Antorcha ardiente de amor a Dios

Publicado el 05/28/2022

No podemos salvarnos si no tenemos un amor sobrenatural a Dios, y es Nuestra Señora, Medianera de todas las gracias, quien nos obtiene ese amor. Ella ama al Creador más que todos los ángeles y hombres juntos, y como una antorcha que se enciende en el Sol, transmite este fuego a otras criaturas.

Plinio Corrêa de Oliveira

Me pidieron que tratara sobre la invocación de Nuestra Señora del Divino Amor, cuya fiesta se celebra el sábado anterior al domingo de Pentecostés. ¿Cuál es el significado profundo de esta devoción?

Sólo obtendremos el amor de Dios a través de Nuestra Señora

La cosa más preciosa que el hombre puede tener en esta tierra y que le consigue el cielo es el amor de Dios.

Este es el primero de los Mandamientos que da valor a todos los demás. Si una persona cumpliera los nueve Mandamientos, por razones distintas al amor de Dios, a sus ojos no valdría nada, porque es necesario que todo se haga por amor del Creador para que tenga valor. Por lo tanto, la virtud cumbre, la virtud áurea, según la doctrina católica es el amor de Dios.

Por otro lado, es este amor el que nos abre la puerta del Cielo, donde estaremos practicando un eterno acto de amor de Dios. Así que esta invocación se representa a Nuestra Señora en cuanto consiguiéndonos y comunicando la virtud más alta y el don más elevado que Ella tuvo y que puede conseguirse para una criatura.

Dicho esto, debemos preguntarnos ¿Cuál es el papel de María Santísima en la obtención y difusión del amor de Dios?

La pregunta es muy simple. Es una verdad de Fe que nadie puede negar bajo pena de pecado mortal, que Nuestra Señora es la Medianera de todas las gracias, es decir, todas las súplicas dirigidas a Dios pasan a través de Ella; de tal manera que los pedidos de todos los santos en el cielo, hechos en unión con María, son atendidos, pero si Ella no pidiera con ellos no serían escuchados.

Sin embargo, Ella pidiendo sola es atendida. Así, todas las gracias concedidas por Dios nos vienen a través de Ella.

Por voluntad divina, la Santísima Virgen es el canal a través del cual todas las oraciones suben a Dios y todas las gracias descienden para los hombres. Por lo tanto, es Ella quien nos obtiene el amor de Dios.

Amor natural y sobrenatural a Dios

En principio podríamos considerar el amor a Dios en dos líneas: la natural y la sobrenatural. El amor natural a siguiente, a Dios sería practicado por alguien que no conociera nada más que la religión natural. Hay ciertas verdades acerca de Dios que los hombres conocen simplemente por la razón, no porque estén en las Sagradas Escrituras, ni porque figuren en la Tradición, sino porque son deducibles por la razón humana.

Por ejemplo: hay un sólo Dios supremo, creador de todas las cosas, infinitamente perfecto, misericordioso, justo, que ama a los hombres y los llama a la vida eterna después de esta existencia. Estas son verdades que el hombre conoce simplemente por su razón y por sí mismas justifican el amor de Dios.

Pero para nosotros que hemos sido bautizados y tenemos la fe y toda la vida de gracia que la Iglesia ofrece, no existe apenas este amor natural por Dios. También existe el amor sobrenatural, fruto específico de un conocimiento sobrenatural de Dios.

Es decir, lo que sabemos de Dios por Revelación y por la gracia es incomparablemente más de lo que nuestra simple razón podría lograr. La Santísima Trinidad, por ejemplo, no la conocemos por nuestra razón, sino porque nos ha sido revelada. Y así un caudal enorme de verdades de Fe fundamentales que sólo conocemos porque Dios las reveló.

La Iglesia nos enseña que este acto por el cual la razón humana se asocia a lo que ha sido revelado es un acto sobrenatural, es decir, sin una gracia dada por Dios para ello, el hombre es incapaz de creer. Aunque el acto fe esté de acuerdo con la razón y justificado por ella, el simple raciocinio no es suficiente para que el hombre lo practique. Es necesario un auxilio especial que ya es, en esta tierra, el comienzo de la visión beatífica, una semilla de lo que haremos cuando en el Cielo contemplemos a Dios cara a cara.

Este acto de conocimiento sobrenatural trae como consecuencia el amor de Dios, que también es sobrenatural. Un amor que sólo se puede obtener, por consiguiente, a través de una gracia. Y este amor que viene, por lo tanto, de Dios a nosotros para amarlo, es necesario que Él nos haya amado y nos haya dado la gracia de amarlo. El primer paso es suyo hacia nosotros y no nuestro hacia Él. Y este amor sobrenatural viene de la gracia; sin la gracia no lo obtendríamos en absoluto.

Es Nuestra Señora quien pide para nosotros la fe y la gracia del amor. Sin gracia no tendríamos ni fe, ni amor sobrenatural.

Ella es la Mediadora que nos obtiene del Creador este amor sobrenatural hacia Él. Un católico no puede salvarse sin amor sobrenatural para con Dios.

Verdadera alma del apostolado

No basta con decir que María Santísima, por su intercesión, nos obtiene este amor.

Ella es un reservorio, una antorcha ardiente de este amor y lo comunica a los demás. Ella, que ama a Dios más que todas las criaturas juntas, transmite el amor a las criaturas. Más o menos como una antorcha que se enciende en el sol, que es Dios, y que luego pasa el fuego a todas las otras criaturas. Es un mar, un inmenso océano de amor y lo transmite a los demás. Así que, en última instancia, para todos los problemas de nuestra vida interior tenemos que pedir principalmente el amor de Dios. Necesitamos agradecer el amor de Dios que hemos recibido y pedir más. Y no podemos hacer a Nuestra Señora una súplica más agradable que pedirle eso. Si tuviéramos ese amor, practicaríamos todas las demás virtudes. Si no lo poseemos, no practicaremos ninguna virtud.

La repercusión de esto en el apostolado es enorme. Porque el apostolado es un acto por el cual una persona comunica a otra el conocimiento de Dios a través de la Fe, y el amor de Dios a través del buen consejo.

Mi acto de apostolado sólo puede ser fructífero si es ayudado por una acción sobrenatural de la gracia. Si no, resulta completamente incapaz de hacer algo bueno. Recordemos la comparación: la gracia sería más o menos parecida a la energía eléctrica que pasa a través del tungsteno.

Así, Nuestra Señora es la verdadera alma de mi apostolado. Porque es a través de Ella que obtengo las gracias para que dé fruto. El principio fundamental del libro de Don Chautard, El Alma de todo apostolado, está representado en esta invocación: “Nuestra Señora del Amor Divino. Es decir, la Santísima Virgen dando al apóstol el amor de Dios y ayudando a transmitirlo a los demás. Nuestra Señora es la condición fundamental de mi vida espiritual y la fecundidad de mi apostolado.

Esa famosa figura oriental de María Santísima, que está rezando y tiene dentro de sí al Niño Jesús con un pergamino enseñando, podría llamarse perfectamente Nuestra Señora del Amor de Dios. Mientras Ella reza, en su persona el Divino Niño enseña. Así también, mientras Ella ora obtiene para todos el amor de Dios, es decir, el Niño Jesús habla a todas las almas en Nuestra Señora, dándonos el amor de Dios. Por lo tanto, para aquellos que quieran cultivar la fecundidad en el apostolado – el apostolado individual por ejemplo – es absolutamente fundamental una compenetración de la importancia de Nuestra Señora en este sentido.

El Reino de María será el Reino del Espíritu Santo

 

En la capilla del Santísimo Sacramento de la Iglesia de la Consolación en San Paulo, sobre una columna a la derecha de quien mira hacia el altar, hay una imagen de Nuestra Señora del Divino Amor, tallada en madera, en cuyo Corazón está la figura del Espíritu Santo.

En una ocasión rezando ante esta imagen, me vino a la mente esta consideración: ¿Cómo sería el alma de Nuestra Señora estando inundada por el Divino Paráclito? Si yo pudiera penetrar en su alma santísima como se entra en una catedral. ¿Qué vería?

Es propio del Espíritu Santo comunicar la gracia divina, un don creado de carácter espiritual y una participación en la vida de Dios. La gracia nos transmite la propia vida divina.

Por lo tanto, se entiende la poderosa relación que existe entre la gracia y el Espíritu Santo. María Santísima es nuestra Madre, pero también la Esposa del Divino Espíritu Santo que en Ella engendró misteriosamente al Niño Jesús, convirtiéndose en mediadora universal y omnipotente junto a Él. Así, siendo la Madre de la Divina Gracia y la Esposa del Divino Espíritu Santo, pide gracias por nosotros y es atendida. De manera que Ella es el canal del Divino Espíritu Santo para nosotros.

Debido a que es llena de gracia, rebosa de las gracias del Espíritu Santo, y nunca nadie ha tenido la gracia que Ella posee. Y es de la abundancia de sus gracias que Ella nos comunica la gracia. Así que todo lo que Don Chautard dice sobre el apóstol, que debe ser un depósito de gracias de cuya profusión todos se sacian, se dice de Nuestra Señora de una manera súper excelente y maravillosa.

Debido a esto también, el Reino de María será el Reino del Divino Espíritu Santo. San Luis Grignion de Montfort lo dejó claro en el Tratado de La Verdadera Devoción a la Santísima Virgen: hubo el Reino de Dios Padre y el de Dios Hijo, después vendrá el Reino del Divino Espíritu Santo, que terminará con un diluvio de fuego de amor y de justicia. Estos tres reinos deben marcar sucesivamente las tres grandes eras de la Historia. Por lo tanto, así como creemos que viene el Reino de María, debemos creer en la venida del Reino del Divino Espíritu Santo.

Análogamente a ésto, Nuestra Señora obtendrá – es una conjetura mía – que el Divino Espíritu Santo instaure un núcleo de Él muy pujante, que florezca con todos sus dones en la Tierra, ya desinfestada y purificada de la presencia inmunda de los demonios.

Vamos a quedar asombrados de dos cosas que son nuevas para nosotros: la debilidad del mal y la fuerza del bien. Hoy vivimos consternados por la debilidad del bien y la fuerza del mal. Sin embargo, pasada esa página de la Historia, tendremos la alegría de verificar la fuerza del bien y la flaqueza del mal. Esto llevará a nuestras almas a no sé qué estado de júbilo.

Extraído de conferencias del 25/10/1971 y 26/11/1985

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Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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