Madre mía, veo tantos y tantos hombres huir de los sufrimientos morales, en lo cual hay una suprema cobardía. A Vos suplico esta forma de integridad: que, en todos los sufrimientos morales de mi vida, yo sea enteramente varonil, un verdadero católico. Que vea esos sufrimientos uno por uno, los cuente, los pese, los mida punto por punto; beba cada uno de ellos como copa amarga hasta la última gota.
Que yo los sorba con serenidad, claridad, fidelidad, y caminando con resolución para
los nuevos sufrimientos que vienen. Que no rechace ninguno, que los asuma todos, dando el ejemplo de un hombre que sufre moralmente hasta donde se pueda sufrir. Y que, en ese sufrimiento, mi alma, en su fina punta, experimente la alegría de haberos dado absolutamente todo. Vos amáis, oh Señora, a quien os ofrece con alegría este sufrimiento total.