Una invitación a participar de la alegría divina

Publicado el 12/12/2017

Para el que se dedica a la evangelización, asistir al radical cambio de vida de ciertas almas produce una indescriptible alegría, similar a la que hay en el Cielo cuando un pecador se arrepiente.

 


 

En su Evangelio, San Lucas presenta al Hombre Dios atrayendo hacia sí a publicanos y pecadores. Al verlos acercarse para escucharlo, los fariseos reaccionan con irritación, dando ocasión a una de las más bellas parábolas creadas por Jesús: la del buen pastor, que deja noventa y nueve ovejas de su rebaño para buscar a una que se había perdido.

 

Al concluir la narración el divino Maestro asevera: “Os digo que así también habrá más alegría en el Cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” (Lc 15, 7).

 

Para el que se dedica a la evangelización, asistir al radical cambio de vida de ciertas almas también produce un indescriptible contento. Cuando una oveja descarriada regresa al redil de la Santa Iglesia, el misionero se reconoce siervo inútil que hace la voluntad del Señor, pues, como enseña el Doctor Angélico, “que el hombre se convierta a Dios no puede ocurrir sino bajo el impulso del mismo Dios que lo convierte”.1 Precisamente es la contemplación de ese suave toque de la Providencia actuando en lo más íntimo de los espíritus lo que produce tan gran alegría.

 

En este número de diciembre invitamos a nuestros lectores a que se unan a ese júbilo conociendo algunos de los muchos testimonios de conversiones que nos llegan. En varias de ellas los Heraldos tuvieron el honor de participar como meros instrumentos.

 

“Ahora me siento tranquila y con mucha paz”

 

Marcelina Gutiérrez Ibáñez nos cuenta desde Katy, en el estado norteamericano de Texas, cómo lavando su alma en el tribual de la confesión y acercándose a los sacramentos encontró la paz y la fuerza hacia una real conversión:

 

“Hace tres años, notaba malestares intensos y empecé a rezarle especialmente a la Santísima Virgen, en una necesidad de sentirme bien y no tener más esa gran depresión que no se me quitaba con nada sino con mis oraciones. Entonces fue cuando oí un sermón de un sacerdote de los Heraldos en la iglesia de San Bartolomé, de la ciudad de Katy, en el que explicaba el Evangelio de tal forma que logré concentrar mi alma en su explicación. Tal fue la contrición de mis pecados que sentí al escuchar dicha homilía, que me condujo rápidamente a querer cambiar de vida.

 

“Unos días después me enteré que iba a haber confesiones durante varias horas en ese misma iglesia, debido a la proximidad de la Semana Santa. Estaba con mucha angustia y salí corriendo a confesarme. Al arrodillarme en el confesionario, con lágrimas en los ojos y arrepentida de todos mis pecados, le supliqué al padre que me ayudara. Cuando oí su voz, me di cuenta de que era el mismo sacerdote de los Heraldos del Evangelio, al que tanto había rogado a nuestro Señor Jesucristo que me escuchara en confesión, porque siento que los sacerdotes heraldos realmente buscan nuestro bien. A partir de entonces sentí el llamamiento de ir al Santísimo Sacramento a orar con frecuencia y sentí mucha paz. […]

 

“Todos los días asisto a la Santa Misa, visito al Santísimo y procuro confesarme cada quince días. Ha habido un cambio total en mi vida.

 

“Les estoy muy agradecida a los Heraldos del Evangelio, principalmente al sacerdote que me ayudó, con mucha comprensión y paciencia. Gracias a ellos me he reconciliado con Dios y cada día quiero saber más de Él. Los Heraldos del Evangelio me han ayudado a conocer y a amar a la Santísima Virgen María y, en general, siento que han realizado conmigo un apostolado en el que me enseñaron a vivir todos los días con fe y perseverancia en el camino de Dios”.

 

“Hoy vivimos un matrimonio serio”

 

El propio Dios es el autor del matrimonio cuando crea al hombre y a la mujer, los une y les ordena que se multipliquen (cf. Gén 1, 28). Cristo elevó esa unión a sacramento, dándole una dimensión enteramente sobrenatural, figura de su unión con la Iglesia, conforme lo afirma el Apóstol (cf. Ef 5, 31-32).

 

En nuestros días surgen a menudo dificultades entre los cónyuges que parecen insuperables. La gracia, no obstante, puede romper cualquier barrera y ablandar los corazones más insensibles y endurecidos. Bajo la benéfica acción del Espíritu, los hogares más perturbados se transforman en la auténtica Iglesia doméstica a la que están llamados a ser. Así lo testimonian Aline y Flavio Knupp Mafort, del barrio de Boa Esperança, en el municipio de Nova Friburgo (Río de Janeiro):

 

“Queríamos contarles algunas de las gracias que recibimos diariamente de la Virgen, a través de los Heraldos del Evangelio. Años atrás vivíamos un matrimonio extremamente infeliz para ambos. Cuidábamos de nuestros hijos y los amábamos, pero entre nosotros había un muro.

 

“Un día nuestro hijo mayor, que ya participaba en el Proyecto Futuro y Vida, llegó a casa y nos invitó al curso preparatorio para la consagración a la Virgen. Aceptamos la invitación, pues el comportamiento del niño había mejorado con su participación en las actividades de los fines de semana de los Heraldos. Empezamos a frecuentar las clases y, a lo largo de ellas, veíamos también cómo nosotros mismos ofendíamos a Dios y cómo éramos malos uno para el otro, y ahí estaba el muro de la desobediencia y del egoísmo, porque pensábamos que el matrimonio era para agradarnos a nosotros mismos y no para agradar a Dios. Empezamos a rezar el Rosario y el ejemplo de aquella gente santa, los Heraldos, parecía que sofocaba nuestros malos hábitos.

 

“Fue entonces cuando decidimos que o parábamos con la vida errante que llevábamos o tendríamos que dejar de frecuentar los Heraldos. Era la opresión del bien, que gracias a Dios venció, pues ya amábamos y admirábamos el modo de vida de aquellos y aquellas que nos traían el bien y nos parecía que tocábamos las cosas del Cielo. El muro que había entre nosotros se derrumbó y hoy vivimos un matrimonio serio, de personas que rezan y esperan siempre del Cielo el auxilio para acabar con nuestros defectos y para que, con la misericordia de Dios y el amparo de la Virgen y de los santos, podamos un día llegar a la vida eterna.

 

“En fin, sin los Heraldos no tendríamos la razón que nos guía, no veríamos la luz, que es nuestro Señor Jesucristo, y nuestra existencia se volvería llena de sentimientos y decisiones que nos traerían tristezas en esta vida y condenación en la otra. Agradecemos muchísimo a Dios y a la Santísima Virgen la fidelidad del fundador y de todos los Heraldos del Evangelio”.

 

“Así fue como volví a Cristo”

 

Cuántas veces una educación piadosa recibida en la infancia es olvidada con el paso del tiempo, al estar inmersos en los quehaceres cotidianos. Sin embargo, resta todavía una semilla que remuerde la conciencia y que, en el momento más inesperado, puede dar comienzo a un proceso de conversión.

 

Así lo testimonia Cristiane Marins do Nascimento, abogada de la ciudad brasileña de Recife (estado de Pernambuco): “Estudié en el colegio de los Salesianos y allí aprendí la catequesis, siempre pautadas por las enseñanzas de Don Bosco, por la intercesión de María Auxiliadora. No obstante, estuve diez años sin participar de los sacramentos, llevando una vida desagradable, ofendiendo a Dios y a la Virgen. Cierto día, decidí confesarme, pero me acerqué hasta la iglesia y lo único que hice fue llorar…

 

“A mediados de 2009 conocí la asociación católica Nuestra Señora de Fátima a través de un folleto, que un compañero de trabajo había pedido que me enviaran, en el cual estaba escrito: ‘Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz’. Solicité el rosario y el libro que enseñaba a rezar los misterios del Rosario. A partir de entonces empecé a recibir los boletines de las actividades de los Heraldos del Evangelio. Quería la paz. Intentaba rezar el Rosario, pero lo veía excesivo y no lograba concluir las oraciones.

 

“Un día recibí un bonito poster de Nuestra Señora de Fátima, que inmediatamente enmarqué. También recibí la visita de la imagen de la Virgen de Fátima en mi casa y la sentía cada vez más próxima. Sin embargo, cambié de dirección y dejé el cuadro de la Virgen guardado. Mi vida estaba incompleta. Necesitaba paz y aún no la había encontrado. Continuaba con una doble vida, ofendiendo la moral de la Iglesia Católica y haciéndolo todo como yo pensaba que sería lo correcto. Pero, en mi corazón, mis errores me decían: todavía hay algo que es necesario hacer.

 

“Con el paso de los años muchas cosas ocurrieron, vinculándome más a los Heraldos del Evangelio. Hasta que, al conocer a un sacerdote heraldo, fui atendida por él y estuve más de tres horas en el confesionario, siendo reconducida a la Casa del Padre. Empecé el curso de preparación para la consagración a la Santísima Virgen y numerosas gracias fueron derramadas sobre mí; en cada clase me emocionaba y sentía que Ella estaba presente, tan cerca de mí que me parecía estar en todas las historias que eran narradas.

 

“Ya frecuentaba casi diariamente los Heraldos del Evangelio y empecé a prestar atención en algunos libros de la colección escrita por Mons. João, El don de sabiduría en la mente, vida y obra de Plinio Corrêa de Oliveira. Recibí en casa una carta ofreciéndome el volumen V de la colección. Decidí comprarlo para saber quién sería la persona con tantos escritos dedicados. Así que llegó el libro me encontré con la enseñanza sobre la suma de las edades, y Mons. João explicaba que el Dr. Plinio dejó la lección de que se conoce a una persona por lo que fue los últimos años de su vida, ejemplificándolo con tres volúmenes de los escritos de Miguel Rúa, sucesor de Don Bosco. Fui inserida en la vida de Dr. Plinio. De ahí por delante, cada página leída me transportaba más adentro de los Heraldos del Evangelio, teniendo la convicción de que estaba de regreso en mi Casa.

 

“Mantener la tradición, la devoción a Jesús Sacramentado, la obediencia a la Iglesia Católica y la devoción a la Virgen forman parte de los Heraldos, una institución de carácter restaurador. Así fue como volví a Cristo. En el mundo en que estamos, hemos de prestar atención a los designios de la gracia y a los medios puestos a nuestra disposición para conducirnos al camino de la salvación”.

 

“Mi corazón palpita de alegría al escribirle”

 

Frediane Gomes Guandalin Fernandes, de Jaíba (estado de Minas Gerais), buscaba la felicidad fuera de la religión católica y no lograba encontrarla. Ahora ella le escribe al fundador de los Heraldos del Evangelio para agradecerle el tesoro de la fe que ha descubierto a través de la acción evangelizadora hecha personalmente por él y por sus hijos espirituales:

 

“Rvdmo. Mons. João, mi corazón palpita de alegría al escribirle estas palabras. Considere que con ellas van todo mi amor y gratitud a quien tanto lo merece. ¿Qué es más importante en este mundo sino ser santo? Esto es lo que usted nos enseña, cada vez que le miramos o pensamos en usted.

 

“Vivía mi vida en medio del protestantismo, pero buscaba algo que me llenara e hiciera feliz a mi alma. Por venturosas disposiciones de la Virgen me casé con un joven que le conocía a usted y a los Heraldos. Con paciencia me transmitió la doctrina católica, la cual tan bellamente representa usted. Y cuando la oía sentía que mi corazón ardía de alegría, y una voz interior me decía: ‘Es esto mismo. Ése es el camino’.

 

“Hoy, todo el gozo de mi corazón y la alegría de mi pobre alma consisten en adorar a Dios y agradecerle el tesoro de haberle conocido. Le agradezco las Misas y homilías que nos confirman en el amor a Cristo, los sacrificios hechos en pro de la salvación del prójimo, la bondad con que trata a todos los que le rodean, el amor y celo que tiene por la Santa Iglesia, la luz que irradia su semblante y nos ilumina, en fin, la donación de su vida a favor de un bien mayor: el triunfo el Inmaculado Corazón de María.

 

“Me despido muy feliz y consciente de que nunca podré recompensarle la caridad que me dispensa a mí y a toda la Iglesia católica militante”.

 

“Mi admiración y mi enorme agradecimiento a Mons. João”

 

Desde Ciudad de México escribe Nieves Santisteban de Arce, haciendo hincapié en agradecerle a Mons. João el hecho de haber conocido la fe católica a través de los Heraldos del Evangelio. También muestra su gratitud por la conversión de su marido y pide las bendiciones de Dios para esta obra por Él usada como instrumento para salvar almas en el mundo entero:

 

“Soy mexicana y a los 33 años viví una conversión gracias a la intervención de la Santísima Virgen. Comencé a rezar el Santo Rosario, sin embargo, no estaba evangelizada y no conocía bien la fe católica. Tuve la dicha de conocer a los Heraldos del Evangelio en 1999 en Miami, Estados Unidos, pero tuve que regresar a México. En el 2002 retornamos a Miami y comencé a participar en un grupo de oración con los Heraldos del Evangelio hasta el año 2007, cuando regresé nuevamente a mi país.

 

“Con ellos aprendí a conocer y a amar a mi Iglesia, Santa Católica Apostólica y Romana, a la Santísima Virgen, al Santo Padre, a la tradición de la Iglesia, las Sagradas Escrituras y al Santísimo Sacramento del Altar. Con ellos aprendí el amor, la caridad y la misericordia para con el prójimo, y siempre vi en ellos una coherencia de vida muy grande. Estaré eternamente agradecida a Dios, nuestro Señor, por permitirme esa evangelización por medio de los Heraldos del Evangelio.

 

“En el 2003, gracias a los Heraldos, me consagré a la Santísima Virgen según el método de San Luis María Grignion de Montfort y desde entonces he vivido muchos milagros, entre ellos la conversión de mi marido, Esteban Arce, en el 2007. Hoy en día él es el comunicador católico con más valentía en los medios de comunicación de México y, por mi parte, yo me dedico a promover la apertura de capillas de Adoración Eucarística Perpetua en las parroquias y también la consagración al Inmaculado Corazón de María. Actualmente, junto con los Heraldos del Evangelio en México, trabajo para fomentar y dar a conocer las apariciones de la Virgen en Fátima.

 

“Dejo aquí mi admiración y mi enorme agradecimiento a Mons. João Scognamiglio Clá Dias por su esfuerzo, compromiso y dedicación para llevar y enseñar la fe a todos los que de algún modo tienen contacto con los Heraldos del Evangelio. Que Dios los bendiga abundantemente en el mundo entero y que muchas almas más sean salvadas por este medio”.

 

1 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. I-II, q. 109, a. 6.

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Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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