Normalmente, imaginamos ser necesario concebir grandes planes, practicar acciones dignas de elogio o realizar obras abultadas, para ser notables en nuestro tiempo. No obstante, una joven puede probarle al mundo cómo la santidad y el amor a Dios tienen una eficacia mayor: Santa Rosa de Lima, Patrona de América
Plinio Corrêa de Oliveira
En el libro “El verdadero rostro de los santos” 1 hay algunos datos biográficos sobre Santa Rosa de Lima:
“Nacida el día 20 de marzo de 1586 en Lima, Isabel Flores de Oliva –más tarde conocida como Rosa de Lima – pertenecía a la antigua nobleza española. Sin embargo, siendo joven aún, sus padres se empobrecieron.
Inclinada a la vida religiosa desde la más tierna edad, Santa Rosa sufrió contrariedades, sobre todo de parte de su madre, quien se había empeñado en casarla.
A los veinte años se hizo Terciaria Dominica, bajo la protección de Santa Catalina de Siena. Vivía en una celda en el jardín de la casa paterna y ayudaba a sus padres haciendo bordados y cuidando flores, que la familia después vendía.
En lo que se refiere a la mortificación, nadie la superó. En cierta ocasión, encontrándose apesadumbrada por mil inquietudes, oyó la voz del Señor que le decía: ‘Aquél que dio la vida y la sangre por ti, sabrá también cuidar tu cuerpo. Las leyes naturales fueron creadas por Él y son para Él.’ Rosa destinaba diez horas del día a la oración, diez horas al trabajo, y tan sólo lo que le sobraba se lo concedía al sueño.
Cada día, en el transcurso de horas enteras, se veía asaltada por terribles tormentos, temiendo que el Señor la abandonara, considerando ese suplicio peor que la muerte. Sin embargo, después se sentía fortalecida por nuevas sensibilidades de la gracia divina.
A una comisión de teólogos que la interrogaba acerca de su oración, confesó: ‘Rezar no me cuesta ningún trabajo. Mis energías se concentran en mi interior como el hierro atraído por el imán y se sienten embriagadas por tal dulzura, que ningún mal es posible. Mi corazón arde. Siento a Dios en todo mi ser y tengo absoluta certeza de su adorable presencia. Tal contemplación no me cansa, y mi única alegría es sentir a Dios presente en mi alma. Verme privada de Él sería para mí un infierno, y nada de lo creado podría consolarme. ’
El último pedido salido de sus labios, en la hora de la muerte, fue en beneficio de su madre: ‘Señor, la dejo en vuestras manos. Dadle fuerzas, no permitáis que su corazón se dilacere de tristeza.’ Inmediatamente después de expirar, su madre fue vista tomada por tal consuelo y alegría, que necesitó retirarse para ocultar la felicidad que su rostro estampaba.
Falleció el 26 de agosto de 1617.”
Familia de la antigua nobleza, aunque empobrecida
Varios aspectos de la vida de Santa Rosa son dignos de comentarios. En primer lugar, es notable el hecho de pertenecer a una familia noble, aunque empobrecida.
A semejanza de la Sagrada Familia de Nazaret – la cual tampoco disponía de recursos en abundancia, pero era de estirpe real –, la familia de Santa Rosa pasaba por una situación sumamente penosa, difícil y, a ese título, también sumamente bendecida, en que la dignidad del linaje y del carácter debe brillar por sí sola, sin los recursos tan prestigiosos y útiles de las riquezas.
Por ahí se comprende un trazo de la predilección divina.
Símbolos de la elevación de su alma
Hay episodios en la historia de los santos permitidos por la Providencia con la intención de ornar la historia de sus almas, y hacer que veamos, a través de esa belleza secundaria y casi episódica, algo más profundo dentro de la santidad, y de atraer nuestra admiración hacia la vida virtuosa.
Bajo ese aspecto, es muy bonito considerar a Santa Rosa viviendo recluida en una celda en el jardín de la casa paterna, ayudando a sus padres a través de la confección de bordados y cuidando las flores, que la familia vendía.
Eran bordados hechos por una joven santa que se había retirado a una reclusión total, en cuya clausura también cultivaba flores.
Eso causa tal encanto al inicio de su vida, que no podía dejar de ser comentado.
Misión de carácter universal
La mortificación a la cual se dedicaba era particularmente valiosa en el tiempo en que Santa Rosa vivió.
La llegada de los ibéricos a América los puso en una situación moral de las más peligrosas. Al encontrar aquí una naturaleza tropical exuberante, con condiciones climáticas que infelizmente favorecían la lujuria, muchos se dejaban disolver en un ambiente en el cual la vulgaridad y la corrupción moral se desbandaban.
Ahora bien, en esas circunstancias ella suscitaba a su alrededor el espíritu de penitencia y de mortificación. Con tal actitud, naturalmente, ella frenó en gran parte la corrupción de las costumbres y creó condiciones menos favorables a la Revolución, lo que determinó, a su vez, una marcha más lenta de ésta en nuestro continente.
Lo más admirable es que Dios no suscitó para toda América un gran predicador – Él puso en los más variados lugares predicadores, pero de ámbito restringido –, sino a una mujer que tuviese una misión de carácter universal. Santa Rosa de Lima hizo, en el plano de la comunión de los santos, lo necesario para salvar a América.
Aquí vemos el poder de un alma entregada a Nuestra Señora, a la misericordia de Dios y a la penitencia.
Sustento en los sacrificios, consolaciones en la oración
Esa posición es casi incomprensible si no considerásemos, en contrapartida, lo que ella dijo con respecto a la oración. Durante la oración Santa Rosa recibía consolaciones extraordinarias, sintiendo un verdadero Cielo en la Tierra durante diez horas por día. Y eso le daba ánimo para soportar después una vida de dolor y sufrimiento.
Vías de oración en la santidad
Entre los santos hay semejanzas y desemejanzas.
Santa Teresita del Niño Jesús decía estar tan habituada al sufrimiento, que cuando llegase al Cielo necesitaría perder el hábito de padecer, para sentirse verdaderamente feliz. En esto se ve una enorme analogía con el concepto que tenía Santa Rosa de Lima sobre el sacrificio.
No obstante, en lo que dice respecto a las vías de la oración, ¡cómo eran diferentes! Santa Rosa de Lima sentía mucha sensibilidad al rezar; Santa Teresita del Niño Jesús pasó muchas veces por la aridez durante la oración.
Sin embargo, una y otra oración era igualmente aceptada por Nuestra Señora y dirigida a Dios Nuestro Señor, como variantes de una misma cosa, enteramente coherente y uniforme consigo misma: la santidad.
Resignación, profunda paz de alma
Una observación provechosa para la vida espiritual es la siguiente: sabiendo que su madre sufriría mucho por su muerte, Santa Rosa le pidió a Dios que ésta tuviese fuerzas para resistir tal dolor. Pues bien, fue tan ampliamente atendida, que la madre no sólo tuvo fuerzas, sino que también tuvo una alegría inexplicable con la muerte de la hija.
Craneo de Santa Rosa de Lima.
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¿Cómo se puede explicar esa felicidad?
La resignación cristiana constituye una tristeza con tales contrapesos de paz y de alegría, que hay más felicidad en un alma cristiana profundamente triste – pero resignada – que en otra repleta de una alegría natural.
La resignación cristiana es hija de la consolación
Consolar, del latín consolare, significa dar fuerzas, o sea, conceder la capacidad de aguantar el dolor. La verdadera consolación consiste en robustecer el alma para aguantar el sufrimiento.
La resignación cristiana es justamente hija de la consolación, hija de la aceptación del dolor. De tal manera que esa consideración le da al hombre una alegría superior en medio de sus tristezas.
Así pues, en vista de consideraciones tan elevadas, el alma al mismo tiempo deplora la muerte y encuentra una estabilidad, una inalterabilidad, una posición de equilibrio frente a ella. A esto se le llama resignación cristiana.
La gracia puede acentuar esa alegría que existe en la resignación. Fue exactamente lo que le sucedió a la madre de Santa Rosa de Lima: ella recibió tanta fuerza, y su alegría dentro de la resignación fue de tal manera acentuada por el Divino Espíritu Santo, que tuvo que esconderse, para que no la juzgasen mal.
¿En qué consistía esa alegría? Con toda certeza, en una participación de la alegría de Santa Rosa, que ya estaba inundada de felicidades celestiales.
Pidámosle a Santa Rosa de Lima que interceda por nosotros, a fin de que – a semejanza suya – tengamos el coraje de dejarnos hacer santos y así realicemos grandes obras.
Aquí están algunas consideraciones respecto a la vida de Santa Rosa.
1) Wilhelm Schamoni. Barcelona, 1951.
(Revista Dr. Plinio No. 149, agosto de 2010, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de conferencias del 29.8.1966 y 29.8.1967)