San Simón Stock recibe la librea de Nuestra Señora

Publicado el 05/16/2017

En el momento en el cual todo parecía perdido para la Orden del Carmen, la Santísima Virgen se aparece a San Simón Stock y le concede el Escapulario, asegurando así el florecimiento y el desarrollo de la Orden en Occidente, y su continuidad.

 


 

Hoy es fiesta de San Simón Stock, confesor. Él era de la más alta nobleza de Inglaterra, y fue Prior General de la Orden del Carmen. Recibió el Santo Escapulario de manos de Nuestra Señora, como señal de su predilección por la Orden. Le dio el primer gran impulso a la vida contemplativa carmelitana en el siglo XIII.

 

Un puente desde los orígenes la devoción mariana hasta el fin del mundo

 

San Simón Stock - Iglesia de los Carmelitas, Lima (Perú)

Respecto a San Simón Stock y a la Orden del Carmen, es necesario tener bien en mente la importancia de la obra de este santo en un orden muy alto de cosas, para que comprendamos bien cuán grata debe ser para nosotros la fiesta que hoy se conmemora.

 

Habiendo fundado el Profeta Elías los antecedentes de la Orden del Carmen, ésta representó el primer filón de la devoción marial en el mundo. Elías simboliza el extremo de la devoción a Nuestra Señora, y luchará en el fin del mundo contra el Anticristo y contra los últimos enemigos de Nuestro Señor. Y constituye, por lo tanto, una especie de puente, desde el inicio de la devoción a María Santísima, siglos antes de que Ella hubiese nacido, hasta la lucha contra los últimos enemigos de Nuestra Señora que acabarán con el Reino de María, y contra los cuales precisamente va a luchar San Elías.

 

Se comprende, por lo tanto, la importancia de ese puente que se establece desde los orígenes de la devoción mariana hasta el fin del mundo y de esa continuidad, para el espíritu contrarrevolucionario y para la verdadera piedad marial.

 

La Orden del Carmen estaba transformada en destrozos

 

Consideremos la emergencia delante de la cual San Simón Stock fue llevado a realizar su apostolado.

 

Había habido las invasiones de los sarracenos, y la Orden del Carmen, que existía en Oriente, estaba siendo perseguida, expulsada, y muchos religiosos pasaron a vivir en Occidente.

 

Pero ellos no se aclimataban en Occidente. Había indiferencia para con ellos, no se comprendía qué eran y estaban medio dispersos. San Simón Stock era su General, pero no ejercía una autoridad efectiva sobre una Orden propiamente constituida: podemos decir que la Orden del Carmen estaba transformada en destrozos que flotaban sobre un mar revuelto, y ya no era un navío con una estructura jurídica cohesa y uniforme, capaz de conservar un espíritu, de promoverlo y transmitirlo a la posteridad.

 

Y en esa situación, él, rezando a Nuestra Señora con mucha devoción, le pidió que no dejase morir la Orden del Carmen.

 

En el auge de esa aflicción en la cual se encontraba el santo, la Madre de Dios se le apareció y le dio el Escapulario del Carmen. No es el pequeño, que se usa comúnmente, sino el escapulario grande, a manera de una librea que se colocaba sobre la túnica.

 

Se trataba de una época en la cual todavía se usaba mucho la túnica como traje civil común. Y los hombres que pertenecían a alguien vestían por encima de la túnica una especie de túnica menor – con la forma del escapulario del Carmen actual – la cual indicaba, por el color y por otras características, el señor al cual ese hombre servía. Por lo tanto, la Virgen Santísima indicó esa vestidura como librea suya, que los carmelitas deberían portar sobre la sotana.

 

Después de esa intervención de Nuestra Señora, la Orden del Carmen comenzó a florecer y a desarrollarse extraordinariamente en Occidente. Y para hablar apenas de tres frutos de esa Orden, citemos a Santa Teresa de Ávila, a San Juan de la Cruz y a Santa Teresita del Niño Jesús. Es decir, a tres soles en el firmamento de la Iglesia.

 

Una lección de confianza

 

Sin embargo, más que eso – y no dudo en afirmar que es más -, aseguró la continuidad de la Orden hasta nuestros días. La misión que cumplió ese santo fue, por lo tanto, una misión enorme.

 

Él fue el trazo de unión entre la vida occidental y la vida oriental de la Orden. Y en el momento en el cual, en esa especie de istmo entre esos dos continentes históricos, la Orden se adelgazaba hasta el punto de parecer extinguirse, precisamente en ese momento, María Santísima interviene para salvarla y darle mucho más de lo que antes había: la Orden tuvo una prosperidad mucho mayor en Occidente de la que había tenido en Oriente.

 

En las obras que Nuestra Señora ama, las cosas pueden llegar al punto de despedazarse, de destruirse casi completamente. Todo parece perdido, pero es el momento que Ella reserva para intervenir.

 

Las grandes intervenciones de Dios son precedidas por una fase donde todo parece destruido, para que quede enteramente claro que ningún socorro humano adelanta de nada. Después de estar probado que todo lo humano fracasó, en la hora de la desolación y del caos, Dios interviene por medio de Nuestra Señora y salva la situación. O sea, es una magnífica lección de confianza dada a todos los carmelitas en el transcurso de los siglos.

 

Vamos a encomendarnos hoy, entonces, a San Simón Stock.

 

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(Revista Dr. Plinio, No. 194, mayo de 2014, p. 30-31, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del 16.5.1966).

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