San Pablo y la gloria del estado eremítico

Publicado el 01/13/2020

Es inherente al estado eremítico la profundidad y el orden del pensamiento, la elevación del espíritu, la familiaridad con las más altas meditaciones de la mente humana, que son las de carácter religioso. Todo lo cual le confiere una alta respetabilidad, que constituye su mayor adorno.

 


 

Las siguientes consideraciones con respecto a la fiesta de San Pablo, el primer ermitaño y confesor, son hechas por Dom Guéranger 1 .

 

Desde lo hondo de su caverna acompañaba las luchas de la Iglesia

 

Sin embargo, no debemos pensar que esta vida pasada en el desierto, esta contemplación sobrehumana del objeto de la beatitud eterna, hiciesen que San Pablo se desinteresase por la Iglesia y por sus luchas gloriosas. Nadie se encuentra seguro de estar en el camino que conduce a la visión y a la posesión de Dios si no se mantiene unido a la Esposa que Cristo escogió y estableció para ser la columna y el sustentáculo de la Verdad.

 

San Pablo el Ermitaño – Museo de

Arte Sacra, Évora, Portugal

Ahora bien, entre los hijos de la Iglesia, aquellos que deben unirse y abrazarse más estrechamente a su corazón son los contemplativos, porque recorren vías sublimes y arduas donde muchos encuentran el peligro.

 

Desde lo hondo de su caverna, San Pablo, esclarecido por una luz superior, seguía las luchas de la Iglesia contra el arrianismo. Él se mantenía unido a los defensores del Verbo sustancial al Padre y, con el fin de mostrar su simpatía por San Atanasio, el valiente atleta de la fe, Pablo el Ermitaño le pidió a San Antonio, a quien le dejó su túnica de hojas de palmera, que lo enterrase con un manto que le había sido dado como regalo por el Patriarca de Alejandría, a quien amaba tiernamente el Santo Abad.

 

En este trecho, Dom Guéranger pone en foco el siguiente aspecto de la nobleza del estado eremítico: al ermitaño, que vive en el desierto y está entregado esencialmente a consideraciones elevadas, le parecen ajenos los movimientos de las pasiones humanas y, por lo tanto, también la lucha del bien contra el mal y de la verdad contra el error. Es decir, el combate de las pasiones ordenadas orientadas por la razón, contra las pasiones desordenadas dirigidas por el demonio.

 

Se ve la armonía de estas dos concepciones de vida: la activa y la contemplativa, en el hecho de que un ermitaño alejado de todas esas luchas tenga, no obstante, una visión tan clara del mérito de estar en el mundo, luchando por los intereses de la Iglesia.

 

San Pablo el Ermitaño, desde lo hondo de la caverna donde se encontraba completamente aislado y meditando en las cosas de Dios, seguía en espíritu las luchas del gran San Atanasio. Y al morir quiso ser revestido del manto de ese magnífico Doctor de la Iglesia, como manifestación de su ardiente entusiasmo por aquel varón, que en las luchas de este siglo estaba sustentando la causa de la Santa Iglesia contra el arrianismo penetrante.

 

La alta respetabilidad del estado eremítico

 

Esta consideración muestra muy bien cómo el apostolado está unido a la vida interior, y cómo la vida mixta – contemplativa y activa – está relacionada con la vida puramente contemplativa.

 

Sin embargo, hay otra consideración con respecto al estado eremítico, que debe ser hecha a propósito de esta ficha.

 

San Pablo el Ermitaño y San Antonio

en el desierto – Museo de Albacete, España

En general, cuando se habla con respecto al estado de vida eremítico, se pone de relieve la fuerza y el sacrificio realizados por el eremita para separarse de todas las cosas de esta Tierra y aislarse.

 

Por lo tanto, el gran mérito del ermitaño sería el de quedarse solo y vencer el deseo torrencial de hablar, inherente a todo hombre, sobre todo cuando está solo. Porque nosotros los hombres somos hechos así: cuando estamos mucho tiempo en medio de los demás, queremos quedarnos quietos y aislados; pero cuando permanecemos mucho tiempo quietos, queremos estar en medio de los otros.

 

Luego, en esta victoria sobre sí mismo estaría una de las mayores glorias del estado eremítico.

 

En realidad, una de las bellezas de ese estado se encuentra en la profundidad de pensamiento intrínseca a él. La nobleza del estado eremítico no procede del hecho de que el ermitaño esté quieto, sino de que, al estar en silencio, él habla con Dios. Y hablar con Dios no significa tener continuamente apariciones o revelaciones, sino también entretener el espíritu en lo que dice respecto a las cosas sobrenaturales.

 

El espíritu es tocado por la gracia, con la cual la persona consigue entretenerse con las cosas de Dios, o sea, con los temas más profundos, más elevados, más nobles.

 

La vida eremítica es, por lo tanto, un estado al cual le es inherente la profundidad y el orden del pensamiento, la elevación del espíritu, la familiaridad con las más altas meditaciones de la mente humana, que son las de orden religioso. Y esto le confiere justamente al estado eremítico una alta respetabilidad, la cual constituye su mayor adorno.

 

Lo contrario de la mentalidad “hollywoodiana”

 

Este es, bajo cierto punto de vista, el estado en el cual se practica más altamente la virtud del respeto. El eremita piensa, medita, elucubra; para él nada es pequeño, nada está desprovisto de importancia, nada es trivial. Él comprende las altas razones de todas las cosas y el carácter sagrado y augusto que, a su modo, cada criatura y cada hecho presenta. Él está constantemente con el espíritu puesto en las cosas de Dios, y su voz, cuando habla, es como el sonido de una campana de bronce; grave, serio, que llama a los hombres a los temas más elevados y a las meditaciones más profundas.

 

Muerte de San Pablo el Ermitaño – Iglesia de San Honorato, Grasse, Francia

He aquí el sentido del estado eremítico.

 

¡Cómo el mundo de hoy necesita de eso! Si pensamos en la mentalidad difundida por el cine de Hollywood, veremos que el hombre formado por ella está enteramente desprovisto de eso, no tiene la virtud de la respetabilidad en ningún grado. Y como esa mentalidad se difundió por el mundo entero, se comprende cómo esa virtud está desertando – o acabando de desertar – del mundo.

 

La trivialidad, la superficialidad, la banalidad de espíritu, el engolfarse apenas en las cosas visibles y pasajeras con las cuales el individuo se distrae, pero que no tienen un sentido profundo, todo eso es inherente a la mentalidad “hollywoodiana” y corresponde a lo contrario del carácter nobilísimo de la condición eremítica que es, como tal, un estado en el cual los hombres son como antorchas ardientes de esa gravedad de espíritu, de ese respeto para con Dios y para con todas las criaturas en cuanto reflejos de Dios. Ese estado de seriedad, de superioridad, de distancia psíquica 2 y de autoequilibrio es justamente la gloria del estado eremítico.

 

Hechas estas consideraciones, nos resta pedir a San Pablo el Ermitaño que rece por nosotros para que nos obtenga la comprensión y la apetencia de esa virtud, porque sin ella entendida y practicada no existe perfección moral, ni santo verdadero.

 

 

1) GUÉRANGER, Prosper. LʼAnnée Liturgique. Tomo II. 3ª. ed. París: Henri Oudin, Libraire-éditeur, 1873, p. 354.

2) Expresión utilizada por el Dr. Plinio para significar una calma fundamental, temperante, que le confiere al hombre la capacidad de tomar distancia de los acontecimientos que lo rodean.

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(Revista Dr. Plinio, No. 214, enero de 2016, p. 27-29, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del 14.1.1966)

 

 

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