Plinio Corrêa de Oliveira
“Entonces, hijo mío, hoy nos encontramos en el mejor lugar posible: en el Inmaculado Corazón de María”.
Estas fueron las palabras dirigidas por el Dr. Plinio a su joven discípulo, el entonces Sr. João Scognamiglio Clá Dias, al saludarlo después de un inesperado encuentro en la iglesia del Inmaculado Corazón de María.
En el número anterior de esta revista pudimos comprobar cómo la mediación de María actuó de modo decisivo en el providencial encuentro del fundador con su discípulo (p. 13); después, vimos que este vínculo se consolidó en la Sagrada Esclavitud a la Santísima Virgen (p. 17-22) y, por fin, dio sus mejores frutos (p. 31-43), siempre bajo los auspicios, al servicio y por amor a la Madre de Dios.
Por María, con María y en María transcurrió esa prolongada y fructuosa convivencia que puede muy bien ser descrita y explicada en las siguientes consideraciones del Dr. Plinio:
Al presenciar el conocido fenómeno de los espejos paralelos, observamos como uno se refleja en el otro indefinidamente, hasta culminar en un cono tan profundo dentro de la ilusión óptica, que tenemos la impresión de que no llegamos a notar cual es el fin. La situación se resuelve en una especie de incógnita luminosa final, en la que no hay respuesta para las preguntas: ¿cuál fue el primero y el último espejo que reflejó al otro? ¿cuál de los dos dio la primera o la última imagen?
Cuando dos almas coexisten rectamente en la presencia de Dios, poseen un equilibrio que no es horizontal como los platos de una balanza, más perpendicular, porque cada cual encuentra su equilibrio interno en la plena correspondencia a la gracia.
Dios, que hace todo con orden, cálculo, peso y medida, nos creó de tal manera que nuestra inteligencia comprende verdaderamente las cosas cuando ella las penetra de modo a corresponder a la apetencia recta del alma, y así conoce aquello que fuimos especialmente hechos para amar.
Consideren a dos amigos que aman a Nuestra Señora por encima de todo, después de Dios, y que se estiman porque uno ve en el otro el reflejo de las virtudes de Ella. Esos son amigos en María Santísima y reflejan, uno al otro, la imagen de Ella, como se da con los espejos paralelos.
Entre amigos así se establece un arco voltaico, más o menos como una ojiva en llamas que florece del gótico flamboyant. Así también, de la amistad verdadera –que no es de hombre a hombre a no ser en la medida en que es de hombres que se encuentran en Dios y en el Sapiencial e Inmaculado Corazón de María– nace un brillo más valioso que el de cada uno individualmente, pues, como sucede con un arco voltaico, por ambos “polos” ligados por ese vínculo pasa la misma corriente; y, entonces, resplandecen.
Así se debe entender, en la Santísima Virgen y en el espíritu de la Santa Iglesia, la verdadera amistad. Es una amistad más de ángeles que de hombres. *
En la presente edición el lector podrá contemplar otros tantos fulgores emanados de la convivencia sobrenatural entre el Dr. Plinio y Mons. João que, por especialísimo designio de la Providencia, estuvieron y siempre estarán, en el tiempo y en la eternidad, unidos en el Inmaculado Corazón de María.
__________
* Cf. Conferencia del 29/11/1980.