San Gregorio Magno – Fundador de la Edad Media

Publicado el 09/03/2019

A principios de la Edad Media, el pueblo romano, aunque partícipe de los males de la época, discernía al hombre santo del no santo e iba en busca del varón virtuoso para colocarlo en el Papado, como sucedió con la elección de San Gregorio Magno.

 


 

San Gregorio Magno fue considerado el fundador de la Edad Media en Occidente. A su respecto, tenemos las siguientes indicaciones biográficas1.

 

Enviado a Constantinopla por el Papa

 

San Gregorio nació en Roma, hijo del rico senador Jordano. Una juventud estudiosa lo hizo, por la variedad de sus conocimientos, digno de ser elevado a la dignidad de pretor por el emperador Justino, el Joven. Él se volvió tan notable en el cargo, por las luces de su espíritu, la madurez de su juicio y el amor extremo de la justicia, que se hizo conocido por todos en la Ciudad Eterna.

 

San Gregorio Magno – Iglesia

de San José, Pisa, Italia

La única cosa que se le imputaba era un gran lujo y un esplendor enteramente mundano en sus ropas y en sus hábitos, y todo hacía temer que disipara la inmensa fortuna que le había dejado su padre. Pero, por ocasión de la muerte de su progenitor, Gregorio, cuya piedad había luchado incesantemente contra su fausto, apareció de repente como un hombre nuevo. Fundó siete monasterios, de los cuales seis en Sicilia y uno en Roma; distribuyó a los pobres sus ricos trajes, sus muebles preciosos y tomó el hábito monástico en el claustro de San Andrés, del cual fue hecho abad, contra su voluntad, por la elección de sus hermanos.

 

El ayuno, la oración y otras prácticas de piedad se volvieron sus únicas ocupaciones. Impresionado por la belleza de algunos jóvenes ingleses, expuestos como esclavos a la venta en el mercado de Roma, y sabiendo con dolor que esos insulares no eran cristianos, obtuvo del Papa Benedicto I la autorización para ir a predicar la fe en Gran Bretaña. Sin embargo, tan pronto se puso en camino, el clero y el pueblo lo obligaron a retroceder.

 

Hecho diácono de la Iglesia Romana en el año 578, fue enviado a Constantinopla por el Papa Pelagio II, más o menos en el año 580. Varias negociaciones importantes lo detuvieron por mucho tiempo en la capital del Imperio de Oriente, dónde adquirió la estima de toda la corte. Cuando regresó a Roma, el Papa Pelagio se esforzó por retenerlo junto a sí, en calidad de secretario. Pero Gregorio no quiso aceptar ese cargo y, por eso, a fuerza de oraciones, quedó finalmente libre para retirarse junto a sus monjes. Sin embargo, a raíz de la muerte de Pelagio, las aclamaciones de Roma entera lo llamaron al Papado. Gregorio se estremeció de temor. Huyó de la Ciudad Eterna y escribió al Emperador suplicándole que no confirmase su elección, y se escondió en una caverna. Pero el pueblo lo descubrió, lo llevó a Roma y lo entronizó el día 13 de septiembre de 590, a pesar de su oposición.

 

Convirtió a los lombardos y destruyó el arrianismo

 

Ese santo hombre tenía, no obstante, enemigos que lo acusaron de simulación e hipocresía. Su vida entera desmiente esas acusaciones. Su modestia y su humildad se manifestaron por la simplicidad de su casa. Sus rentas fueron consagradas al alivio de los pobres; su constante ocupación era la instrucción del pueblo. De acuerdo con el emperador Mauricio, terminó con el cisma de los obispos de Istria. La conversión de los lombardos y la destrucción del arrianismo fueron también trabajo suyo; y él testimonió este hecho manifestando una alegría extraordinaria en cartas a la reina Teodolinda. Gregorio no se había olvidado de Gran Bretaña. Sus misioneros, que partieron en el año 595 bajo la tutela del monje Agustín, llegaron dos años después al reino de Kent, donde la reina Berta había preparado el ambiente. El rey Ethelberto y una gran parte de su pueblo se convirtieron.

 

San Agustín de Cantuaria predicando

para el Rey Etelberto

Gregorio tuvo menos trabajo en reformar la Liturgia que la disciplina. Después de haber compuesto un Antifonario, elaboró el Psalmodius, con salmos, oraciones y cánticos. Instituyó una academia de cantores, y de látigo en puño, él mismo daba a los jóvenes clérigos lecciones de canto llano.

 

En cuanto a los templos paganos, él quería que fuesen respetados pero transformados en iglesias. Tantos trabajos y fatigas no eran apropiados para curarlo de las enfermedades que no cesaban de asediarlo. La gota lo retenía en cama, frecuentemente, por largo tiempo, y los horribles dolores causados por esa enfermedad no detenían su actividad prodigiosa. Ningún Papa escribió más cartas que él. Gregorio tenía un don maravilloso para distinguir la verdad de la calumnia en las acusaciones que le llevaban contra los padres. Los falsificadores, los brujos, los simoníacos y los cismáticos tuvieron en este Papa a un adversario terrible.

 

El gran Pontífice murió el día 12 de marzo de 604, después de 13 años, seis meses y diez días de pontificado. Los comentarios que él hizo de la Sagrada Escritura ejercieron en el pensamiento cristiano de la Edad Media una influencia considerable, que le valió el título de Doctor. Es, con San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo, uno de los cuatro Doctores de la Iglesia Latina.

 

Verdadero fundador de la Edad Media

 

Es muy merecida la consideración de que San Gregorio Magno fue el verdadero fundador de la Edad Media, pues –ya sea cuando era un simple sacerdote, o ya un Diácono, ya en fin, después de haber sido elevado al pontificado– notamos en los trazos de su vida que, de algún modo, acababa de cerrar el último resquicio de la puerta que separaba a los hombres de la antigüedad pagana, y abría, por otro lado, la puerta para la edad nueva que iba a nacer.

 

Desde el punto de vista de la antigüedad pagana, vemos cómo San Gregorio combatió los restos del paganismo. Determinó que las últimas iglesias paganas aún existentes no fuesen destruidas, sino transferidas para el culto católico.

 

Fachada, interior y claustro

de la Iglesia y Monasterio de

San Gregorio al Celio

Exterminó el arrianismo, que era como una plaga aún proveniente del tiempo del Imperio Romano de Occidente, cuando los arrianos penetraron en Europa y pervirtieron a los bárbaros que habían invadido ese Imperio. Liquidó la inmoralidad y otros inconvenientes consecuencia de la era antigua y, al mismo tiempo, se nos muestra como el constructor de la era nueva. Fue un gran fundador de conventos, y la expansión de la vida cenobítica y monástica es uno de los hechos más característicos del comienzo de la Edad Media.

 

San Gregorio, por otra parte, trabajó por el canto gregoriano o canto llano. Y es interesante imaginar al gran Papa, Doctor de la Iglesia, político eminente, enseñando el canto llano a sus alumnos no de varita en mano, sino de látigo en mano. La imagen es pintoresca y requeriría una pintura de ello con vivos colores, o tal vez un vitral.

 

Con la fundación del canto llano él propiamente dio voz a la Edad Media. Porque el canto llano fue, de punta a punta, la gran voz cantante de la Edad Media. Y transmitió su carácter a la vida benedictina que San Benito había lanzado, pero que todavía no había tomado todo su cuño de firmeza y definición que adquirió con San Gregorio.

 

Todos los problemas del tiempo pasaron por su mente

 

Es admirable, en la vida de San Gregorio Magno, el sentido misionero que impulsaba las misiones por Inglaterra e Irlanda. De ahí el fluir de la gran corriente de los misioneros que, de Inglaterra y de Irlanda, vuelven hacia el continente, donde irían a adentrarse en Germania y a echar las raíces de la Edad Media.

 

Cátedra de San

Gregorio

Vemos, al mismo tiempo, a este hombre tratar, pero inútilmente, de la gran llaga de la Cristiandad en aquel tiempo: el Imperio Romano de Oriente, cada vez más tendiente al cisma. Ese imperio tambaleaba siempre entre la herejía y la verdad católica. Y finalmente, como todos sabemos, acabó desmoronándose. Pero él intentó asegurar ese muro de la ciudad de Jesucristo que amenazaba caer, y ahí vemos un ejemplo más de la suma ingratitud de Bizancio delante del celo de los Papas. Enviar allí a hombres como éste, que llegan a ser incluso bien considerados y a conquistar influencia, pero no consiguen arrancar a la ciudad maldita, a la ciudad pervertida, de su inmoralidad, de su ocio, de su imprevisión y gusto por la herejía. Así, se puede decir que todos los problemas de su tiempo pasaron por la mente de este gran hombre. Él los analizó, los enfrentó y, al mismo tiempo, escribió obras que fueron pilares del pensamiento medieval. Vida riquísima, admirable, toda vuelta hacia el sentir de la Iglesia Católica y de la Civilización Cristiana.

 

San Gregorio se encuentra en el cielo. Si él resucitase, ¿qué diría de este mundo de hoy tan diferente del mundo que conoció?

 

Vivió en una época difícil, de desorden e incluso de crímenes aberrantes. Entre tanto, el pueblo que participaba de los males de la época aclamaba un santo como un Papa. El Santo huía del pueblo y éste iba en su búsqueda y lo colocaba en el Papado. Era un pueblo capaz de discernir el santo de quien no era santo y, de preferir el Santo de quien no lo era. ¿Sería hoy la misma cosa? ¿El pueblo iría en busca del santo para llevarlo al Papado? ¡Cómo todo cambió…!

 

Roguemos a San Gregorio Magno que interceda para conseguir que nuestra época, después de las puniciones purificadoras por las cuales debe pasar, se transforme en una nueva Edad Media, aún más quintaesenciada. Pedido que él comprenderá, ¡pues fue uno de los fundadores de la gloriosísima Edad Media!

 

(Extraído de conferencia del 11/3/1967)

 

1) No disponemos de los datos biográficos.

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