
El Apóstol San Pablo, para quien la palabra de Dios es como una espada de doble filo y penetra hasta donde se dividen el alma y el espíritu (cf. Heb 4, 12), la Providencia concedió la gracia de hacer violencia a las almas y ser capaz de operar conversiones extraordinarias, por la calidad o por la cantidad de personas convertidas por él, de manera que abrió un camino sobre el cual la Iglesia Católica se desenvolvió.
Nuestra Señora fue quien obtuvo ese don para San Pablo, porque él tenía que vencer muchos obstáculos en aquella época de lucha, en que era necesario derrumbar el paganismo.
Nosotros también debemos pedir esa santa violencia para derrumbar a la Revolución que hoy es mucho más poderosa de lo que fue el paganismo en el tiempo del Imperio Romano. Se comprende, por lo tanto, que los Apóstoles de los Últimos Tiempos tengan una violencia como la de San Pablo.
Plinio Corrêa de Oliveira, extraído de conferencia del 25/01/1965