
¡Oh, Madre indeciblemente grande! ¡Oh, Reina inexpresablemente dulce y accesible! ¡Oh, arcoíris que reunís en una síntesis incomparable los dos aspectos de la grandeza, es decir, la superioridad y la dadivosidad! Este vuestro esclavo os suplica que llenéis el vacío que existe en su alma, ayudándolo a comprender, a analizar y a entusiasmarse con vuestra grandeza.
Concededle que, por la meditación de vuestra grandeza, sus pensamientos y sus caminos sean los vuestros.
Atended a esta súplica, oh Corazón regio, Sapiencial e Inmaculado de María.
¡Así sea!
Oración compuesta por el Dr. Plinio en 1967