Conscientes de ser representantes de Cristo, los sacerdotes no pueden escatimar esfuerzos en la dedicación a su ministerio, apoyados en la asistencia del Espíritu Santo. De Él es de donde vienen los frutos de su trabajo pastoral.
El Espíritu Santo, enseña el Beato Columba Marmion, es “el alma de la Iglesia, el principio vital que anima a la sociedad sobrenatural, que la rige, que une entre sí sus diversos miembros y les comunica espiritual vigor y hermosura”.1 De su acción vivificadora nacen obras “divinizadas”, pues los hombres —de los que se sirve como instrumento—, por más débiles que sean o muchos defectos que puedan tener, producen, bajo el impulso de la gracia, frutos de excelente virtud.
Por lo tanto, para saber si la suave brisa del Paráclito sopla sobre una institución de la Iglesia, basta con analizar si el comportamiento de sus miembros está marcado por sus inefables dones. En este caso, las relaciones con ellos trasmitirán caridad, alegría y paz; mostrarán, superando sus disposiciones naturales, paciencia y longanimidad; la modestia, continencia y castidad brillarán en su conducta; el trato se distinguirá por su bondad, mansedumbre y fidelidad.
Este principio se aplica muy especialmente a los clérigos, sobre todo a los sacerdotes, cuyo oficio propio “es el de ser mediador entre Dios y el pueblo”.2 La acción pastoral del ministro ordenado debe estar siempre animada por el celo y disponibilidad en la administración de los sacramentos y por el deseo de comportarse en todo como vehículo de la gracia para los demás. Y, por uno de esos misterios de reversibilidad tan frecuentes en la Iglesia, cuanto más los sacerdotes y diáconos se vacíen de sí mismos y busquen el dedicarse a los otros, más beneficios espirituales recibirán.
Los Heraldos del Evangelio nacieron como una asociación privada de laicos, pero su crecimiento en número de miembros y la intensificación de su acción pastoral en decenas de países enseguida hicieron necesaria la constitución de una rama sacerdotal. Surgida en junio de 2005, una de sus primeras misiones era la de administrar los sacramentos a los miembros de la asociación y a los que, sin pertenecer a ella, son beneficiados por su trabajo misionero.
Como desdoblamiento natural de ese apostolado, los sacerdotes de la institución empezaron a colaborar en la labor pastoral de las diócesis en las cuales los Heraldos están instalados. En la de Bragança Paulista (Brasil) dicha colaboración condujo a asumir la responsabilidad de una parroquia en la región de Serra da Cantareira, estado de São Paulo, en una extensa área territorial que abarca varias capillas.
Las numerosas cartas de agradecimiento y testimonios que los heraldos presbíteros reciben desde todos los rincones donde desarrollan su acción evangelizadora revelan que el Espíritu Santo actúa con fuerza en el interior de la asociación.
A continuación referimos algunas de esas elocuentes declaraciones.
Humildad y dedicación en hacer el bien
Gloria do Prado Moreno Cunha, del municipio brasileño de Mairiporã (estado de São Paulo), así cuenta su experiencia de convivencia con los Heraldos, desde los comienzos de la mencionada parroquia (dedicada a Nuestra Señora de las Gracias): “Conocí a los Heraldos del Evangelio en la capilla de Santa Inés, en el 2008, la cual ya frecuentaba, aunque sólo estaba abierta una vez al mes para la Santa Misa. Cuando llegaron, todos los fieles se entusiasmaron mucho, porque trajeron, junto con la catequesis para niños y adultos, los sacramentos y la Misa semanal.
“Los heraldos presbíteros son muy entregados y están prontos para ayudarnos. Cuando perdí a mi esposo, un sacerdote heraldo era el que estaba a mi lado, presto para darle la Unción de los Enfermos en el hospital y auxiliarme en aquel difícil momento. Después de todo eso, empecé a sentirme muy mal, me sentía débil espiritualmente y no rezaba mucho, y con eso el demonio comenzó a atormentarme. Pero fue a causa de una bendición recibida de un sacerdote heraldo que volví al estado de gracia.
“También trajeron los demás sacramentos a la comunidad donde vivo y con ello muchas personas recibieron la Primera Comunión, la Confirmación, el Matrimonio; los enfermos, la Extremaunción; las personas mayores que no pueden desplazarse a la iglesia reciben la comunión en sus propias casas, todas las semanas. Estoy muy agradecida a los Heraldos del Evangelio y admirada por las cosas que llevan a cabo, por su humildad y dedicación en hacer siempre el bien y tomarse en serio la doctrina católica, por hacer caso a las peticiones de la Virgen, conduciendo a los fieles a seguir sus enseñanzas y a crecer en la vida espiritual”.
“Los sacerdotes heraldos orientaron mi vida”
Regina María Pereira dos Santos, también de Mairiporã, igualmente da testimonio de la actuación de los sacerdotes heraldos en esa misma parroquia de Nuestra Señora de las Gracias: “Ya hace ocho años que tuve los primeros contactos con los Heraldos del Evangelio y, desde entonces, son numerosas las gracias recibidas. Desde que los Heraldos vinieron a la capilla de mi barrio, voy a Misa todos los domingos, tenemos confesiones y varios beneficios más que nos han traído a mí y a todos los que les han abierto sus puertas.
“A partir de ahí los cambios en mi vida empezaron a fructificar. Los Heraldos siempre han estado dispuestos a ayudar, especialmente cuando perdí a mi padre, porque tuve que darles apoyo a mi madre y a mis hermanos. Y mantener las fuerzas y la fe en esa situación fue gracias a los consejos de un heraldo presbítero, que también nos dio apoyo tanto en el hospital como después de su fallecimiento.
“Los sacerdotes heraldos orientaron mi vida a través de todo lo que predican, que es realmente lo que nos enseña la Iglesia Católica. Agradezco mucho a Dios y a la Santísima Virgen el haber encontrado personas así, que sólo quieren hacer el bien, en quienes deposito mi entera confianza”.
Celebraciones bellísimas, repletas de enseñanzas
El carisma de los Heraldos del Evangelio de procurar en todas sus acciones la pulcritud y la perfección —así como el “Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48)—, se manifiesta de manera muy especial en las ceremonias y celebraciones litúrgicas, las cuales son ocasiones excelentes para la evangelización y el anuncio de la Buena Nueva.
Es lo que declara Denilson Glauco, de Montes Claros (estado de Minas Gerais, Brasil): “Por medio de la presente vengo a expresar todo mi agradecimiento por la conducción de una maravillosa obra de apostolado, sobre la cual no tengo duda de que es una de las muchas sustentadas por el propio Dios que, a través del soplo del Espíritu Santo, mueve a las almas a buscar la verdadera religión enseñada por la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.
“No hay modo de resistirse al llamamiento de Dios; creo que es lo que les sucedió a los Apóstoles, que abandonaron sus quehaceres, porque habiendo conocido a Jesucristo y sus enseñanzas, aunque compartidas durante tres breves años, fueron inundados por una intensa, amorosa, tierna y efusiva convivencia llena de gracias. Es lo que sentimos en las bellísimas celebraciones de los Heraldos, repletas de enseñanzas, en las que somos invitados a resistir a los ofrecimientos del mundo”.
Importante acción misionera de la “Caballería de María”
Habiendo recibido del Santo Padre Juan Pablo II el mandato de ser “mensajeros del Evangelio por intercesión del Corazón Inmaculado de María”,3 cuando la institución fue elevada por él a asociación de derecho pontificio, los Heraldos del Evangelio también se dedican a realizar misiones marianas itinerantes —conocidas como “Caballería de María”—, encabezadas siempre por dos o más sacerdotes.
Su objetivo es despertar en los fieles el gusto por la frecuencia a los sacramentos, los cuales son ampliamente administrados por ellos durante la misión. Es a lo que se refiere Leonira Maria Liebl, de São Bento do Sul (estado de Santa Catarina): “Me gustaría hablar un poco de los Heraldos del Evangelio, de los beneficios que obtuve y las gracias que recibí, desde que los conocí y les pedí que nos orientaran sobre qué hacer para mejorar la participación en los actos religiosos, celebraciones, Misas, etc. Y nos aconsejaron que hiciéramos la consagración a la Virgen, según el método de San Luis de Montfort. También participamos con ellos en dos ocasiones en la Tarde con María, además de otras muchas actividades religiosas, para el bien de todos.
“Cuántas y cuantas gracias ya han sido alcanzadas individualmente, e incluso colectivamente, por muchas comunidades locales, debido a la dedicación total y completa, gratuita, de esos valientes, intrépidos y fervorosos apóstoles de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Y añado también la notable acción misionera de sacerdotes y laicos de la ‘Caballería de María’, que pertenece a los mismos Heraldos del Evangelio, que tan importante trabajo de evangelización realizan. Por medio de ella, hoy son numerosas las personas que están frecuentando la Iglesia y recibiendo las gracias del sacramento de la Confesión”.
Interés y preocupación por sus feligreses
Cuántas veces, como buen pastor, es necesario pasar por encima de las propias comodidades y vida personal para cuidar de las ovejas que la Providencia ha puesto en el rebaño de cada sacerdote. Sandra Escobar, de la ciudad estadounidense de Katy (Texas), agradece el interés y la preocupación de los que fue objeto: “Tanto a mi esposo como a mí, nos faltan palabras para expresar el infinito agradecimiento y respeto que sentimos por el heraldo presbítero que tanto nos ayudó, así como por su comunidad.
“Para mí, él fue la voz de Jesús en la tierra, y verdadero modelo de cualidades sacerdotales. He conocido en mi vida a muchos curas buenos, pero, desde mi humilde punto de vista, ese sacerdote heraldo es el mejor entre ellos. Verdaderamente creo que si todos los sacerdotes imitaran su interés y preocupación por sus feligreses, los católicos necesitaríamos para vivir un planeta mucho más grande”.
Palabras de confortación, consuelo y oraciones
“La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos” (Mt 9, 37), lamentaba el divino Salvador. Por eso es frecuente que un sacerdote solo no consigua atender a todas las necesidades de su parroquia. Los heraldos presbíteros están siempre prontos para, en la medida de sus posibilidades, suplir dicha carencia, auxiliando a los párrocos en sus emergencias.
Y no es otro el testimonio de Shirlei Aparecida Voltolini Motta, de Joinville (estado de Santa Caterina): “Conocimos a los Heraldos del Evangelio en el 2009, en nuestra parroquia de la Inmaculada Concepción, donde fueron realizadas misiones marianas. Recuerdo que, al final de la misión, mi hijo mayor, que era monaguillo en la parroquia, fue invitado por un heraldo para que conociera y participara en las actividades de fin de semana, en la casa de los Heraldos del Evangelio de nuestra ciudad. Fue y le gustó mucho. A partir de entonces hubo muchos cambios en su vida y en la nuestra también. Participábamos los fines de semana en la Santa Misa y en las conmemoraciones de los Heraldos.
“Hasta que nos ocurrió una fatalidad: mi marido recibió un balazo en un asalto a una panadería a la que había ido y, para tristeza nuestra, aunque los socorristas intentaron reanimarlo y se lo llevaron rápidamente al hospital, ya no había nada que hacer. Mi marido era ministro de la Eucaristía desde hacía muchos años en la parroquia de nuestro barrio y mis dos hijos, monaguillos; sin embargo, no fue posible recibir asistencia espiritual del párroco, incluso viviendo cerca de nuestra casa.
“Fue un sacerdote de los Heraldos del Evangelio, al que le estoy muy agradecida y que jamás olvidaré, quien le dio los sacramentos a mi marido, en el hospital. Después vinieron a visitarnos, trayéndonos palabras de confortación, consuelo y oraciones, para mí y mis hijos. Y como quedé muy conmocionada con la pérdida, dejé incluso mis oraciones diarias. En una de las visitas recibí un rosario de las manos de un heraldo y volví a rezar, como si fuera un recado de Nuestra Señora de Fátima reanimándome.
“Así pues, retomé mi vida, mi fe y mi ánimo para continuar criando a mis hijos. También le agradezco a la Santísima Virgen la existencia de los Heraldos y que los haya puesto en nuestras vidas, en nuestro camino, porque si no hubiera sido por ellos, no sé qué habría sido de nosotros”.
Liberación, sacramentos y Rosario
Ya lo advertía San Pedro: “Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar” (1 Pe 5, 8). En nuestros días, cuanto más las personas quieren olvidarse de la existencia del Maligno, más libertad tiene éste de actuar, provocando disturbios, desavenencias y dificultades en todos los campos.
Ramiro A. Borja Dousdebes, de Guayaquil (Ecuador), narra cómo se sintió libre de esa acción maléfica: “Desde que un sacerdote heraldo realizó la oración de liberación he seguido sus consejos, frecuentando los sacramentos y, sobre todo, rezando el Rosario. Y no me queda más que agradecerle el haberme atendido y ayudado. Desde diciembre hasta la presente fecha mis problemas familiares se han solucionado de una forma increíble, mi esposa e hijos están muy contentos y agradecidos, de salud estoy mucho mejor y en materia laboral es realmente visible el cambio. Siento efectivamente que luego de la oración de liberación el mal que me aquejaba se alejó de mí y de mi familia. Justamente el motivo de estas líneas es para agradecerle a usted, padre, y a los Heraldos del Evangelio el haberme ayudado y la gran labor que realizan por la comunidad católica entera”.
Conmovedora gratitud al “padre espiritual”
No faltan, finalmente, los numerosos testimonios de quienes disciernen en la persona del fundador la fuente espiritual en la cual beben todos los sacerdotes heraldos y le dedican su sincera gratitud. A guisa de ejemplo, registramos dos declaraciones recibidas desde la ciudad de Montes Claros.
Leticia María Ponciano Lopes escribe: “Deseo expresarle aquí toda mi gratitud a usted, Mons. João, padre espiritual y fundador de esta obra santa que conocí en noviembre de 2015 y de la que formo parte como cooperadora desde hace ocho meses. Mi vida cambió después de que conocí a los Heraldos. Hoy, yo y mi familia rezamos el Rosario diariamen- “Mi gratitud a Mons. João, padre espiritual y fundador de esta obra santa” te y estamos consagrados a la Virgen. Damos testimonio del poder de María Santísima y del odio del demonio por Ella y por el arma poderosa que tenemos, el Santo Rosario. Soy consciente de que ha sido nuestra Señora la que me ha llevado hasta los Heraldos. Usted y uno de sus hijos sacerdotes han sido los instrumentos escogidos por Ella para liberarme a mí y a mi familia”.
Y Luciana Xavier Brant Wanderley añade: “Le agradezco una vez más a usted, Mons. João, por sus hijos e hijas espirituales, especialmente sus hijos sacerdotes que nos enseñan a buscar la práctica de las virtudes, no solamente por medio de los sermones o en el confesionario, sino por el ejemplo. ¡Muchas gracias! Me despido pidiéndole su bendición sacerdotal y de padre espiritual”.
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Enseña el divino Maestro, en el Evangelio, que “todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos” (Mt 7, 17-18).
Habiendo leído y apreciado los testimonios aquí ofrecidos, creemos que el lector tendrá condiciones de juzgar hasta qué punto la divina savia del Espíritu Santo circula en el seno de este movimiento, pues, continúa el Señor, “por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 20)…
1 BEATO COLUMBA MARMION. Jesucristo, vida del alma. Pamplona: Fundación Gratis Date, 1993, p. 95.
2 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. III, q. 22, a. 1.
3 SAN JUAN PABLO II. Audiencia general, 28/1/2001.