El peligro de una mujer no virtuosa

Publicado el 04/28/2024

Ciertamente, la mujer dispone un gran arsenal de armas secretas y de los dardos que apuntan al corazón. Huye de la astucia seductora de la mala mujer como de una serpiente. Por la belleza de la mujer se perdieron muchos.

Padre George Hoornaert, SJ.

Joven, te has embarcado en una travesía de la vida por los mares del mundo. Luis Vaz de Camoens escritor y poeta portugués, náufrago en el mar durante una tempestad, salvó su obra maestra sosteniéndola por encima de las olas.

Pon también tú muy alto el tesoro de tu pureza y trata de salvaguardarla por encima de todo. Guárdate de los tiburones… Guárdate sobre todo de las sirenas… Sigue las advertencias y consejos del libro de los Proverbios:

La prudencia te guardará.

Y te librará de la mujer ajena,

De la extraña de melosas palabras;

Porque camina a la ruina;

Y se dirigen sus pasos hacia el infierno»

(2, 11 y sigs.)

Los labios de la ramera son

como un panal que destila miel,

Y son suaves como el aceite sus palabras.

Pero al fin es amarga como el ajenjo,

Mordaz como espada de dos filos.

Sus pies se encaminan hacia la muerte…

Por no seguir la senda de la vida,

se desvía por sus vericuetos sin saberlo.

Huye lejos de ella,

Jamás te acerques a la puerta de su casa,

No sea que tengas que gemir en tus postrimerías.

(5, 3 y sigs.)

Los sabios consejos te librarán de la mala mujer,

Y del lenguaje zalamero de la extraña.

No codicies su hermosura en tu corazón,

Ni te cautive su mirada,

Porque a causa de la mujer ramera…

Tendrás que dar todos los bienes de tu casa.

(6, 24 y sigs.)

Va siguiendo a la mala mujer

Cual corderillo que va retozando,

Como buey que llevan al matadero,

Y el mentecato no conoce que es conducido a una prisión,

Hasta que una flecha le atraviese las entrañas;

Como pájaro que se precipita en la red,

Sin saber que le va en ello la vida. (7, 22 y sigs.)

Consejos parecidos nos da el libro del Eclesiástico (3 y sigs.):

No pongas los ojos en mujer que quiere a muchos,

No sea que caigas en sus lazos.

Con cantadora no frecuentes el trato,

Para no quedar prendido en sus enredos.

No pongas tus ojos en la soltera,

Para que su belleza no sea ocasión de tu ruina.

No des entrada en tu alma a las meretrices,

Para que no te pierdas tú y tu patrimonio;

No andes derramando tu vista por las calles de la ciudad,

Ni vagueando de plaza en plaza.

Aparta tu ojo de mujer hermosa,

No te quedes mirando la belleza ajena.

Por la belleza de la mujer se perdieron muchos.

Junto a ella el amor se inflama como fuego.

Por la belleza de la mujer se perdieron muchos.

¡Cuántos seducidos por el placer ponen en peligro su salvación! «A cada uno le viene la tentación cuando su propio deseo lo arrastra y seduce; el deseo concibe y da a luz el pecado, y el pecado, cuando se comete, engendrar la muerte» (Santiago 1,14-15)

Huye de la astucia seductora de la mala mujer como de una serpiente. Porque en bastantes ocasiones es la joven que se presta complaciente a la pasión del joven (él poco podría, si ella no quisiera) o le provoca. No fue José quien tentó a la mujer de Putifar, sino la mujer de Putifar quien tentó a José.

No hay que remontarse a los Faraones, para encontrar tales mujeres, felinas y halagadoras… Respecto a los enamoramientos, la mujer tiene muchas más artimañas que el hombre …

 

 

Fíjate lo que escribió la condesa de Tramar en su libro, El Trato social, sobre cómo deben comportarse las mujeres para conquistar a un hombre:

«Todos los artificios de que se sirven las mujeres, todos los ardides de coquetería, de habilidad, de diplomacia, todas las modas que siguen, no tienen otro fin que llamar la atención, hacerse adorar por el hombre, para poder dominarlo.»

«Habrá que utilizar todos los medios que sean necesarios. Nos valdremos de nuestra finura y delicadeza, variaremos las tretas y procedimientos según los casos. Es una estrategia compleja la que debemos desplegar, sin dejar nada al azar. Debemos apuntar bien, no sólo para conquistar, sino para retener lo conquistado, lo cual a veces es más difícil… Tendremos que mostrar toda nuestra feminidad, todas nuestras mañas de encantadoras».

«Habrá que estudiar nuestro rostro para encontrar la expresión más seductora y atrayente, aunque sea irreal… El espejo es el maestro por excelencia, para adquirir esta ciencia profunda de la expresión ficticia. No hay que desanimarse, el ingenio viene en ayuda de las menos agraciadas, y su intuición les hará ver de qué armas mejor servirse según sea la psicología masculina: bien sea una altiva indiferencia, o una gran jovialidad, o aparentando lujo y ostentación, picardía y sagacidad…La mujer tiene siempre un misterio, que nunca debe descubrir.»

Fíjate también en los títulos de los capítulos: Los trucos femeninos, La expresión estudiada, Las armas de combate, La hechicera, Para hacerse desear, Coquetería.

Ciertamente, la mujer dispone un gran arsenal de armas secretas y de los dardos que apuntan al corazón.

Las mujeres son difíciles de conocer porque son en general muy impresionables e inconstantes en sus sentimientos. No es que mientan, es que tienen, podríamos decir, convicciones sucesivas. «En gracia me ha caído —escribe Santa Teresa a Fray Ambrosio Mariano (21 octubre 1576)—el decir V. R. que en viéndola la conocerá. No somos tan fáciles de conocer las mujeres, que muchos años las confiesan, y después ellos mismos se espantan de lo poco que han entendido, y es porque aun ellas no se entienden para decir sus faltas y ellos juzgan por lo que les dicen.»

Las mujeres son finas diplomáticas y son notablemente hábiles para llegar a su fin.

«¡Dios mío, qué torpes son los hombres! —exclamaba una mujer—. Dan en la mesa un fuerte puñetazo y dicen: Yo quiero. Yo mando. Y nosotras respondemos: Está bien…; está bien. Luego, poco a poco, con dulzura, por rodeos y zalamerías, les traemos a lo que nosotras deseamos. Y lo más gracioso es que no caen en la cuenta que son ellos los que nos obedecen.»

¡Qué diferentes son, a este respecto, las cartas de un hombre de las cartas de una mujer!

En una carta, el hombre desde el comienzo declara con franqueza su voluntad o sus deseos, sus críticas o su indignación, sus ordenes o sus ilusiones.

¿Queréis conocer el verdadero objetivo de una carta femenina?

Generalmente hay que buscarlo al final de la carta. Lo que precede no ha sido más que la calculada preparación de los trabajos de ataque.

Desconfía de las hechiceras que tienen el temible don de transformar a los hombres en bestias o puercos. Las encontraras en muchos sitios: en las fiestas, paseando por las calles, en los comercios, en los hoteles, en la universidad; en bares y restaurantes… Desconfía de de sus sonrisas y de sus lágrimas.

También de las lágrimas. ¡Porque les cuestan tan poco sus lágrimas! Cuando llora un hombre, es su alma la que llora. Cuando llora una mujer, las más de las veces sólo lloran sus ojos. No hay más que ver lo contentas que se ponen cuando han logrado lo que querían.

No gustes de estar largo tiempo a solas con una chica, y menos en la oscuridad, para que no te animes a hacer declaraciones románticas y a hacer cosas que no te gustaría haber hecho con la cabeza serena. En estas situaciones, subyugados por el fuerte atractivo físico y emocional, , las resoluciones más firmes se pueden ablandar y venirse abajo…

Desconfía del galanteo y del coqueteo, que es como la guerrilla del amor. Los piropos encierran siempre algo peligroso, amor sin amor, el placer de pasar rozando el peligro, el despertar de la sensualidad y la vanidad… El coqueteo es un estado de equilibrio inestable, siempre a punto de caer hacia un lado o a otro. De ordinario anda jugando con naderías; pero a veces también la naturaleza recobra sus derechos y se toma su parte. El que juega con los sentidos, aunque la virtud no quiera ceder, a veces la bestia se despierta en el hombre y hace lo que no quería hacer en un principio…

El coqueteo es un juego de esgrima peligroso, que con frecuencia acaba produciendo heridas.

No pretendían más que manifestarse tiernamente su amor. Pero a veces uno de los jugadores toma el juego por lo serio y siente la pasión con toda su fuerza. Y entonces ¡qué vergüenza! ¿Se puede tratar así con el cuerpo y el corazón de una persona? Le ha robado su inocencia y su pureza…

¡Cuántas veces se ha repetido esta historia!

Desconfía de las mujeres coquetas. Son expertas en el arte de la seducción. Piensa que la moda femenina está diseñada sobre todo para causar impresión en el sexo masculino. La mujer se arregla por el hombre.

¡Desconfía! La forma en que se producen las caídas de los jóvenes apenas varía.

Es la historia eterna de Adán y Eva.

Ella le tienta. Eva le muestra el fruto prohibido. El fruto era «bueno para comer, grato a la vista y deleitable… Ella tomó el fruto y comió; y dio también a su marido, que también comió (cf. Gén. 3; 6). Adán, eres tú. Tú bien conoces cuál es el fruto prohibido.

No te justifiques diciendo que el amor que sientes por ella es único y singular. Tu historia es idéntica al de otros muchos. Te voy a contar tu caso en dos palabras: Tú has querido repetir de nuevo la aventura de Sansón y Dalila.

Sí, una Dalila desafortunada se atravesó en tu vida, y como la primera Dalila, te «quitó la fuerza».

¡Qué pena!, ¡Cuánto has perdido desde entonces! ¡Cómo has cambiado! ¡Qué lejos están de ti los deseos de santidad, el apostolado, el sacrificarte por los demás, la lucha por la virtud, los arranques generosos!

Todo eso se esfumó… Ella te ha robado tus energías.

Cuántos jóvenes, llamados a algo grande y generoso, son presa de los encantos de alguna chica, y se vuelven cínicos y egoístas… Desconfía de las mujeres seductoras. Parecen bellas por fuera, pero si vieses sus almas, te causarían espanto.¿Es esto amor?

Libertad, ¡cuántos crímenes se han cometido en tu nombre! Amor, ¡qué de crímenes también se han cometido en tu nombre!

Las relaciones culpables reclaman el nombre de amor, sin razón, puesto que no son sino su caricatura, una degradante simulación. No son amor —que es algo sagrado—, sino un sentimiento profano, o más bien profanado.

Las relaciones sexuales fuera del matrimonio no tienen de amor más que la apariencia. Al verlos, uno hubiera pensado que se aman. Pero, no, no se aman. Los dos se engañan mutuamente. Lo que dicen sus cuerpos —me entrego para ti del todo y para siempre—, no lo dicen sus almas.

Sólo hay pasión y concupiscencia. El amor supone respeto, sacrificarse por el otro, buscar lo mejor para el otro y para los posibles hijos que puedan venir, saber esperar..

¿Por qué tantos enamoramientos acaban en peleas y en violencia? Porque entre la concupiscencia y el odio muchas veces no hay más que una tenue separación, que fácilmente se resquebraja.

El que tiene con una cómplice relaciones impuras, no tiene derecho a decirla: Te amo.

¿Se ama de veras cuando no hay más que sensualidad y sentimiento?

¿Se ama de veras a una persona cuando se la induce al pecado?

¿Es amor lo que acaba convirtiéndose en odio?

Tomado del libro El combate por la pureza, pp. 74-82

Deje sus comentarios

Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

version mobile ->