Altísimo y grandioso mirador

Publicado el 12/27/2021

El día 27 de diciembre la Iglesia conmemora la fiesta de San Juan Evangelista. Vamos a comentar algunas cosas sobre él, sacadas de los sermones de San Vicente Ferrer.

Plinio Corrêa de Oliveira

Corona real con cuatro grandes flores

En el libro de Ester, cap. VI, hay una bella lectura. El gran Rey Asuero, Emperador, preguntó una vez a un consejero suyo hombre muy sutil: “¿Quése debe hacer con alguien a quien el rey quiere honrar?” Después de haber reflexionado un poco, el consejero respondió: “Para honrar a quien el rey desea honrar, debe vestirlo con túnicas reales, montarlo en un caballo del establo real, y ceñir su frente con una corona regia, y que el primero de los príncipes del rey tome las riendas de su caballo y, paseando por la plaza del pueblo, vaya predicando en frente de todos. Así debe hacerse con quien el rey quiera honrar.”

El Señor Jesucristo, Rey poderosísimo, hizo estas cosas con magnificencia en la persona de San Juan Evangelista. La corona que ciñó Jesucristo Hombre en el momento de su concepción, fue la Sabiduría perfecta. Porque la Sabiduría reside en la abeza como una corona.

La corona de Cristo tuvo cuatro remates en flor como suelen tener las coronas reales. Adelante, la ciencia de la Trinidad; detrás, la ciencia de todas las criaturas, de todas las cosas pretéritas y futuras, y de todos los pensamientos de los corazones; a la derecha, tuvo el conocimiento de la gloria del Paraíso y de los predestinados; a la izquierda, tuvo conocimiento de las penas infernales y de los que están condenados al infierno, así como la causa de su condena.

San Juan Evangelista fue coronado con esta misma corona de Sabiduría. Así fue coronado en la noche de la Pasión más que todos los demás Apóstoles. Reclinado en el Corazón del Maestro, recibió esto como un espléndido regalo.

Por eso la Iglesia dice de él en su oficio: “Bebió el agua pura del Evangelio del manantial sagrado del pecho del Señor”.

En aquel instante se le impuso la corona real con sus cuatro remates: el conocimiento de Dios por el cual Juan compuso el Evangelio; el conocimiento de todas las criaturas gloriosas y predestinadas, con el que escribió su primera Epístola Canónica; el conocimiento de los condenados, y por él compuso su segundo y tercero epistolario. Por tanto, de él podemos decir: “Corona de oro sobre su cabeza, grabada con el signo de la santidad”.

La corona de oro es, según la Teología de la Biblia, el escrito de los doctores grabado con señal de santidad. Porque la corona de la Sabiduría que es la Teología no tiene fuerza si no está marcada con el signo de la santidad que es la vida digna. San Juan Evangelista lo manifestó en el más alto grado.

El conocimiento de Dios y de todas las cosas creadas

Es un comentario realmente hermoso, a la altura de San Vicente Ferrer. Él toma como punto de partida un trecho típicamente oriental del Libro de Ester.

El rey pregunta al consejero cómo actuar con alguien al que el monarca quiere honrar. Entonces el consejero, después de pensar, dice:

“Lo mejor es vestir a este hombre con trajes reales, ceñirlo con
una corona regia. Después montarlo en un caballo de la caballería real. Hacer que una de las figuras principales de la corte del rey tome su caballo por las riendas y camine por en medio de la calle, diciendo a toda la gente: ‘¡Aquí está el hombre a quien el Rey quiso honrar!’”

Entonces, como todos los pasajes de la Sagrada Escritura tienen un significado teológico, místico, aquí San Vicente Ferrer extrae un significado profético con respecto a San Juan Evangelista.

En otras palabras, San Juan fue uno de los predilectos de Nuestro Señor Jesucristo, y como tal un hombre a quien el Redentor quiso honrar a los ojos de todos, ciñéndolo con la corona del propio Cristo. ¿Cuál?

Centrémonos en esto porque es una enseñanza hermosa para nosotros.

Es la corona de la Sabiduría. Nuestro Señor recibió esta corona,
dice San Vicente Ferrer, en el mismo momento en que nació pues Él gozaba de las formas más profundas de la Sabiduría.

Básicamente, esta Sabiduría es el conocimiento de todas las cosas creadas y, sobre todo, el conocimiento de bnDios. Entonces, la corona tenía delante un remate en flor que era el conocimiento de Dios. Otro que era el conocimiento de todos los corazones de los hombres, de tal manera que conoció a toda la humanidad presente. Luego hubo un tercer remate en flor que le dio a conocer a toda la humanidad en el Cielo, a toda la Iglesia gloriosa y a todos los espíritus bienaventurados. Y un cuarto remate en flor, es decir otro atributo, otra fuerza de Sabiduría por la que conoció a todas las almas que están en el Infierno, y las causas de sus condenas”.

Visión sapiencial de la Revolución y de la Contra-Revolución

Vamos a reunir esos conocimientos, trabajemos un poco sobre este hermoso pensamiento de San Vicente Ferrer, y veamos hasta dónde lleva.

Conocer a todas las almas que están en la tierra, no es sólo conocerlas individualmente, alma por alma, sino también a la sociedad humana, a esas almas en cuanto influyéndose las unas a las otras. Por lo tanto, la opinión pública, la ondulación de las grandes corrientes de pensamiento sobre todas las cosas importantes y, sobre todo, acerca de Dios Nuestro Señor. Es
el conocimiento más profundo que se pueda imaginar de la Iglesia Católica, constituida de hombres y, por tanto, en su estado actual, puede y debe ser conocida exactamente como Ella es en los hombres que existen en Ella, en los efectos de la gracia y del pecado en esos hombres.

En cuanto que constituyen una gran sociedad de almas.

San Juan Evangelista tenía el conocimiento del pasado, del presente y del futuro, no como tres piezas aisladas, sin ninguna conexión entre sí.

Es evidente que conocía el pasado como fuente de la cual se puede definir el presente; y el presente en cuanto fuente de la cual se puede definir el futuro, incluso el más remoto, hasta el fin de los siglos.

Él conocía todo el proceso histórico, la concatenación de los acontecimientos, de las corrientes ideológicas, religiosas, filosóficas, políticas, artísticas, culturales, de la interpenetración
de esas corrientes, del modo por el cual ellas gobiernan a los hombres, del proceso por el cual ellas nacen unas de las otras, en virtud del juego de las circunstancias, de las gracias y de las
tentaciones; todo en función del libre albedrío humano: él lo conocía en una visión sapiencial y grandiosa.

Conocía, entre otras cosas, el proceso en nuestros días de la Revolución y la Contrarrevolución. Él veía en el futuro las figuras malditas del Renacimiento, del protestantismo, de la Revolución Francesa y del Comunismo. También veía con claridad a las almas benditas preparadas por San Luis Grignion de Montfort cuya predicación fue una especie de lucha ideológi-
ca ancestral de la Chouannerie (Movimiento contra revolucionario surgido en la Bretaña a raíz del descontento de la población rural ante las medidas religiosas y políticas de la Revolución Francesa, en especial, la creación de una “iglesia” constitucional y la venta de los bienes de la Iglesia); veía las almas de la Contrarreforma, así como las almas de los movimientos contrarrevolucionarios posteriores; contempló nuestras almas y las almas que nos sucederán en una lucha hasta el fin del mundo; vio a Elías, a Enoc y todo lo demás.

Contacto con el verdadero universo de bellezas espirituales: María Santísima

Por lo tanto, el conocimiento que él tuvo de la Historia era completo, no sólo en cuanto a que ella se lleva a cabo en la faz de la Tierra, sino también en sus puntos terminales. Él vio la Iglesia gloriosa, donde se encuentran todos los que ya han sido
juzgados y disfrutan de la visión beatífica. También vio a todos los que están en el infierno.

San Vicente Ferrer dice que San Juan vio en el infierno no solo a los que allí se encuentran, sino el por qué están allí. Eso significa que cuando contempló a los del cielo, también vio por qué están allí. Vio la Sabiduría, la Justicia y Misericordia de Dios ejerciéndose en el juicio de los hombres.

Pudo ver, así, cómo los grandes movimientos de la historia llevan a los hombres al cielo o al Infierno. Por lo tanto, tuvo un conocimiento profundo de la Historia de la humanidad.

Podemos preguntarnos: ¿de qué sirve conocer la historia de la humanidad? ¿Qué nos importa saber esto o cualquier otra cosa, a no ser en función de Dios nuestro Señor?

Todo este conocimiento sapiencial le fue dado como un medio para elevarse a Nuestro Señor, a través de la consideración de la Historia de lo que les sucede a los hombres, que son la
obra prima de la Creación visible. Elevarse a Nuestro Señor.

Entonces, el primerremate en flor es el conocimiento de Dios.
Los otros son remates colaterales; cuán vastos, inmensos, ricos…¡no hay palabra humana que pueda decirlo! pero meramente colaterales. En este conocimiento de los hombres
San Juan Evangelista conoció a Nuestra Señora, y podemos imaginarnos con qué encantos, maravillamientos, veneraciones, atravesó este verdadero universo de bellezas espirituales que es María Santísima.

Lirio que florece en la noche, del lodo y bajo la tempestad

Así, percibimos cuánto fundamento hay en el hecho de insistir que la vida espiritual sea hecha con esta riqueza, al intentar utilizar, por ejemplo, la temática “Revolución y contrarrevolución” como alimento para la vida espiritual.

Nuestras reuniones son la aplicación de principios de la historia,
con un fundamento metafísico y teológico, a los  acontecimientos presentes para situarnos en una especie de mirador, desde donde vemos estos acontecimientos y nuestra propia vida individual.

Momento trágico y sublime en que Nuestra Señora quiso
que naciésemos

Esta no es una meditación nueva, que escapa a las normas clásicas de la Iglesia. Estamos viendo aquí una meditación de San Vicente Ferrer realizada exactamente de acuerdo con esas normas.

Ahora bien, él fue un gran profeta que previó una porción de cosas del futuro, grandísimo misionero, una de las más grandes figuras que ha producido la Iglesia Católica.

A veces, cuando tenemos dificultades en la vida espiritual, y no nos levantamos del fondo de nuestros propios defectos, es porque no nos aplicamos a las meditaciones propias que alimentan nuestro amor a Dios, según nuestra vocación. Nuestra Señora preparó para nosotros no solo los tesoros que están al alcance de todos los católicos, sino también de otros que son gemas de las mejores que hay dentro de las arcas inagotables de la Doctrina Católica. Esos tesoros son estas meditaciones hechas desde un mirador magnífico y grandioso. Es la consideración de nuestra época, de nuestras actividades personales, de nuestra lucha externa e interna, según el momento trágico y sublime en el que Nuestra Señora quería que naciéramos.

Así que aquí hay una sugerencia que sirve de aliento y pórtico de esperanza para las almas eventualmente afligidas y desconcertadas. Y para las almas esperanzadas que quieren progresar aún más; aquí hay un medio para vuelos mayores: colocarnos en ese mirador que es el más adecuado para meditaciones de hombres en la época contemporánea. Vemos cómo Dios habla con la voz del trueno, pero teniendo una
sonrisa – no diré paterna sino materna– hacia ese lirio que Él va haciendo nacer del lodo. Es Dios en toda su grandeza, en toda su dulzura, hablando en nuestro tiempo para santificarnos.

Que Nuestra Señora dé vida y fuerza a estas palabras para que, realmente integrados en los puntos de vista desde donde nuestra vocación es comprensible, y dotados de energías espirituales que brotan de esta forma de fidelidad, podamos subir hasta las alturas a las que la Santísima Virgen nos quiere llevar.

Extraído de conferencia del 27/12/1969

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