Comprendieron entonces que se trataba de un hecho sobrenatural, y que la “muñequita” era en verdad una imagen de la Madre de Dios, que quería ser honrada y venerada en ese lugar por el pueblo costarricense.
Era la bella mañana del 2 de agosto de 1635. Juana Pereira, una humilde niña mestiza de Cartago (antigua capital de Costa Rica, situada a 24 km. al este de San José), salió a buscar leña como siempre. Al llegar al Poblado de los Pardos, se encontró sobre una enorme piedra, de la cual nacía agua de manantial, una linda muñequita de coloroscuro con un niño en los brazos. Juana, muy admirada, se la llevó a casa, donde la guardó en un baúl. Al siguiente día, cuando salió a buscar más leña, la sorprendió una muñequita exactamente igual a la del día anterior. Con mucha alegría se la llevó también, pensando que ya tendría dos; pero cuál no fue su sorpresa al abrir el baúl y notar que la otra muñequita había desaparecido. En todo caso, deci dió guardar la “segunda”.
Al tercer día, pasando por el mismo lugar, encontró sobre la piedra otra muñequita igual a las anteriores. Era demasiada coincidencia, y la niña quedó muy extrañada, pero decidió llevársela con el fin de averiguar lo que su cedía. Cuando llegó a su habitación, comprobó que la “segunda” había desaparecido también.
Ahí quería ser venerada la Madre de Dios
Fue tan grande el asombro de Juana, que salió corriendo a la iglesia para contarle al párroco lo sucedido. El Padre Alonso de Sandoval, al ver la pequeña estatua, sintió un gran deseo de saber el origen de esa “muñequita” tan especial. La guardó en una caja pensando en examinarla con cuidado más tarde. Pero al otro día al abrir la caja ya no estaba. Juana la encontró por cuarta vez en la piedra y la llevó hasta a la casa del Padre Sandoval.
En vista de ese prodigio, el párroco juntó a los fieles y llevó la pequeña imagen en procesión hasta la iglesia, donde quedó guardada en el sagrario para mantenerla segura. Pero, a la mañana siguiente, comprobándose una nueva desaparición, todos corrieron al Poblado de los Pardos y encontraron ahí, sobre la misma roca, a la prodigiosa estatuilla. Comprendieron entonces que se trataba de un hecho sobrenatural, y que la “muñequita” era en verdad una imagen de la Madre de Dios, que quería ser honrada y venerada en ese lugar por el pueblo costarricense.
Lucha contra los terremotos
Al principio se le dio a la imagen el nombre de Virgen Morena por su apariencia. Luego, la llamaron Virgen de los Pardos, por el poblado donde fue encontrada y después Reina de Cartago por ser la provincia en la cual se dio el hallazgo.
Por último, decidieron poner a la imagen el título de Nuestra Señora de los Ángeles, por habérsela encontrado un 2 de Agosto, cuando la Orden Franciscana venera a su Patrona como Santa María de los Ángeles.
La expresiva imagen mide aproximadamente 20 centímetros. Tiene los rasgos de una mestiza, cara redonda, ojos rasgados, nariz y boca pequeñas, y está hecha de diferentes materiales, como jade, roca volcánica y grafito. En sus brazos y cubierto por el manto, la Virgen sostiene al Niño Jesús, que descansa en su pecho mientras señala con su mano derecha el Inmaculado Corazón.
Santuario Nacional de Nuestra Señora de los Ángeles
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En 1639 se construyó la primera iglesia en honor a la “Virgen Morena”.
Al extenderse su devoción, los fieles decidieron construir en 1674 una iglesia digna de Ella. Pero, como un fuerte terremoto la destruyó por completo en 1822, se comenzó, dos años después, la construcción de un tercer templo, que también se desplomaría en 1910 por otro terremoto. Finalmente, en 1912 empezó la construcción del actual Santuario Nacional, de estructura antisísmica. El 26 de Julio de 1935 el Papa Pío XI le otorgó el título de Basílica Menor.
“Todas las generaciones me llamarán bienaventurada”
Desde el hallazgo de la “negrita” (como la llaman cariñosamente los fieles), el pueblo costarricense ha manifestado su amor y devoción a Nuestra Señora de los Ángeles por medio de bellas tradiciones. Una de ellas es la ceremonia de Vestimenta y Bendición realizada el 1º de Agosto, víspera de la Fiesta Nacional.
En esta celebración el rector del Santuario le pone a la imagen el rico vestido que llevará por un año. Luego, con la Virgen en sus manos, bendice a los fieles. Otra tradición muy pintoresca es la Romería, una gran caminata que realizan los fieles de todo el país y de otras partes de Centroamérica desde sus casas hasta la Basílica, con el fin de pedir o agradecer algún favor a la Virgen.
El 2 de Agosto, día de la gran fiesta, la imagen es llevada hasta el altar construido en la plaza de la Basílica, donde se celebra la solemne Eucaristía. Después de misa se lleva a cabo la grandiosa procesión anual, acompañada por las autoridades eclesiásticas y civiles junto a miles de fieles y peregrinos llegados de todas partes.
Manifestándose en diversos países con hechos tan maravillosos como el de Costa Rica, la Virgen no deja lugar a dudas: Dios quiere que reine en todos los corazones y en el mundo en tero. “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (Lc 1,48), afirma el hermoso himno del Magnificat.