Poseedora de un alma verdaderamente católica, ante las devastaciones del protestantismo Santa Teresa se enfervorizó y reformó el Carmelo, constituyendo uno de los principales elementos de la Contra-Reforma.
Plinio Corrêa de Oliveira
Santa Teresa de Jesús vivió en la época en que el protestantismo dejó de ser una centella que comenzaba a incendiar apenas una parte de Alemania, para convertirse en un fuego, invadiendo el mundo entero. En Francia – de donde llegaban a España noticias mucho más frescas, por estar más cerca de Alemania –, el incendio religioso era tremendo.
Sobre este aspecto de su vida, Rohrbacher hace las siguientes consideraciones:
En el primer capítulo de su obra, “El Camino de la Perfección”, Teresa explica los motivos que la llevaron a establecer una observancia tan rigurosa en el monasterio carmelita de San José de Ávila.
Dice ella: “Teniendo conocimiento de los desastres, en Francia, de la devastación que allí hacían los heréticos, y cómo esa infeliz secta se fortificaba allí día tras día, fui por eso tan vivamente tocada que, como si pudiese alguna cosa o fuese alguna cosa, lloraba en presencia de Dios e imploraba que remediase tan grande mal.”
“Me parecía que yo habría dado mil vidas para salvar a una sola alma, del gran número que de ellas se perdían en ese reino. Pero, viendo que era solamente una mujer, y aún tan mala y totalmente incapaz de prestar a Dios el servicio que yo deseaba, creí, como creo aún, que, como hay tantos enemigos y tan pocos amigos, debía trabajar cuanto pudiese para hacer que estos últimos fuesen buenos.”
“Así, tomé la resolución de hacer lo que dependía de mí para practicar los consejos evangélicos con la mayor perfección que pudiese, y procurar llevar ese pequeño número de religiosas que aquí están a hacer lo mismo. En ese sentido, me confié a la bondad de Dios, que no deja jamás de asistir a aquellos que a todo renuncian por su amor. Esperé que con esas buenas jóvenes, siendo como mi deseo las figuraba, mis defectos serían cubiertos por sus virtudes y podríamos contentar a Dios en algo, ocupándonos todas en rezar por los predicadores, por los defensores de la Iglesia y por los hombres sabios que sustentan discusiones. Pues así haríamos lo que estaba a nuestro alcance para socorrer a nuestro Maestro, que esos traidores, que le deben tantos beneficios, tratan con tanta indignidad, que parecen querer aún crucificarlo y no dejar lugar donde Él pueda reposar la cabeza.”
Ante el avance del protestantismo, Santa Teresa se enfervoriza y reforma el Carmelo
La reflexión de Santa Teresa es lindísima. Simple religiosa de un convento carmelita, no propiamente corrupto sino relajado, ella misma pasó mucho tiempo en la tibieza y en la mediocridad en lo que dice respecto al amor de Dios.
Ella oyó hablar de las devastaciones – en aquél tiempo muy grandes – que el protestantismo estaba haciendo en Francia. Los protestantes habían conquistado completamente un pequeño reino que había en el sur de ese país: Navarra. Además, se habían esparcido por toda Francia, y un tercio de la nación se había hecho protestante. Hacían toda clase de blasfemias y de agresiones a las iglesias; era un verdadero incendio religioso en Francia.
Las noticias de esos hechos llegan a España y al conocimiento de esa monja. La gracia de Dios toca el alma de esa religiosa, y ella comprende el inmenso desastre que eso representaba. En vez de tener ideas nacionalistas idiotas pensando: “Eso es en Francia; estoy en España y no tengo nada que ver con lo que pasa en ese país”, sino convicta de la universalidad de la Religión Católica, de la Redención de Nuestro Señor Jesucristo, también entendió que eso era un verdadero desastre para el mundo católico. Se puso entonces a llorar copiosamente, y le vino la idea de su conversión.
¡Alma verdaderamente católica!
Por otro lado, ella sabía, naturalmente, que la nación española era mucho más fiel a la Fe católica que la nación francesa; por lo tanto, para su país, en esas circunstancias, por lo menos en un breve plazo, el peligro no era grande. Ella tenía la felicidad de vivir bajo un rey católico, Felipe II, adversario acérrimo del protestantismo.
Santa Teresa poseía un alma verdaderamente católica, es decir, universal, capaz de considerar no sólo los peligros en los cuales se encontraba y los problemas de la Iglesia que decían respecto a su propia persona, sino también la causa de la Iglesia Católica como un todo, y de interesarse por esa causa, aunque su propio país no estuviese concernido. O sea, ella amaba a la Iglesia sin un nacionalismo estrecho, sin egoísmo, sin personalismos. Aquí vemos el gran ejemplo de espíritu sobrenatural que ella daba.
Hay muchas personas que comienzan por considerar apenas lo más próximo a ellas; después, por ampliaciones sucesivas, llegan hasta una visión general de las cosas. Es una forma de espíritu, uno modo de caminar.
Sin embargo, es muy frecuente encontrar personas que, al hacerse católicas, se interesan apenas por su diócesis o por su país. Los negocios católicos de otras naciones son más o menos como el mundo de la Luna: no llegan a comprender la idea de la Causa católica como un todo. Ahora bien, para un alma bien formada, que a ama a Dios, es menester que lo ame no solamente en su parroquia, sino en el mundo entero.
Y, fundamentalmente hablando, se debe alegrar con los triunfos de la Causa católica y desolarse con sus derrotas, ya sea en el ámbito de su vida privada o fuera de él, en el propio país o en el exterior. Esta es un alma verdaderamente católica, universal.
Santa Teresa de Jesús poseía un alma de fuego y una noción viva de la Causa católica. Aunque en esa época las comunicaciones entre Francia y España eran muy lentas, siendo necesario atravesar los Pirineos, con carreteras arruinadas, lo que hacía difícil la difusión de las doctrinas malas de las herejías, ella se entregó por entero a la tarea de reformar la Orden del Carmen.
La idea de la conversión
¿De dónde le surgió la idea de la conversión? Ella expone aquí ese asunto apenas de paso, pero en otros trechos eso queda más claro. Santa Teresa hizo el siguiente raciocinio: “yo soy una simple religiosa y, como mujer, nada puedo hacer. A no ser lo siguiente: los amigos de Dios son pocos y tibios, mientras que sus enemigos son muchos y ardorosos. Por lo tanto, debo rezar, inmolarme, renunciar a todo para que los amigos de Dios se vuelvan más fuertes y sean capaces de enfrentar a sus enemigos.”
Entonces, enfervorizar, “catolicizar” los católicos, era el medio de llevar al enemigo a la derrota. Así, se hacía necesario que algunas monjas que estaban a su lado se inmolasen, rezasen, y ella misma pasase de la mediocridad al fervor, a fin de conseguir que los predicadores, los doctores católicos, los batalladores por las armas católicas, se volviesen capaces de derrotar a los protestantes. De esa idea surgió la reforma del Carmelo. Y, naturalmente, se derramaron gracias incontables sobre Francia, como consecuencia de las oraciones de las carmelitas.
Vemos así que todo eso fue inspirado por ideas altamente teológicas y sapienciales: la comunión de los santos; el valor preponderante de la oración y del sacrificio para que la Iglesia venza sus grandes batallas; “catolicizar” a los católicos, como medio de vencer a los no católicos y detener el furor de estos últimos. Es una concatenación de ideas espléndidas, que se unen las unas a las otras y dan como resultado la reforma de la Orden del Carmen.
La reforma del Carmelo: uno de los principales episodios de la Contra-Reforma
Santa Teresa de Jesús instituyó estableció apenas la reforma de las Carmelitas Descalzas. Humanamente hablando, no es una obra tan extraordinaria. ¿Qué representa, bajo el aspecto humano, multiplicar el número de conventos de religiosas trancadas en su convento? ¿O digamos, de monasterios de padres fervorosos?
Sin embargo, no hay ninguna Historia de la Iglesia, un poco cuidadosa, que no mencione, entre los principales hechos de la Contra-Reforma, la reforma teresiana del Carmelo. Porque esa reforma tuvo un efecto extraordinario en los imponderables de toda la Cristiandad. Alrededor de las carmelitas se desencadenó un movimiento de enfervoramiento, que constituyó uno de los motores más vigorosos de la Contra-Reforma.
Los padres carmelitas también actuaron de la misma forma. Es decir, desarrollaron una acción mayor que los medios humanos en ella empleados, una especie de expansión de un espíritu, de una mentalidad, de una actitud de alma, la cual tuvo como consecuencia un enfervoramiento general de los católicos.
La prioridad de la vida interior
Eso se explica mucho más por el lado sobrenatural que por el natural. Y nos muestra cuánta razón tenemos en algunas concepciones nuestras: prioridad de la vida interior sobre la vida activa; preocuparse más en “catolicizar” a los católicos que conquistar no católicos para la Iglesia Católica; la idea de que la oración y el sufrimiento valen más, en la lucha contra los adversarios, que la acción; sin embargo, el deseo ardiente de la acción llevada hasta sus últimas audacias, que caracterizaban el espíritu de Santa Teresa de Jesús.
Todo eso hace que percibamos, por la gran autoridad de Santa Teresa de Jesús, cuántas concepciones nuestras son verdaderas y, por lo tanto, cómo debemos ser fieles a ellas.
(Revista Dr. Plinio No. 151, octubre de 2010, p. 9-13, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de conferencias del 14.10.1966 y 29.11.1969)