“Nadie, en toda la Historia, supo unir como él, la más fina astucia a la pureza más íntegra, convirtiéndose así en una pieza clave de la victoria del bien contra el mal”.
“San José: ¿quién lo conoce?”, es la pregunta que se hace monseñor João Scognamiglio Clá Dias, fundador de los Heraldos del Evangelio, en su amplio y documentado libro recientemente publicado en varios idiomas. Teniendo una profunda y creciente devoción al Santo Patriarca, lleno de amor a su persona y misión, después de largos estudios, al ver cuán desconocido era este extraordinario santo, concibió en su corazón el deseo vehemente de escribir un libro que compusiera su auténtica fisonomía moral, y llevar a los hijos de la Santa Iglesia a esta sublime devoción, camino seguro hacia los brazos maternales de María Santísima.
Fruto de su piedad y contemplación –en 440 páginas bellamente ilustradas con imágenes de momentos de la vida de San José–, basado en el testimonio de los Santos Evangelios, Santos Padres, teólogos y exégetas destacados en la materia; conteniendo pormenores extraídos de revelaciones privadas como de la Beata Ana Catalina Emerick, de la Venerable María de Jesús de Ágreda, de la Sierva de Dios María Cecília Baij y otras; con doctrina sólida, clara y ortodoxa, su amena lectura, ayuda a cultivar importantes aspectos de nuestra Fe.
El propio autor afirma que está impulsado por una firme convicción interior de que la intervención de San José en el tercer milenio será decisiva. No fue por acaso que, en la última aparición de Fátima, los pastorcitos lo vieron bendecir al mundo tres veces.
Penetrando en las páginas de su libro, monseñor João S. Clá Días nos ambienta diciendo: “Al enviar a su Hijo al mundo, el Padre sabía que Él se vería rodeado por el odio desenfrenado y mortal de los malvados, como lo evidenciará el sangriento episodio del martirio de los Santos Inocentes por orden de Herodes… Para defender de tantos riesgos al pequeño Jesús, que ya estaba amparado por el afecto de la mejor de todas las madres, solamente un hombre fue escogido: José, a quien el mismo Padre Eterno confió la misión de ser en esta tierra, el padre virginal de Jesús. Él será el brazo fuerte del Todopoderoso para custodiar y salvar al Hijo de Dios y a su Madre Santísima de los más variados peligros” (Editorial San Fernando, Buenos Aires, p. 23-24).
“Nadie –continúa– en toda la Historia, supo unir como él, la más fina astucia a la pureza más íntegra, convirtiéndose así en una pieza clave de la victoria del bien sobre el mal” (p. 24).
Coloca el autor su deseo de presentar un genuino perfil del gran Patriarca de la Iglesia, a fin de fomentar una auténtica devoción. “San José fue un héroe insuperable, un verdadero cruzado de la luz; en síntesis, el hombre de confianza de la Santísima Trinidad” (p. 25).
Recorriendo las páginas del libro “San José: ¿quién lo conoce?” iremos conociendo la predestinación al ser considerado digno por el Padre Eterno de ser jefe de la Sagrada Familia. Los momentos de su nacimiento, infancia y juventud, hasta llegar el casto desposorio con María Santísima, conformando el matrimonio arquetípico: “por su virtud y fidelidad, vivieron en la más completa armonía, mostrando el orden perfecto del matrimonio cuando éste está marcado por la santidad” (p. 95).
Instalado el santo matrimonio en Nazaret, el libro nos relata la vida cotidiana en la que la Divina Providencia todo lo conducía rumbo al gran acontecimiento de la Anunciación del Señor. Nunca a María Santísima le pasó por la mente la hipótesis de Ella ser llamada a tan excelsa misión: ser la Madre del Mesías. Los coloquios entre ambos ciertamente transmitían sus contemplaciones sobre la espera del Divino Salvador. Cuántas maravillas nos cuenta monseñor João Clá de estos momentos hasta llegar a la respuesta, de la cual dependía la raza humana, salida de los labios de María: “fiat”, “he aquí la esclava del Señor”.
San José, sostiene el autor, pasó por lo que califica de talvez la mayor prueba de la Historia, la prueba de la perplejidad delante del misterio de la Encarnación, de la cual era llamado a ser cooperador. Y en su santidad, delante de lo incomprensible, guarda silencio. Dos silencios se entrecruzan en esos momentos trascendentales: “Ella discernía todos los pensamientos que pasaban por el alma de San José, inmerso en una verdadera tribulación espiritual… y Se callaba” (p. 151). Hasta que llega el “fiat” de San José, cuando se preparaba para abandonar a María en sigilo, ante la perplejidad de no estar a la altura de ese misterio: “Aquí ha ocurrido algo tan alto, tan extraordinariamente alto, tan insondable, que no estoy llamado a abarcarlo… estoy entorpeciendo los designios de Dios” (p. 150).
Cuando llegó al auge la prueba, adormecido, disponiéndose para partir, el Santo Custodio lo detiene: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu Esposa, pues lo concebido en Ella es obra del Espíritu Santo” (Mt, 1, 20). Por medio de esta comunicación en sueño, “entendió que estaba asociado al mayor acontecimiento de la Historia”, recibiendo la “altísima misión de ser el padre virginal de Jesús” (p. 183).
Es así, que “San José tiene la corona de la máxima santidad en el orden de la creación, siendo precedido solo por Nuestro Señor y su Madre Santísima” (p. 201), transformándose en Patriarca de la Santa Iglesia, pues “se entrega con toda su alma a la misión de proteger con su celo paterno a la Iglesia naciente. La Cabeza del Cuerpo Místico reposó en sus brazos, cual tierno niño, delicado e inocente” (p. 203), dando a la Redención “una adhesión perfecta, participando así de la Corredención de María Santísima y recibiendo también el ministerio de corredentor” (p. 204).
Y aquí quedamos, estimados lectores, pues tanta maravilla no cabe en el espacio limitado de un artículo periodístico (imaginen que no llegamos… ¡ni a la mitad del libro!). Así es que, los que deseen profundizar, conocer, y después invocarlo esperando de su poderosa intercesión, podrán solicitarlo al teléfono: 2273-1877, de los Heraldos del Evangelio. Compenetrémonos, para que “San José interceda por cada uno de nosotros con desvelo difícil de calcular”.
Plinio Corrêa de Oliveira, destacado líder católico del Brasil en el siglo XX, hacía este bello y especial comentario del Santo Patriarca, en una conferencia (27-12-1970), que resume su personalidad: “San José, el varón sublime que reúne en sí la maravillosa antítesis de las más diferentes cualidades. Príncipe de la Casa de David y también carpintero. Defensor intrépido de la Sagrada Familia y, al mismo tiempo, padre tiernísimo y esposo lleno de afecto. Esposo perfecto y, sin embargo, esposo castísimo de Aquella que fue siempre Virgen. Padre verdadero, en cambio, no es padre según la carne. Modelo de todos los guerreros, de todos los príncipes, de todos los sabios y de todos los trabajadores que la Iglesia engendraría en esta tierra para el Cielo, él no fue principalmente nada de esto. Sus títulos más altos son dos: padre de Jesús y esposo de María”.