Cuando actúan factores sobrenaturales

Publicado el 01/18/2018

Dios suele actuar por medio de causas segundas, obedeciendo a las reglas y leyes que Él mismo ha establecido en la naturaleza. A veces, no obstante, el curso normal de las cosas es alterado por factores sobrenaturales, inexplicables para la ciencia.

 


 

El crear el universo, Dios ordenó todas las cosas de acuerdo con la naturaleza propia a cada una de ellas. A los árboles les mandó que dieran fruto según su especie, a su debido tiempo. El Sol y la Luna se alternan en el firmamento para marcar el día y la noche. Y el organismo de los hombres, creados a imagen y semejanza del Altísimo, está regulado por leyes internas de admirable precisión y eficacia.

 

Ante esta armónica e incesante sinfonía del orden universal, solemos decir que Dios obra por causas segundas. Es decir, Él, causa primera de todo lo creado por haberlo hecho todo de la nada, rige el universo de forma indirecta, siguiendo reglas establecidas por Él mismo. Si un árbol plantado en buena tierra dispone de las condiciones adecuadas, crece y da fruto; de lo contrario, fenece. Si dejamos un objeto suspendido en el aire, cae al suelo, atraído por la fuerza de la gravedad. Cuando llega la primavera, el calor derrite la nieve de los glaciares, originando cristalinos torrentes.

 

Nada de esto ocurre sin permiso divino, pero Dios no actúa directamente sobre el árbol para que crezca, no empuja al objeto suspendido en el aire para derribarlo, ni calienta la nieve con sus propias manos. “El obrar de Dios en las cosas se ha de entender de tal modo, que, no obstante, las mismas cosas tengan sus propias operaciones”,2 enseña el Doctor Angélico.

 

Leyes que regulan el cuerpo humano

 

Uno de los ejemplos más concluyentes de esta realidad es el funcionamiento del cuerpo humano. En una persona joven y saludable, sus órganos trabajan con equilibrio. Pero si fuera contagiada por algún virus o bacteria, en su organismo se iniciaría un proceso puramente natural, aunque muy complejo, cuyo desenlace depende de la conjunción de numerosas causas. Medicamentos adecuados, medidas específicas según el caso, precauciones con la alimentación, períodos de reposo bien calculados le ayudarán a vencer la enfermedad. Exceso de trabajo, omisión de los cuidados necesarios y otros muchos factores contribuirían a agravarla.

 

Todo en las reacciones del organismo tiene su explicación y funciona de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Y si dispusiéramos de recursos científicos ilimitados, podríamos desmenuzar y explicar racionalmente cada una de las etapas recorridas.

 

Sin embargo, puede ser que encontremos en la vida cotidiana y en la literatura médica circunstancias en que una enfermedad evoluciona de modo inexplicable, llevando a una mejoría o recuperación cuyas causas científicas desconocemos. Entonces decimos que entraron en el caso factores sobrenaturales: hubo una “señal visible de la presencia invisible de lo sobrenatural”. 3

 

Dios decidió actuar alterando el rumbo marcado por las leyes de la naturaleza. Lo hizo “contra lo que conocemos que se da en la naturaleza. Pues llamamos naturaleza a lo que nosotros conocemos como su curso habitual, y cuando Dios hace algo contrario a él hablamos de portentos y maravillas”, 4 explica el gran San Agustín.

 

Divina compasión prolongada por lo siglos

 

Numerosas muestras de este género de intervención sobrenatural están registradas en las páginas del Evangelio y de la Historia.

 

Lleno de bondad para con los que sufren, bastaba que un leproso se acercara a Jesús diciéndole: “Si quieres, puedes limpiarme”, para que Él extendiera la mano, lo tocara y le dijera: “Quiero: queda limpio” (Mc 1, 40-41). El mero contacto con la sombra de San Pedro le restituía la salud a los enfermos sobre los cuales se posaba (cf. Hch 5, 15-16). Y, en la Edad Media, los reyes de Francia, por un privilegio divino, sanaban con un toque a los escrofulosos el día de su coronación.

 

Dirigiendo nuestra vista a tiempos más recientes, basta recordar los numerosos milagros practicados por San Pío de Pietrelcina o las incontables curaciones ocurridas en el Santuario de Lourdes por intercesión de la Santísima Virgen para comprender lo mucho que ese don sigue vivo y operante.

 

Por lo tanto, no es de extrañar que los Heraldos del Evangelio hayan sido testigos de abundantes intervenciones de la Providencia a favor de personas enfermas, usando los medios e instrumentos más diversos. De entre ellas, narraremos aquí dos de las que nos parecieron irrebatibles.

 

Un terrible diagnóstico

 

Especialmente bello y significativo es el caso que sucedió con Eleusa Aparecida Lemos Silva y Lucas Lemos Silva, residentes en Atibaia (Brasil) y miembros de la asociación privada de fieles “Habla Señor”, de la diócesis de Bragança Paulista.5 Se casaron a principios de 2012, época en que la fe de Lucas se había enfriado. Eleusa conocía a los Heraldos y rezaba mucho, pidiendo la intercesión de Dña. Lucilia Ribeiro dos Santos Corrêa de Oliveira, de quien era devota, por el aumento de fervor de su marido.

 

Un tiempo después se preparaba para consagrarse como esclava de amor a la Sabiduría eterna y encarnada por las manos de María, según el método de San Luis María Grignion de Montfort, y Lucas se sintió también llamado a hacer la consagración, pues tuvo una moción de la gracia que le decía que habría alguna cosa errada si no se consagraban los dos, en cuanto matrimonio. Fue el primer paso de su conversión que, gracias a Dios, no tardó en ser efectiva y consolidada.

 

En agosto de 2014 Eleusa empezó a sentir fuertes dolores pélvicos, y le diagnosticaron una endometriosis, enfermedad muy dinámica que, además de intensos dolores, crea serias dificultades para concebir, y ambos esposos anhelaban un hijo.

 

Subida al Calvario

 

Comenzaba para Eleusa una dolorosa subida al Calvario. Tenía que encontrar a un especialista de dicha dolencia, lo cual no era fácil por las limitaciones de su seguro médico. “Como mi devoción a Dña. Lucilia ya era muy fuerte, le pedí que me ayudara y ella me consiguió un doctor”, cuenta.

 

Eleusa no pedía ser curada de su enfermedad, que enfrentaba con fortaleza, resignación y paciencia, por acción de la gracia. No obstante, lo que más deseaba era ser madre. Los médicos se dispusieron a hacer lo posible para atender sus anhelos, pero le advirtieron de que el resultado dependía casi exclusivamente de Dios.

 

Empezó a sufrir los efectos secundarios de los tratamientos farmacológicos habituales en estos casos, pero la dolencia avanzaba. La posibilidad de una concepción quedaba más y más distante, y Eleusa se veía ante la necesidad de una intervención quirúrgica. Una vez más recurrió a Dña. Lucilia para resolver algunas dificultades que se presenta ron antes de la realización del procedimiento, y se sintió enteramente atendida.

 

La laparoscopia fue realizada con éxito el 20 de febrero de 2015, en el Hospital Santa Cruz, de São Paulo. Pero, recuerda Eleusa, “el médico me dijo que tendría el plazo de seis meses para quedarme embarazada. Si eso no ocurría, tendría que empezar nuevamente tratamientos farmacológicos para evitar el avance de la enfermedad. Durante cuatro meses recibí el apoyo de las Hermanas Siervas de la Caridad de Morungaba, que me recomendaron un tratamiento natural a base de arcilla y cuidados con la alimentación, dirigido por ellas. Los dolores comenzaron a disminuir considerablemente y pude trabajar de nuevo. Pero no me quedé embarazada.

 

“Cada mes permanecía quince días sin dolor y otros quince días con dolor. Entonces decidí ofrecer mis quince días de suplicio para asociarme a los padecimientos de Nuestro Señor Jesucristo en la cruz y por la beatificación de Dña. Lucilia”. Para soportar el dolor, tomaba analgésicos inicialmente efectivos, aunque después tuvo que recurrir al uso frecuente de opiáceos.

 

Durante el transcurso de la enfermedad, dice Eleusa, “recibí todo el apoyo de los sacerdotes de los Heraldos del Evangelio, que me animaban a confiar y a mantenerme firme en la práctica de la moral, ya que había diversas opciones de tratamiento que la contrariaban”.

 

Un regalo del Cielo: nace Stella

 

En febrero de 2016 le fue requerida una nueva resonancia magnética de control, en la cual se comprobó un empeoramiento de su cuadro clínico, llegando a alcanzar el estadio IV, el más avanzado: había infiltraciones más profundas en varios órganos. Esto era causa de gran dolor para el joven matrimonio, pues los síntomas, además de que no cesaban, se volvían más graves, provocándole muchos padecimientos a Eleusa y a su esposo, que la veía sufrir tanto.

 

Los médicos intentaban persuadirla de la realidad y le decían que era casi imposible concebir un hijo en esas condiciones. “A pesar de todo, yo guardaba en mi corazón la esperanza de una intercesión de Dña. Lucilia y continuaba rezando. Ella, como madre extremosa que fue, también me ayudaría a serlo”, recuerda.

 

El 16 de abril de 2016, se encontraba con una fiebre de 40 0C, sin causa aparente, y fue a urgencias. Para descubrir qué la provocaba le hicieron varios análisis, entre ellos una prueba de embarazo… ¡con resultado positivo! También le realizaron una ecografía pélvica, que confirmó el resultado.

 

La felicidad y la emoción fueron inmensas. Humanamente hablando aquello era impensable. No obstante, un factor sobrenatural había cambiado el curso natural de los hechos y Eleusa sería madre.

 

Tras el diagnóstico, narra ella, “recé mil avemarías en agradecimiento, pidiendo la beatificación de Dña. Lucilia. La conocía poco, pero lo suficiente como para sentirme atraída por su bondad y motivada a confiar en su ayuda en mis necesidades. Sólo cuando estaba en el séptimo mes de gravidez leí el libro escrito por Mons. João en el que narra su vida, y que me habían dado de regalo en aquel momento, y la quise aún más”. Y el 13 de diciembre de 2016, a las nueve de la mañana, nacía Stella, fruto de una evidente intervención de lo alto.

 

Actualmente la enfermedad sigue su curso. Sin embargo, Eleusa y Lucas están dispuestos a enfrentar lo que Dios quiera pedirles, teniendo la alegría de contar con Stella, ya con un año, verdadero regalo del Cielo para el matrimonio.

 

“Busqué en la fe el remedio para mis males”

 

Otro caso también muy bonito ocurrió en Braga, Portugal. María de la Concepción Lopes Correia, casada con Hernani Machado Salgueiro, madre de dos hijos, relata su auténtico testimonio de fe, al haber sentido en sí especiales factores sobrenaturales que resolvieron sus graves problemas de salud.

 

“En 1998, estando casada hacía cuatro años, tuve conocimiento de esta obra maravillosa de los Heraldos del Evangelio y de su apostolado con los jóvenes, que nos fascinó bastante, hasta el punto de acompañarnos los Heraldos en todo. El amor a la Virgen, la belleza de las Eucaristías y el amor al Papado, y toda la instrucción que brota del corazón de la Iglesia, desde los primeros Apóstoles, fue lo que nos vinculó a los Heraldos del Evangelio. Durante esos diecinueve años fuimos siguiendo a la institución: íbamos a las Misas dominicales, me hice coordinadora del Oratorio en mi parroquia y participábamos de los retiros y de los encuentros del Oratorio, en Fátima.

 

“Pero las cosas de la vida no siempre son rosas, todas las familias pasan por ciertas dificultades, y las rosas se vuelven espinas. Tuve serios problemas de salud y, después de hacer un tratamiento médico durante tres años, no obtuvo resultado.

 

Hernani y María de la Concepción con sus

hijos. En la actualidad toda la familia forma

parte de los Heraldos del Evangelio

“Entonces fue cuando busqué en la fe el remedio para mis males. Le pedí a la Virgen de Fátima que me ayudara y me iluminara para encontrar el médico acertado. Y Ella, con su bondad de Madre, me puso en mi camino, esa misma semana, a un sacerdote de los Heraldos del Evangelio, al que le conté todo lo que me pasaba a mí y mi salud.

 

“El padre, con su amabilidad de costumbre, me preguntó qué quería que hiciera por mí. Le respondí que los sacerdotes son ungidos por Dios y todo lo que hacen en la tierra es Dios que opera en ellos. Por eso él tendría el poder de interceder por mí ante Dios, pues era así que Nuestro Señor Jesucristo y los Apóstoles hacían en su ministerio. Entonces el sacerdote rezó por mí, imponiéndome las manos. Y cada vez que él rezaba yo me sentía mejor. No tengo explicación para lo que me ocurrió, sólo Dios lo sabe, pues hoy me encuentro curada. “Les agradezco a Dios y a María Santísima, en especial a sus hijos Heraldos del Evangelio, por todo lo que han hecho por mí. Y gracias le doy a Dios por que la Iglesia los haya puesto a su servicio y al servicio de los hijos de Dios. Que María Santísima los bendiga y cubra con su manto protector de Madre a todos sus sacerdotes, laicos y consagrados, y en especial a su fundador”.

 

* * *

 

Estos casos, seleccionados entre muchos otros, nos alegran sobremanera, pues al recordarlos sentimos que estamos cumpliendo nuestra misión de Heraldos del Evangelio, es decir, aquellos que proclaman la Buena Nueva y sirven de instrumentos para la acción de esos factores sobrenaturales, tan superiores a cada uno de nosotros.

 

1 Miembro capitular de la Sociedad de Vida Apostólica Regina Virginum, la Hna. Martha Lucía Ovalle Pinzón es licenciada en Medicina y Cirugía General por la Escuela de Medicina Juan N. Corpas, de Bogotá, y obtuvo el Máster en Filosofía, con tesis en el área de Bioética, por la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Colombia.

2 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. I, q. 105, a. 5.

3 NICOLAS, OP, Marie- Joseph. O governo divino. Introdução e notas às questões 103 a 119, da Parte I. In: SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. São Paulo: Loyola, 2002, v. II, p. 744, nota i.

4 SAN AGUSTÍN. Contra Faustum. L. XXVI, n.º 3. In: Obras Completas. Madrid: BAC, 1993, v. XXXI, p. 680.

5 En el análisis de este caso clínico, fueron revisados todos los exámenes diagnósticos de la paciente, desde el comienzo de la enfermedad hasta la actualidad. Entre los más relevantes se encuentra la resonancia magnética anterior a la intervención quirúrgica, del 4 de diciembre de 2014, que muestra varios focos de endometriosis profunda, y la resonancia magnética tras la laparoscopia, del 16 de febrero de 2016, que constata el progreso de la enfermedad hasta alcanzar el estadio IV, considerado el más avanzado.

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