Se acostumbra representar a Nuestra Señora con el Corazón traspasado por siete espadas, símbolo de los siete dolores principales por los que pasó
su alma santísima.
Me gustaría ser pintor para representar a la Madre de Dios subiendo al Cielo con su Inmaculado Corazón a la vista y dos espadas saliendo rayos refulgentes. Porque esa era la gran alegría de Ella: los tormentos sufridos, las luchas aceptadas.
También va a ser la nuestra. Cuanto más sufrimos, más debemos recordarnos de la gloria y alegría que tendremos en el paso de esta Tierra para el Cielo y, sobre todo, en la visión beatífica por los siglos de los siglos.
Pidamos a María Santísima, en esta fiesta de su Asunción, que esas consideraciones tengan vida en nuestras almas..
(Extraído de conferencia del 15/8/1966)