Biografia
Nació en Colonia, Alemania, hacia el año 1035. Estudió en Reims y en Paris. Fue ordenado sacerdote y se dedicó a enseñar teología. Fue canciller de la diócesis de Reims. En 1084 se retiró con 6 compañeros para fundar el monasterio de los monjes Cartujos, La Grande Chartreuse, cerca de Grenoble, en los Alpes franceses. Siguen estrictamente la regla benedictina.
San Bruno. Cartuja de la Sierra San Bruno.
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El Papa beato Urbano II, quien había sido discípulo de San Bruno, lo llamó a Roma como consejero. Sin ser liberado totalmente de esa misión, fundó otra casa en Roma, La Torre de Calabria, donde mas tarde se retiró. Rehusó la sede de Reggio. Fue un gran exegeta bíblico y escribió sobre los salmos y las cartas de San Pablo.
Murió en Squillace (Calabria) el año 1101.
San Bruno, Fundador de los cartujos – Plinio Corrêa de Oliveira
La Iglesia celebra el 6 de octubre la memoria de San Bruno, fundador de la Grande Chartreuse. Él nació en la ciudad de Colonia, junto al Reno, en Alemania1.
La Edad Media, la era de los milagros
Así narra una ficha con su historia:
“Entre los doctores de la Universidad de París, Bruno tenía un gran amigo muy estimado y tenido como virtuoso y sabio. El amigo murió y todos los miembros de la Universidad asistieron a sus funerales. Durante el servicio fúnebre, mientras uno de los monaguillos comenzaba la lectura de Job: ʻResponde mihi, quantas habes iniquitates?ʼ”…
Hacía parte de la liturgia esta pregunta: “Respóndeme, ¿cuántas iniquidades tienes?”
“…el cuerpo del difunto, que yacía en el ataúd, en medio de la iglesia, levantó la cabeza y dijo en un tono de voz asustador:
– Estoy siendo acusado en un juicio justo de Dios.
“Y se reclinó nuevamente en el ataúd.”
Es una escena típicamente medieval, pues la Edad Media fue la era de los milagros. Estos siguen a los que creen y no a los incrédulos, aunque parezca una paradoja, pues se diría que el milagro es para quien no tiene fe. En las épocas de mucha fe, el milagro es abundante: en las de escepticismo se vuelve raro. El único desmentido a eso ocurrió en los siglos XIX y XX, con los milagros casi continuos de Lourdes.
Debemos tomar en consideración que el medieval era un hombre como nosotros; realidad sobre la cual, a veces, no se tiene una noción completa, dada la distancia que las personas de hoy en día sienten con relación a los tiempos antiguos. Para comprender, entonces, el realce de ese hecho en la vida de San Bruno, debemos imaginar aquí cerca, en la Iglesia del Corazón de María2, a un hombre que yace en unataúd y nosotros asistiendo a la escena. En determinado momento, el coro canta:
– Responde mihi quantas habes iniquitates?
El hombre se sienta y dice:
– Fui punido con un castigo justo de Dios.
Y con los ojos cerrados, con la cara de cadáver, se acuesta nuevamente.
¿Ya imaginaron el efecto de eso en una iglesia? ¿Y sobre cada uno de nosotros concretamente? Creo que respecto de eso habría comentarios durante quince días, por lo menos, falta de distancia psíquica3 , etc. Pues bien, San Bruno tuvo la felicidad de asistir a ese episodio.
“El terror causado por un acontecimiento tan poco común hizo que se aplazase el entierro para el día siguiente, para ver qué sucedería.”
Hoy en día lo enterrarían enseguida, para cerrar el asunto. En aquel tiempo había fe y las personas querían verificar si sucedería algo más. Durante toda la noche la iglesia quedó llena de pueblo, deseoso de ver el cadáver que habló, y esperando el momento en el cual sería leído ese mismo texto litúrgico.
En nuestros días, la escena sería perturbada por la presencia de la radio, de la televisión, de reporteros, etc. O tal vez se hiciese N-A-N-E4 y algún periódico publicaría el hecho con el título: “Extraños episodios de autosugestión en la Iglesia del Corazón de María”.
San Bruno
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“Durante el oficio, al día siguiente, cuando fue cantada la misma lectura, el cadáver exclamócon una voz todavía más horrible:
– Estoy siendo juzgado en un juicio justo por Dios.”
Virtud aparente desenmascarada por Dios
Eso significaba una bendición para aquel pueblo, pues equivalía a un verdadero retiro espiritual. ¡Dios obliga al cadáver de un condenado a declarar que él estaba siendo juzgado por Dios en un juicio justo! Lo más terrible es que era un hombre tenido como bueno. Y más aún, entre sus amigos tenía a San Bruno.
“El pueblo quedó todavía más asustado y decidió enterrarlo al día siguiente. Al tercer día, elcadáver se levantó una vez más, exclamando con una voz de estruendo terrible:
– Estoy condenado por un juicio justo de Dios.”
¿Por qué quiso Dios desenmascarar de esa forma la falta de virtud de un hombre tenido por todos como bueno? Porque en la Edad Media la virtud era incomparablemente más frecuente que en nuestros días. Y los malos, muchas veces, no osaban mostrar su |maldad, para tener libre tránsito entre los buenos. Era necesario, entonces, desenmascarar la maldad y mostrar cuántos hombres falsos podría haber bajo un aspecto virtuoso. Hoy en día es casi lo contrario: es necesario desenmascarar a los buenos, que se esconden tanto cuanto es posible, y los malos se muestran. En la Edad Media era necesario hacer que los buenos fuesen vigilantes y no siguiesen a los malos que fingían ser buenos. Es una lección admirable de vigilancia.
Fundación de la Chartreuse
La ficha presenta otros hechos aislados de la vida de nuestro santo.
“San Bruno se asoció a seis compañeros.” Se trata de la fundación de la Chartreuse.
“Ellos vendieron todos sus bienes, después fueron a la ciudad de Grenoble. Allá había un santo Obispo llamado Hugo. La visita de Dios al santo Obispo precedió de un modo admirable a los siete compañeros. Este tuvo un sueño, en el cual vio un inmenso desierto donde Dios Padre construía para sí mismo una casa para vivir. Siete estrellas brillantes, con la forma de una corona elevada sobre la Tierra – diferentes de las estrellas del cielo en situación, movimiento y claridad – andaban delante de él como mostrándole el camino.”
A través de ese sueño poético y bonito, vemos cómo la Edad Media era llena de contrastes. Acabamos de recordar una escena terrible: un condenado al infierno obligado a manifestar la justicia de Dios. Ahora es lo contrario.
Imaginemos un palacio episcopal, donde un Obispo respetable, venerable, santo, duerme tranquilamente el sueño del justo, del hombre consagrado y ungido por Dios. consideremos la belleza del cuadro: un desierto y el Padre Eterno. Un desierto es un ambiente digno para manifestarse el Padre Eterno, donde nadie va y solamente la majestad de Dios allí se cierne, como antes de crear todas las otras cosas su Espíritu se movía sobre las aguas (cf. Gn 1, 2). Es una soledad digna de Dios.
El Dr. Plinio en una hacienda en la ciudad de Amparo, donde acostumbraba a recogerse para la elaboración de algún trabajo.
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El Obispo también se ve a sí mismo, en el sueño, caminando rumbo al desierto con un bordón de peregrino, orientado por siete estrellas del cielo que forman una corona. Eso hace recordar a los reyes magos siguiendo la dirección indicada por la estrella y yendo al Pesebre de Belén. ¡Qué cosa linda! Podemos imaginar la expresión elevada de la fisionomía del santo, mientras duerme, viendo esas estrellas que se le aparecen.
Todo eso nos introduce en el ambiente de la Edad Media, tan lleno de contrastes y coloridos. Antes fue el terror y ahora es lo admirable. En esa época histórica encontramos poco lo banal, de lo cual estamos repletos actualmente.
Continúa la ficha:
“San Hugo no sabía qué significaba esa visión cuando, al día siguiente, siete peregrinos vinieron a postrarse a sus pies, comunicándole su resolución y pidiéndole que los ayudase. San Hugo pensó que los siete peregrinos serían, en su diócesis, estrellas resplandecientes por sus virtudes y por su doctrina.”
No hay nada más bello que el encuentro de almas santas
Esa escena sería para hacer un vitral, una miniatura, una tapicería. Podríamos pensar que esas formas artísticas medievales marcan hechos excepcionales de la vida. En verdad, ellas reproducen aspectos corrientes de la existencia en la Edad Media. Sin embargo, tales aspectos tenían una alta dignidad y, por lo tanto, merecerían ser retratados en materias tan excelentes como la tapicería, el vitral, la miniatura.
“El obispo los recibió con alegría, pues esos hombres podrían dar gloria a Jesucristo. Él los estimuló y los confirmó en sus santas resoluciones. Y les dio como lugar par a establecerse unos montes horrendos, cerca de Grenoble, montes llamados La Grande Chartreuse.”
Lucharon contra la hostilidad de la naturaleza cantando y glorificando a Dios
Esos montes horribles, posteriormente, por la presencia de San Bruno y sus hijos, se hicieron famosos. Realmente, esas montañas formaron un panorama lindo después de ser cultivadas y adaptadas por los cartujos.
Puede parecer extraño que el obispo encaminase hacia un desierto horroroso almas tan escogidas. Pero hacía parte de la vida monástica en la Edad Media establecer a los monjes en pantanos, florestas, etc., porque allí ellos luchaban contra los aspectos hostiles de la naturaleza con su trabajo, mientras cantaban y daban gloria a Dios por su virtud. Y las poblaciones se iban a vivir junto a ellos, que constituían la vanguardia del progreso. Época feliz, en la que los pueblos no devastaban los montes y entraban por los desiertos en busca de oro, sino de la virtud. ¡Cómo cambió todo!
Era una especie de bandeirismo5 de la oración. No iban a buscar esmeraldas, sino virtudes. ¡Qué belleza! No censuro la búsqueda de esmeraldas, pero admiro la de las virtudes.
“Ellos construyeron, en un flanco de la montaña, un oratorio en honor de la Santísima Virgen que existe hasta hoy y que tiene el nombre de Santa María de Casalibus. Allá iniciaron, San Bruno y sus compañeros, la vida de San Juan Bautista.”
“Vida de San Juan Bautista”, es decir, recogidos completamente.
Respeto a la tradición
Otra cosa linda de Europa es el respeto a la tradición. Ya sea los monumentos más antiguos e imponentes, que iniciaron las grandes obras, sea los más pequeños y sin importancia, son guardados con cuidado.
Se trata aquí de una capilla en honra de Nuestra Señora, que fue el punto de partida de esa institución hoy en día de fama mundial, una orden religiosa con una larga tradición en la Iglesia: los cartujos.
Reliquias de San Bruno en la capilla de la “Cartuja de la Sierra San Bruno”
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En la Rusia de los zares había una cosa muy bonita. Generalmente, las zarinas tenían sus hijos en el Kremlin que, como se sabe, es un conjunto de palacios y fortalezas, en un recinto fortificado. En su núcleo existía una pequeña iglesia con una campanita.
Según la tradición, cuando nacía el primogénito del zar se tocaba primero esa campanita, después las campanas del Kremlin, y finalmente las de todos los campanarios de Rusia. De proche en proche, iban difundiendo así la noticia del nacimiento del heredero del zar. Cuando sonaba aquella campanita vieja, agrietada, pero cargada de historia, era la señal para que las otras campanas tocaran.
Este respeto por una cosa venerable, originaria, primera, empobrecida, arrugada por el tiempo – que adquiría por eso mismo una forma de belleza especial – caracterizaba el espíritu tradicional de la Edad Media. Así son las grandes instituciones, como la de los cartujos, cuyo ejemplo nos proporciona tales enseñanzas.
“San Hugo no tenía una consolación más sensible que ir muchas veces a la Chartreuse, para edificarse con la vida santa que llevaban esos valientes solitarios.”
“Urbano II fue discípulo de San Bruno.”
Es otra de las glorias de San Bruno: haber sido maestro del Papa bienaventurado que dio elprimer toque de campana de las Cruzadas.
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1) San Bruno nació en Colonia en 1030, y falleció en Calabria en 1101.
2) Situada en São Paulo, en la Rua Jaguaribe, Barrio Santa Cecilia.
3) Expresión usada por el Dr. Plinio para indicar, a las generaciones más nuevas, la presencia de espíritu serena que se nota de un modo característico en personas de generaciones antiguas, sobre todo cuando se encuentran ante circunstancias adversas.
4) Iniciales en portugués de: “Nada aprendieron, nada olvidaron”– Frase de Talleyrand, sinónimo deindiferencia.
5) N. del T.: de Bandeiras, expediciones que iban a explorar las regiones apartadas del interior brasilero.
(Revista Dr. Plinio, No. 139, octubre de 2009, pp. 10-15, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del 17.8.1973).