San Eliseo, los niños y los osos

Publicado el 06/13/2019

Un episodio de la vida de San Eliseo nos trae importantes enseñanzas con respecto al perfil moral de un verdadero católico

 


San Elías en el carro de fuego – Iglesia del Carmen.

Antequera, España.

 

El 14 de junio se conmemora la fiesta de San Eliseo, profeta y padre de la Orden del Carmen, sucesor de San Elías.

 

Lucha contra la “herejía blanca”

 

No puedo oír hablar de ese Santo sin acordarme del librito donde aprendí Historia Sagrada, en el cual había una ilustración con respecto al episodio y de la actitud de San Eliseo frente algunos niños. El Santo Profeta ya había recibido el manto de Elías y, cierta vez, iba andando y unos niños comenzaron a burlarse de él porque era calvo. Habiendo el santo pronunciado una maldición contra los niños, vinieron unos osos y los devoraron (cfr. 2R, 2, 23-24). Me acuerdo que, a la primera lectura, quedé chocado con la ferocidad de San Eliseo. Sin embargo, esa impresión pasó y me olvidé del asunto.

 

Más tarde, entré al colegio y conocí a mis colegas. Cuando comencé a ver aquella turba de niños, pensé que San Eliseo había tenido razón en hacer lo que hizo… Pero después pensaba: “¿Esos niños serían tan canallas como despreciables cuanto éstos? En fin, por lo menos se puede concebir que lo fueran. ¡Para éstos aquí… osos!”

 

No obstante, yo pensaba después que, si alguien mandara que vinieran los osos para comerse a los niños, encontraría la oposición de aquello que, más tarde, llamaría de “herejía blanca” 1. Entonces, el profeta Eliseo comenzó a ser un abogado en mi debate interno. En el primer gran litigio de mi vida, que fue contra la “herejía blanca”, San Eliseo era mi defensor. Por lo menos él amaba las cosas rectas, como yo las amo. Y es así mismo: atacó a alguien que no debía… oso encima. Si no fuera así, no comprendería la Religión Católica. Ahora bien, yo la entiendo gracias a Dios. Por lo tanto, en la concepción de la “herejía blanca” hay algo que no está bien, que está equivocado.

 

San Eliseo – Parroquia de

San José, Madrid, España

Según la “herejía blanca”, el “santo” debe ser una persona sin segundas intenciones, sin astucia. Las recomendaciones de Nuestro Señor de que se debe unir la simplicidad de la paloma a la astucia de la serpiente, para el “herejía blanca” no valen nada. Piensa sólo en la paloma, realizando aquello de que nos habla el profeta Oseas: “Como paloma imbécil y sin inteligencia” (Cfr. Os. 7, 11). Ahora bien, los adeptos de la “herejía blanca” son precisamente palomas imbéciles y sin inteligencia.

 

Por lo tanto, es muy formativo saber que un gran santo, como San Vicente de Paúl –merecidamente tenido como el Santo de la caridad–, fundó una sociedad que actuaba en la corte de Luis XIV, y que reunía varias figuras importantes del clero y de la nobleza que, sin el conocimiento del resto de la corte, concertaban actividades para aumentar en la propia corte y en la sociedad francesa la influencia de la verdadera Religión.

 

Vigilancia con relación a los efectos del pecado original

 

Mi reminiscencia infantil con respecto al Profeta Eliseo nos recuerda también una enseñanza que siempre conviene resaltar: ¡también los niños pueden ser malos! Existe el mito del niño “bueno”, inocente por definición, y una cierta condescendencia humanitaria estúpida con relación a ellos…

 

Es necesario abrir los ojos y ver con nitidez: el pecado original comienza a manifestar sus efectos desde la infancia e infecta al niño desde muy pronto, y éste es capaz de acciones muy censurables. En el caso de la calvicie de San Eliseo, es evidente que aquellos niños tomaron ese pretexto para burlarse de otra cosa, a fin de agredir y escarnecerlo en cuanto hombre de Dios. Por ello fueron castigados de esa manera.

 

El castigo de los enemigos de la Iglesia es inevitable

 

De ahí saco una deducción inesperada pero verdadera: si era legítimo que los osos llegasen a comer a esos niños, porque se burlaban de un hombre de Dios, pregunto si no es también legítimo que vengan los castigos previstos por Nuestra Señora en Fátima y en muchas otras revelaciones privadas. ¿Tales castigos no son exactamente la venida de los osos? ¿Los osos no están viniendo de las estepas, para acabar justamente con aquellos que toman con relación a la Religión una posición errada, transformándose en enemigos internos o externos de la Iglesia?

 

Entonces, a fuerza de pensar, se llega a la conclusión de que el castigo es enteramente inevitable. Un episodio más viene desde el fondo del Antiguo Testamento para convencernos de eso.

 

Importancia de la fidelidad a un espíritu transmitido

 

En San Eliseo también hay otro aspecto muy alto, que es su papel de sucesor del Santo Profeta Elías. Todos recordamos que Elías, en el momento de abandonar la tierra, pasó a Eliseo su manto y, con éste, también su espíritu. Asumido entonces por el espíritu de Elías, Eliseo quedó en condiciones de dirigir la naciente Orden del Carmen.

 

Esa transmisión del espíritu muestra bien cuál es la importancia de la gracia que se llama un “espíritu”. Al hablar de espíritu jesuítico, espíritu carmelita, espíritu benedictino, tomadas esas palabras en su bueno y verdadero sentido, ellas no indican sólo nociones doctrinarias, sino también gracias que se comunican después de persona a persona, para formar las grandes familias de almas existentes en la Iglesia Católica. Por lo tanto, gracias susceptibles de ser transmitidas de una persona a otra, y es esa transmisión lo que constituye propiamente la familia de almas.

 

Entonces, debemos pedir a Nuestra Señora que nos ponga debajo del mismo manto y, haga que, bajo ese manto, todos nosotros recibamos el mismo espíritu, y nuestra obra sea siempre una, con la fidelidad al espíritu que tiene. Con respecto a esa fidelidad y a esa unidad es necesario que no tengamos la menor duda.

 

(Extraído de conferencia de 14/6/1964)

 

1) Expresión metafórica creada por el Dr. Plinio para designar la mentalidad sentimental que se manifiesta en la piedad, en la cultura, en el arte, etc. Las personas por ella afectadas se vuelven indolentes y sin resolución, mediocres y poco propensas a la virtud de la fortaleza, así como a todo lo que signifique esplendor.

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