¿Podría una institución nacida en Brasil hacer que el amor a María Santísima creciera en los piadosos fieles de Nueva Escocia? ¿El carisma y la espiritualidad de los Heraldos del Evangelio tendría acogida allí? Veamos lo que ellos mismos nos dicen.
Era de noche. Copos de nieve caían silenciosamente al suelo creando una atmósfera deslumbrante y angelical. Con la aurora, a medida que los primeros rayos del sol iluminaban el blanco paisaje, daba la impresión de que María Santísima hubiera cubierto con su manto albísimo esas frías tierras para recordarnos de esa manera su constante protección y maternal presencia.
Sin embargo, ni las bajas temperaturas ni la abundante nieve disminuyó el calor de los corazones en esa pintoresca aldea marítima llamada Port Hood, en la provincia canadiense de Nueva Escocia, donde nos encontrábamos en misión aquel 25 de marzo.
Por ser el día de la Solemnidad de la Anunciación, un fervoroso grupo de familias se había reunido por la mañana en la iglesia parroquial para cantar himnos en honor de su Madre Santísima y rezar el Rosario, intercalado con meditaciones sobre la bellísima fiesta. La hospitalidad, musicalidad y alegría de ese pueblo, así como su sincera piedad mariana, trasparecían en ese momento.
Pero ¿cómo fueron a parar los Heraldos a ese lugar tan apartado, allá en el extremo oriental del inmenso territorio canadiense?
Un largo viaje en busca de los Heraldos
La historia comenzó en 2003. La búsqueda de música sacra llevó a una joven madre de Port Hood a entrar en contacto por correo con los Heraldos del Evangelio de Canadá y éstos le enviaron algunos CD y vídeos de presentaciones musicales, que encendieron una llama de entusiasmo en su pequeña hija, Mary Teresa, mientras los estaba viendo.
Surgió entonces la idea de ir a Toronto para conocer de cerca la asociación, pero no les resultaba fácil plantearse el hacer un viaje de casi 2000 kilómetros a principios del riguroso invierno canadiense.
La pequeña Mary Teresa, acompañada por su madre, saluda por primera vez a Mons. João;
|
No obstante, al enterarse de que en noviembre el Coro y Orquesta Internacional de los Heraldos del Evangelio viajarían a Canadá y que con ellos iría Mons. João Scognamiglio Clá Dias, el fundador de la institución, Mary Teresa no lo dudó un instante y logró convencer a su madre para ponerse en camino.
Nada detiene a los corazones atentos a la voz del Espíritu Santo cuando se trata de seguir su llamada. Así, impelidos por el entusiasmo de la futura religiosa, la niña, su madre y sus dos hermanitos cogieron el tren en la estación de Halifax e iniciaron una jornada de aproximadamente 28 horas en dirección a Toronto.
Para pasar el rato la pequeña rezaba, cantaba y jugaba con sus hermanos. Pero a medida que el tren se alejaba de la costa atlántica y cruzaba bosques, campos y ciudades nevadas su corazón latía con más fuerza ante la expectativa de tan esperado encuentro con los Heraldos…
Finalmente, el 29 de noviembre de 2003, Mary Teresa vio su deseo realizado cuando conoció a Mons. João en la basílica de San Pablo, de Toronto, durante una ceremonia de recepción de hábito de varios Encantada con el carisma de la obra, la niña decidió, poco después, iniciar su experiencia vocacional en una de las casas de los Heraldos en Brasil, donde terminó sus estudios y formación religiosa. Hoy reside en la casa generalicia de la Sociedad de Vida Apostólica Regina Virginum, en Caieiras, y forma parte del mismo coro internacional que conoció en su infancia. Como organista y profesora de música ayuda a la gente a acercarse a la fe mediante la belleza de la música sacra y litúrgica.
“Nuestras vidas serían menos felices y santas”
Tras el florecimiento de la semilla plantada en el corazón de la joven Mary Teresa, la evangelización de los Heraldos empezó a echar raíces en la distante y fervorosa provincia de Nueva Escocia.
Decenas de habitantes de Port Hood adhirieron a la espiritualidad de la institución y se hicieron cooperadores de los Heraldos del Evangelio.
“Sería imposible narrar todas las gracias recibidas desde que fui admitida”, afirmad Roberta MacEwan. “Sin mi formación como terciaria de los Heraldos no sería la madre que soy… La formación espiritual dada por nuestro fundador, Mons. João, nos ayuda a vivir plenamente la fe católica y a transformar cada aspecto de nuestras vidas, hasta el punto de que todos los días son alegres, a pesar de las dificultades, y nos hacen que repitamos las propias palabras de San Pablo: ‘Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos’ (Flp 4, 4). Tenemos la certeza de que el amor de Dios se nos hace presente por medio de los Heraldos y anhelamos la eterna convivencia y alegría del Cielo, ya antegozándola aquí en la tierra”.
Admirada con los efectos de la última misión evangelizadora realizada en Nueva Escocia, Roberta concluye: “Los Heraldos tienen celo por las almas, y este celo es contagioso. Es una alegría indecible observar cómo crece el apostolado aquí en Port Hood, pero particularmente al contemplar a muchas almas recibiendo gracias por medio de la consagración a Nuestra Señora y de la vasta formación que se les da. Hemos visto a miembros de muchas familias regresar a la Iglesia, vicios vencidos, niños bautizados y a participantes del grupo de consagración crecer en esperanza y confianza en la protección maternal de Nuestra Señora, en un momento en el que en el mundo y en la Iglesia muchos están hundiéndose en la desesperación”.
Cantando detrás de la organista en una reciente presentación del Coro y Orquesta Internacional de los Heraldos del Evangelio, en diciembre de 2018
|
Sus hijas Mary Flora y Effie, de 15 y 13 años, añadían: “A las dos nos encantan la belleza de las iglesias de los Heraldos, sus casas, el estilo de vida con ceremonial, los asombrosos hábitos que visten y la santidad y alegría de sus miembros. La reciente visita de las hermanas, así como la de los sacerdotes y hermanos, produjo mucho entusiasmo en todos. Sin los Heraldos nuestras vidas serían menos felices y santas”.
Nuevo impulso para la vida espiritual
Lorelei, que considera “un don” tener a sus dos hijas, Grace y Julia, estudiando con los Heraldos en Brasil, comparte con su esposo, Keith Mac- Donald, esa misma alegría. Como padres de familia y activos cooperadores de los Heraldos en Port Hood, ponen de relieve los efectos del carisma de la institución en todos los aspectos de sus vidas:
“Los Heraldos lo transformaron todo… Son generosos y caritativos en sus enseñanzas. En este mundo tan sombrío, traen luz y alegría, cambiando el ambiente por donde pasan, pues llevan la verdad, la belleza y la rectitud. Poseen esa capacidad porque tienen algo que los guía, da esperanza, fe y amor: la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana”.
De modo especial, Mary Buchanan recuerda las visitas de los primeros Heraldos del Evangelio a Port Hood, y afirma que ese contacto fue un impulso y encauzamiento para su vida espiritual y apostólica:
“Estoy muy agradecida por tantas gracias y bendiciones derramadas aquí en nuestra pequeña aldea. Antes de conocer a los Heraldos éramos activos en nuestro caminar en la fe, implicados en toda clase de emprendimientos, con la intención de resolver los problemas de la Iglesia y del mundo, pero sin resultado. Con el tiempo, y a causa de los Heraldos, nos hemos dado cuenta de que la única solución para esa situación es la Santísima Virgen”.
Y Cathy Macdonald, después de recordar el primer encuentro con los Heraldos, comenta: “Empezamos a ver las cosas de un modo totalmente nuevo, fueron expuestas verdades que nos convencían de inmediato y elevaban nuestras almas. Fue ese encanto con los Heraldos el que me sustentó y sustenta hasta hoy”.
Gracias obtenidas por la consagración a María Santísima
Tras la ceremonia de consagración a Nuestra Señora de su esposo y de su hijo, realizada el 9 de abril de 2018, Mary Rose MacIsaac recuerda llena de contento las gracias alcanzadas después de su primer contacto con los Heraldos en 2017.
Acompañadas por sus familias, jóvenes de Port Hood se reunieron en la iglesia parroquial para rezar el Rosario con ocasión del Primer Sábado, el 7/4/2018
|
Invitada por una vecina, se apuntó al curso preparatorio para la consagración a la Santísima Virgen según el método de San Luis María Grignion de Montfort impartido por los Heraldos, y enseguida se hizo terciaria. Pero las dificultades surgieron en el horizonte:
“En esa época mi hijo me telefoneó desesperado, hablándome de suicidio. Había perdido todo su dinero, su esposa lo había abandonado y se sentía un fracasado en la vida. Se quedó conmigo un año recuperándose y, mientras yo estaba preparándome para renovar mi consagración, mi marido y él empezaron también a hacer el curso bajo la dirección de los Heraldos. ¡Dios mío! ¡Cuántas gracias y bendiciones hemos recibido desde entonces! Ahora mi marido reza el Rosario todos los días, asiste a Misa y hace Adoración en la parroquia. Y mi hijo mejoró: se reconcilió con su esposa y consiguió un empleo. Agradezco todo el apoyo que recibió de los Heraldos”.
Habiendo alcanzado también la gracia de ver a sus hijas volver a la Iglesia y bautizar a sus nietos, Mary Rose agrega: “No quiero ni pensar qué hubiera sido de nuestras vidas sin la intercesión de María y todas las oraciones de los Heraldos”.
La consagración a Nuestra Señora y el curso preparatorio fueron, de hecho, bendecidos con numerosas gracias.
Mons. João Scognamiglio Clá Dias con los cooperadores de Port Hood en la basílica de Nuestra Señora del Rosario, Caieiras (Brasil), el 8/4/2015
|
Mario Beaton tuvo la oportunidad de participar en uno de ellos en un período de grandes dificultades personales, recibiendo especial fuerza de alma para seguir adelante durante la enfermedad y muerte de su hija: “La consagración me dio mucha luz en el camino de mi vida espiritual… Siento que la Virgen estuvo conmigo en los momentos de dolor y en la defunción de nuestra querida Rebeca”.
Frutos abundantes de un corto viaje
Enfrentando las dificultades impuestas por el idioma, la distancia y la diferencia de culturas, un grupo de familias de Port Hood decidió viajar a Brasil la Semana Santa de 2014, a fin de conocer de cerca al fundador, el carisma y el trabajo de los Heraldos. La estancia fue breve, pero marcó profundamente a los peregrinos, obteniéndoles a algunos una verdadera transformación de vida.
Entre las numerosas gracias recibidas por Sandra Chisholm en los días que pasó en Brasil, destacan las relacionadas con la belleza de las ceremonias litúrgicas celebradas en la basílica de Nuestra Señora del Rosario: “¡Fue una experiencia del Cielo en la tierra! Algo quedó grabado para siempre en nuestras almas y nuestros corazones. La procesión de entrada de los sacerdotes heraldos en la Misa de Jueves Santo fue el momento auge de toda la peregrinación: hicieron el cortejo en perfecta unión, vestidos con magníficos paramentos, con las manos puestas en oración, resplandeciendo pureza y santidad. ¡Eran como su Señor! ¡Cristo estaba dentro de ellos!
Parecían la unión perfecta entre el León y el Cordero, y me vino el pensamiento: ‘Son dóciles como un cordero, pero valientes como un león… ¿Quién podría resistir a ellos?’ ”. Después de narrar otras muchas experiencias vividas en el viaje, Sandra afirma: “Durante el cortejo de entrada, mientras Mons. João Clá estaba pasando, nos miró, y yo quería correr a su encuentro… Nos miró fijamente a cada uno de nosotros, y eso marca sensiblemente la diferencia. Ahora sabemos qué ha originado este nuevo movimiento y don para la Ig lesia y para todas las personas: sus fundadores forjaron el camino del sacrificio y del sufrimiento”.
Y concluye mostrando cómo ese viaje le dio un nuevo rumbo a su vida espiritu al: “Los meses siguientes al período que estuve en Brasil fueron de abundantes gracias, ya que había experimentado el gozo para el cual fui creada y quería empaparme de él”.
También Mary Margaret Gillis relata las gracias recibidas durante un viaje a Brasil, especialmente al rezar en las iglesias de los Heraldos del Evangelio y ante la tumba del Dr. Plinio y Dña. Lucilia en el cementerio de la Consolación, de São Paulo: “Hacía años que no hablaba con mi hijo. Entonces cuando fui a Brasil recé para que volviera a la familia”.
Poco después de regresar a su casa tuvo una larga e inesperada conversación telefónica con su hijo; comprobaba así que su petición había sido atendida.
* * *
Los presentes testimonios ayudan a constatar cómo, salvando las distancias y fronteras, el carisma de los Heraldos se extiende por los pueblos y naciones más diversos: de la India a Colombia, de Mozambique a Canadá, de Brasil a más de setenta naciones. Pues no es más que una de las numerosas y variadas manifestaciones del Espíritu Santo, que impele a ir por el mundo entero cumpliendo el mandato de Jesús de predicar el Evangelio a todos (cf. Mc 16, 15).
Quiera el Sagrado Corazón de Jesús, por intercesión de María Santísima, que los frutos de ese apostolado crezcan, se multipliquen y permanezcan.