina sobre las aguas en un mar encrespado, y nos hace ver cuánto dominaba su Cuerpo. Estaban fijadas las bases para la institución de la Sagrada Eucaristía.

 

Nuestro Señor tiene el cuidado de decir: “vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron”.

 

Él levanta la curiosidad a toda la asistencia en relación a un pan que una vez comido, produce la inmortalidad. En aquel público la curiosidad era mucho mayor, porque estaban con el sabor del pan que Jesús había multiplicado el día anterior y el sabor muy vivo en el paladar.

 

Un gusto extraordinario de un pan que ellos nunca habían comido. Ellos buscaban un pan que más allá del sabor excepcional, produzca también la inmortalidad. Y Nuestro Señor dice: “Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.” (Jn, 6, 58).

 

Éste es el pan que Él nos dejó, que está aquí, en el Sagrario, que se hace presente en nuestros altares a partir del momento en que el sacerdote pronuncia las palabras de consagración. A partir de ese momento no hay más pan, no hay más vino, hay Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,

 

Nuestro Señor ya había hecho el milagro de las Bodas de Caná, transformando el agua en vino. Con los milagros dichos arriba, estaban preparados para recibir el “Pan de Vida”.

 

Reflexión:

 

Sin embargo, la Eucaristía que es el Pan de Vida; también sabemos que quien no come de esa Carne y quien no bebe de esa Sangre, no tendrá la vida.

 

No es que la persona no morirá de la muerte humana, común y corriente a la que está destinada toda criatura humana. Quien come sabemos que también muere. Él mismo, Nuestro Señor murió. Todos los que desde esa época hasta ahora comulgan, mueren. No es a la muerte de la vida humana sino que hace referencia a la vida eterna y sobrenatural.

 

Y ésta Nuestro Señor garantiza que la concede a todo aquél que recibe ese pan.

 

Es esta la invitación que nos hace esta meditación.

 

¡Remedio para la crisis del mundo moderno!

 

“Venid a mi todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso” (Mt, 11,28).

 

En el momento en que un espeso manto de egoísmo y de materialismo cubre nuestra sociedad, en ese momento la vitalidad de la Iglesia y el caluroso pulsar de la Fe fue atestiguado con la presencia de más de un millón de fieles en la ceremonia de canonización de Juan Pablo II.

 

Así pues, cabe preguntarse si la sensación de aislamiento, vacío y carencia de afecto auténtico del hombre contemporáneo —fruto de la crisis existencial que padece el mundo— ¿no podría ser remediada presentando en toda su grandeza el acto de amor de un Dios que, además de hacerse hombre para redimirnos, quiso aún entregarse a nosotros como alimento en la Eucaristía?

 

El triunfo de la Iglesia Católica se dará en el mundo moderno por la victoria de la Sagrada Eucaristía, fuente de gracia abierta para el mundo por intercesión de la Santísima Virgen, que rezando siempre a Jesús Eucaristía, nos consigue las gracias que necesitamos.

 

Sin duda, los actos de amor eucarísticos de la Madre de Dios dieron más gloria a Dios de que todas las honras prestadas al Santísimo Sacramento por los ángeles y hombres a lo largo de la Historia. Nuestra Señora modelo perfecto de los adoradores de Jesús Hostia.

 

Este papel de la Sagrada Eucaristía en el mundo moderno nos hace pensar en Nuestra Señora, y no se puede hablar de triunfo ni de gracia sin hablar de Ella, que es la medianera junto a Nuestro Señor Jesucristo. Podemos afirmar que uno de los dones más preciosos que la Sagrada Eucaristía da al mundo es la devoción a Nuestra Señora. Y que esa devoción a Nuestra Señora salvará al mundo.

 

* * *

 

II – La Devoción Eucarística

 

Era muy importante, no sólo para los días de la Iglesia naciente sino también para los tiempos del futuro, instruir a los fieles a propósito del más substancioso de los sacramentos.

 

San Juan acoge con mucho celo, piedad y ortodoxia esta trascendental misión. Él dedica todo el capítulo VI de su Evangelio para tratar de este relevante tema, haciendo accesible al lector la comprensión de la sabiduría, el esmero y la eficacia del Divino Maestro en preparar al pueblo para creer, amar y desear ese Sagrado Banquete que se constituye, desde el inicio, en elemento esencial para fortalecer la virtud y la perseverancia en los ya bautizados.

 

En los once primeros siglos de la Historia de la Iglesia, la Eucaristía se volvió centro de la vida sobrenatural de los fieles, pero fuera del Santo Sacrificio, no recibía ningún culto público. Fue solo en el siglo XII, enfrentando a algunas sectas heréticas que negaban la transubstanciación y la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento del altar, que la gracia suscitó un gran fervor eucarístico en las almas.

 

Ciertas costumbres en relación al Pan de los Ángeles surgieron espontáneamente, otros fueron instituidos por autoridades eclesiásticas como por ejemplo la orden emanada de la Cátedra de Pedro, por el Papa Gregorio X (1271­1276) para que todos se arrodillen en adoración, durante las Misas, desde la consagración hasta la Comunión.

 

Institución de la fiesta del Corpus Christi

 

En el siglo XIII surgió un enorme incentivo a la devoción eucarística a propósito de un portentoso milagro. En 1263, un sacerdote alemán que viajaba para Roma se detuvo en Bolsena, para celebrar la Santa Misa. Durante la misma, imploró el auxilio de Dios para librarse de las tentaciones puestas por el demonio contra su fe en la Sagrada Eucaristía. Cuál no fue su espanto cuando, apenas pronunciadas las palabras de Consagración, vertieron de la Sagrada Hostia gotas de Sangre que humedecieron completamente el corporal. Fue una verdadera conmoción popular; las reliquias fueron llevadas a Orvieto, donde se encontraba el Papa Urbano IV. Para guardar estas reliquias, se construyó la Catedral de Orvieto, uno de los más bellos monumentos policromados de la arquitectura.

 

Los santos siempre exaltaron la Sagrada Eucaristía. Dos ejemplos:

 

• San Agustín (confesiones, VIII, 9): “soy el manjar de los robustos. Crece en mí y me recibiréis y no me cambiaréis a mí en ti, cual harías con una comida corporal, sino, que tú te cambiarás en mí”

 

• San León Magno (Sermón 14, de la Pasión): “la participación del cuerpo y de la sangre de Cristo no hacen otra cosa sino transformarnos en lo que comemos”.

 

Tenemos aquí algunos elementos para entender la afirmación de Jesús: “aquel que come mi carne vivirá por mí”.

 

* * * * *

 

Milagros Eucarísticos

 

La Hostia Milagrosa de “Santarém”

 

Dios opera con generosidad milagros admirables, para despertar o aumentar la fe. Algunos son especialmente notables por su carácter permanente como el narrado abajo.

 

(artículo del P. Pedro Paulo de Figueiredo, EP).

 

Afirma Santo Tomás de Aquino que la Eucaristía es el mayor milagro que pueda existir. En ella se realiza permanentemente una serie de prodigios. Por la Consagración, Jesús se vuelve realmente presente en las Especies Eucarísticas. Nadie lo ve, pero la fe, prestando “seguro suplemente a la deficiencia de los sentidos”, nos da la certeza de su presencia.

 

Todo en la Eucaristía es misterio, pero Dios, frecuentemente manifiesta maravillas que confirman lo que se pasa sobre el altar. La Historia está llena de milagros, destinados a despertar la fe de los pueblos, confundir a los incrédulos, punir la audacia de los sacrílegos o recompensar la confianza y el fervor de los fieles. Uno de ellos ocurrió en Portugal, en el año 1266, cuando reinaba Don Alfonso III, hijo de la Reina Santa Isabel.

 

Había en Santarém una Iglesia dedicada a San Esteban, hoy Basílica del Santísimo Milagro. En la calle llamada de las ‘Esteiras’, no lejos de la Basílica, vivía una pobre mujer a quien el marido infiel le causaba muchos disgustos. Viéndose maltratada, buscaba el medio de poner fin a aquella terrible situación. Desahogando sus penas con una vecina, quien tenía fama de “lanzar hechizos”, le pidió que, por el ejercicio de su “arte”, le aconsejase algún medio para que su esposo la amase.

 

Esta vecina, que hacía magias, le prometió una pronta solución, diciendo: “ve a la Iglesia y comulgue. Una vez que el sacerdote le administre la partícula, se la saca de la boca, entera, sin que nadie se de cuenta. Escóndala en el velo y me la trae escondida. Ordenaré con ella ciertas devociones y le garantizo que su marido vivirá para Ud. Él querrá amarte”.

 

Viendo que por este acto un medio fácil para acabar con sus disgustos, la ingenua cristiana no percibió la maldad y el odio de la bruja para con Nuestro Señor Eucarístico.

 

Sucedió el milagro

 

Al día siguiente, de mañanita, fue a la Iglesia de San Esteban donde se confesó y enseguida que recibió la hostia consagrada, la sacó de su boca con toda cautela, la envolvió y se fue. Corrió para la casa de la bruja, contentísima por ver finalmente llegada la hora de su mayor consolación.

 

Sin embargo, sin darse cuenta, de los dobleces del velo comenzaron a caer gotas de sangre, Las personas que pasaban por la calle le preguntaban que herida tenía que le hacía salir tanta sangre. Avergonzada, cambió su curso, entró en su casa y escondió en un baúl el fruto de su robo sacrílego.

 

Vacilante, sin saber qué hacer con la hostia, esperaba la llegada de su marido. Quería contarle todo pero la vergüenza la hizo callar.

 

Por la noche se despiertan de improviso. Ven que toda la casa resplandecía. El humilde baúl había sido transformado en un sagrario, y de allí salían rayos magníficos. Asombrados ­y asustados­ el marido le pregunta a la esposa el motivo de tan esplendoroso espectáculo. Ésta, ya sin ánimo para encubrir su culpa, le cuenta toda la verdad. Se levantaron enseguida y fueron a colocarse de rodillas delante de la Sagrada Partícula. Pasaron así toda la noche, esperando el despuntar del día, para poder avisar al Párroco de tan maravilloso prodigio. Con los primero albores, el sacerdote corrió a la casa de la inconsciente mujer, junto con muchos habitantes de Santarém.

 

Bien examinado y confirmado el milagro, el Párroco y otros eclesiásticos tomaron la Sagrada Hostia, escondida todavía en el velo, y debajo de un palio llevaron aquel precioso tesoro en procesión solemne de regreso a la iglesia.

 

El velo manchado con la Sangre Eucarística fue dado a los frailes de San Domingo, que lo conservan en un relicario de cristal. La Hostia milagrosa fue envuelta en cera y guardada en una custodia, expuesta a la adoración de los fieles, los cuales le dieron el piadoso nombre del “Santo Milagro”.

 

Setenta y cuatro años después, en la fiesta del Cuerpo de Dios, al abrir el sagrario en presencia del rey Don Alfonso IV y de la Corte, el Párroco encontró quebrado la envoltura de cera y la Hostia envuelta, de forma humanamente inexplicable, por una camada del más puro cristal sin ninguna marca de unión o soldadura.

 

Ocho siglos de historia

 

No acaba aquí la historia del milagro de Santarém. Esta partícula consagrada atravesó los siglos sin sufrir los daños del tiempo, siendo la salvaguarda de los habitantes de las inmediaciones: cuando algún flagelo los amenazaba, o los sembrados estaban en peligro de perderse, llevaban la Hostia milagrosa en procesión por entre los campos. Y nunca fue vana su confianza.

 

Pero lo más admirable fue que Nuestro Señor se mostró en ella muchas veces debajo de diversas formas de su humanidad: a veces de niño en los brazos de su madre, o de adolescente, o de hombre en la fuerza de la edad. Algunas veces se mostró llagado y sufridor. En otras ocasiones, con aire amenazador, en otras resplandeciente de bondad y de misericordia. Inclusive hubo oportunidades en que Él se hizo ver sucesivamente en esas diversas formas.

 

Los teólogos ven en esos milagros un argumento de peso en la confirmación de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. En su libro “Panegírico al Santísimo Sacramento”, el escritor M. P. Lejeune afirma: “San Pablo dice que los milagros no son necesarios a los fieles pero sí a los infieles; así mismo, la bondad divina los hace de vez en cuando para confirmar la fe y consolar la piedad de los fieles”.

 

El “Santo Milagro” puede ser adorado por los fieles hasta el día de hoy, en el primer jueves de cada vez y en domingo siguiente al de Pascua”.

 

Oración Final:

 

Oh, María Santísima, Vos que sois la más excelente devota del Santísimo Sacramento, ardiente de amor a Dios en Vuestro Inmaculado Corazón, nos invitas también a ser devotísimos de la Eucaristía. Suplicamos que aceptes esta meditación en desagravio a Vuestro Sapiencial e Inmaculado Corazón. Concedednos gracias sobre gracias para comprender bien el tesoro que poseemos, el más bello y el más esencialmente alto y elevado de los sacramentos y dadnos un ardor extraordinario por la Eucaristía como Vos lo tuvisteis.

 

Madre Mía, aquí estamos para que nos transforméis en ardorosos adoradores de la Eucaristía.

 

¡Así Sea!

 

(Basado en la meditación de Mons. João Clá Dias, Catedral da Sé, Sao Paulo­ Brasil, 2­7­2005. Sin revisión del autor)

 

 

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