Auxilium Christianorum en la vía gloriosa de los callejones sin salida

Publicado el 05/24/2023

Al considerar la dolorida y gloriosa vía de los callejones sin salida que tuvo que recorrer, el Dr. Plinio se preguntaba: “Si Nuestra Señora me diese a elegir entre esta vía u otra cualquiera, ¿cuál preferiría? Y su respuesta sería: “Madre mía, si Vos me diereis fuerza, !elijo la avenida de los callejones sin salida!” Avenida de lo inexplicable, de la aparente catástrofe, de la derrota, del arrasamiento, pero de la victoria que se afirma. Porque toda situación difícil tiene salida. A veces no vemos la solución, pero Ella está dando una salida monumental.

Plinio Corrêa de Oliveira

Hay una pequeña imagen de Nuestra Señora Auxiliadora que nos acompaña desde hace mucho tiempo. Yo la dejaba en la sede de la Acción Católica de São Paulo​, mientras afilábamos los instrumentos para lanzar “En Defensa de la Acción Católica”.

Conducida a la Sede del Legionario para que luchase dentro de la trinchera

No puedo olvidarme del salón donde la Acción Católica, a dos pasos de mi oficina de abogacía en el mismo predio, tenía su sede. Allí, en una peana, estaba esta imagen que yo mismo compré e instalé, y que, con mis propias manos, llevé después a la sede del Legionario cuando tuvimos que entregar la Acción Católica al adversario, para que la Reina, salida de su trono, luchase dentro de la trinchera. Me acuerdo, y con cuánta emoción, de que, entregado el Legionario, esa imagen fue llevada a nuestra sede de la Rua Martim Francisco 669, donde ocupábamos exclusivamente la planta baja y teníamos al fondo un oratorio pequeño, en el cual la imagencita poseía su altar; allí nosotros rezamos a Nuestra Señora de modo ininterrumpido, hasta que la hora de la reconquista comenzase.

Habiendo aumentado nuestro contingente, pasamos a ocupar una sede en el sexto piso de la Rua Vieira de Carvalho; allá llevamos la imagen, y obtuvimos un retablo que se encuentra hoy en la capilla de la Sede del Reino de María1. En la sede de la Vieira de Carvalho la imagen fue entronizada y delante de ella fueron rezadas innumerables Misas, distribuidas Comuniones, en un movimiento intenso de piedad hasta que la reconquista dio otro paso.

Dejando dos pisos en un predio de departamentos, pasamos a un palacete de la Rua Pará. Para esta nueva sede, nosotros mismos llevamos la imagen, a la noche, en un automóvil, rezando durante todo el tiempo del recorrido, y la instalamos en su altar, el mismo que ella ocupaba en la Rua Vieira de Carvalho. Allí estuvo ella hasta el momento en que pasó para la mayor de las sedes, hasta ahora, de nuestro Movimiento, la de la Rua Maranhão. Allí ella es objeto de nuestra continua veneración.

No es una gran obra de arte, sino una imagencita de yeso de esas fabricadas en serie y que se encuentran por todas partes, de un tipo religioso llamado sulpiciano, que es bien conocido y que no voy a describir aquí.

Algo de virginal y al mismo tiempo materno

¿Por qué motivo juzgué que había realizado un hallazgo encontrando esta imagen? Me pareció de una expresión fisiognómica, de una serenidad interior que provenía de la templanza. La templanza es la virtud cardinal por la cual se tiene por cada cosa el grado de aprecio o de repudio que es proporcional a todas las circunstancias.    Nunca se quiere una cosa exageradamente ni menos de lo que merece, y jamás se detesta algo exageradamente ni menos de lo que merece. La completa execración hacia las cosas totalmente execrables forma parte de la virtud de la templanza.

Esa disposición de alma me parece relucir mucho en esta imagen. Discretamente, ella es tan calma, tan señora de sí, está de tal manera pronta a tomar actitud delante de cualquier cosa de modo enteramente proporcionado, y tan desapegado de sí que me pareció el propio símbolo del equilibrio que es el corolario de la virtud de la templanza. Y por eso mismo con algo de virginal. Ella tiene cualquier cosa de puro, de virginal, que me encantó, y al mismo tiempo algo de materno por donde parece estar mirando hacia su Hijo, sonriendo y pronta para accionar el cetro de Reina decisivo, según el pedido que se haga.

Ella es Auxilio de los cristianos verdaderamente y con esta simbología: Nuestra Señora con la corona abierta porque en presencia del rey nadie usa corona cerrada. El Niño Jesús está de corona abierta, ¡pero debería ser cerrada! Él se encuentra en su brazo con los bracitos abiertos, sonriendo. Se ve que María Santísima pidió y Él sonrió; los brazos abiertos son fruto de la plegaria de su Madre. Nuestra Señora está mirando complacida para ver cómo su pobre hijo, arrodillado allí, se encanta observando a su Hijo por excelencia sonreír y abrir los brazos. Es el auxilio. Aquella que nos consigue de Aquel que es el Autor, la fuente última de todas las gracias, todo aquello que nosotros pedimos. Ella me pareció al mismo tiempo muy regia, pero muy simple. Y todo esto junto de tal manera que la expresión global de la imagen me agradó enormemente.

Lirio nacido del lodo que florece en la noche, durante la tempestad

¿Por qué, hablando de la devoción a Nuestra Señora Auxiliadora in genere, yo pasé, de repente, a las varias etapas de los actos de piedad realizados en función o en presencia de esta imagen y, de algún modo, a la historia de la TFP?

A fin de marcar que el sentido profundo de todas nuestras derrotas era un retroceso de la devoción a María Santísima como hecho que se expresaba por todo Brasil, pero también que nuestra reconquista era una reconquista de la devoción a Nuestra Señora. Y tenemos la alegría de poder afirmar que todo el terreno por nosotros reconquistado por el Brasil, paso a paso, fue reconquistado para Ella. ¡Reconquistado para Ella es decir poco! ¡Fue reconquistado por Ella! Si a todo momento la Virgen María no nos hubiese ayudado, no hubiésemos recurrido a Ella; si no hubiésemos sentido su apoyo maternal, no habríamos hecho cosa alguna. Cuando la TFP llega a sus cimas y, por ejemplo, considera los bellos resultados que aquí en esta noche fueron proclamados, ella debería decir que estos son los hechos de Nuestra Señora en las regiones rurales del Brasil.

¿Qué especie de hechos?

Sobre todo, y antes de nada, los realizados en nuestras propias almas. Es decir, que haya una organización como la TFP con un número de miembros absolutamente hablando reducido, mas proporcionalmente enorme de socios y cooperadores, y ahora en esta semana la nueva corriente de corresponsales con esta mentalidad, estas costumbres, este estilo de piedad, con toda la borrasca que existe en torno de nosotros, esto es verdaderamente el lirio nacido del lodo que florece en la noche, durante la tempestad. Mas cuando se dice “lirio nacido del lodo”, se recurre a una metáfora para afirmar que está sucediendo algo de enteramente inverosímil, inexplicable como la flor de edelvais que brotó en el Desierto del Sahara. Fue, por tanto, la Madre de Misericordia, la Medianera de todos las gracias, que presentó nuestra oración a su Divino Hijo y obtuvo que fuese atendida.

Corredentora del género humano

María Auxiliadora. Iglesia del Corazón de Jesús, Sao Paulo, Brasil

¿Cuál oración? Antes que nada la oración por la cual nosotros le pedimos que nos dé la gracia de amarla cada vez más, de ser de Ella, de confiar en Ella, de unirnos a Ella y que Ella se una a nosotros. La gran y fundamental oración es que María nos torne devotos de Ella.

Veo a alguno que podría decir: “¿Pero entonces queda encaminada a un segundo plano la devoción suprema, el culto de latría a Nuestro Señor Jesucristo? ¿Qué revuelta es ésta: ¿el culto de dulía sustituyendo al culto de latría?”

Quedo con ganas de responder: “¡Qué burricie es esta?” Nuestra Señora es el canal necesario, único, para llegar a Nuestro Señor Jesucristo. Y si nosotros de tal manera aplaudimos y veneramos a la Santísima Virgen es porque adoramos a Aquel a quien Ella conduce. Ella es el camino por el cual Él vino a nosotros. En Ella Jesucristo se encarnó para después redimir al género humano; Ella es la Corredentora del género humano. Cuando subió al Cielo, Él dejó a su Madre para atenuar un poco la tristeza y el inmenso vacío que quedó en la Tierra Teniendo todo esto en vista, si nos agarráramos bien a Nuestra Señora, iremos hasta Él; si no nos agarráramos a la Santísima Virgen con todas las fuerzas de nuestra alma, ¿adónde iremos? ¡Para abajo! Y sabemos bien quién está abajo…

Carta de un sacerdote jesuita

Me acuerdo que nuestro Grupo estaba en uno de sus momentos más crueles, en la lucha de “En Defensa de la Acción Católica”. Yo había tenido una pequeña esperanza de que una editorial de Montevideo, de gran expresión en aquel tiempo, publicase “En Defensa” en español. Ella me envió una carta, pidiendo autorizacion a fin de traducir la obra al español, y yo había concordado. Mas la editorial me remitió otra misiva, diciendo que no se interesaba más por la publicación;    era naturalmente la calumnia que había llegado hasta allá. Poco después recibo otra carta de Montevideo. La abro pensando: ¿Qué nuevo sinsabor será esta? Era escrita con una letra temblorosa de alguno que parecía ver poco y empuñaba mal la pluma.

Se trataba de un viejo sacerdote jesuita que yo no conocía,    el cual decía en su carta, resumidamente, lo siguiente: “Por más que ustedes sean combatidos, yo los aprecio mucho y por causa de eso les doy aquello que puedo conceder: mis oraciones, en primer lugar; en segundo lugar, un consejo. Uds. valen lo que valen porque son muy devotos de Nuestra Señora. Sean cada vez más devotos y no hay bien que no les sucederá; no disminuyan jamás en un grado que sea esta devoción, ¡porque de lo contrario todo el mal podrá venir sobre ustedes!” Yo doblé la carta y pensé: “Este viejo moribundo regó con un poco de consuelo el alma de aquel que está en plena lucha.”

Quiero creer que la piadosa alma de este verdadero hijo de San Ignacio esté a los pies de su Fundador en el Cielo, gozando de la visión beatífica y mirando a Nuestra Señora. Pido a él que rece por todos nosotros, para que sigamos ese consejo. Mas para eso, mis amigos, es capital un punto: no basta no decaer en la devoción a Nuestra Señora; o se sube cada día más, o se para, y aquello que para, decae. No tengamos miedo de exagerar desde que seamos fieles a la Doctrina Católica, en materia de culto a la Santísima Virgen, porque De Maria nunquam satis, dice San Bernardo: sobre Nuestra Señora jamás hay lo que baste. Ella sabrá después premiar.

Si Judas hubiese procurado a Nuestra Señora, Ella lo recibiría con bondad

Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos… ¿Para María Santísima no es una gloria mayor ser Madre de Dios, además Corredentora del género humano, concebida sin pecado original? ¡Claro! ¿Por qué, entonces, tanta insistencia en torno a esta invocación de Nuestra Señora Auxiliadora?

Es comprensible. Como Ella es Madre de Nuestro Señor Jesucristo y es nuestra Madre, está permanentemente dispuesta a ayudarnos en todo aquello que necesitamos. San Luis María Grignion de Montfort tiene una expresión que parece exagerada, pero está absolutamente dentro de la verdad: él dice que, si hubiese en el mundo una sola madre que reuniese en su corazón todas las formas y grados de ternura que todas las madres del mundo tendrían por un hijo único, y esa madre tuviese un solo hijo para amar, ella lo amaría menos de lo que Nuestra Señora ama a todos y cada uno de los hombres. De manera que Ella es de tal modo Madre de cada uno de nosotros, nos quiere tanto, por más desvalido, descarriado, espiritualmente tambaleante que se sea, que si nos volvemos hacia Ella, su primer movimiento es de amor y de auxilio. María Santísima nos acompaña incluso antes de volvernos hacia Ella, pues tiene conocimiento de lo que ocurre con todos los hombres, en todos los lugares. Ella me ve aquí hablando de Ella, y yo oso esperar que, por la intercesión de nuestros ángeles en el Cielo, Ella sonría. Ella conoce, por lo tanto, nuestras necesidades, y por su intercesión tenemos la gracia de volvernos hacia Ella. Ella es quien le pide a Dios que obtengamos esa gracia y Dios nos la concede. Nosotros nos dirigimos a Ella y la primera pregunta que Ella hace es: “Hijo mío, ¿qué quieres?”

Ya vi una afirmación, que no era de un gran teólogo, pero tengo la impresión de que es verdadera: si el propio Judas Iscariote, después de haber vendido a Nuestro Señor y estar caminando hacia el lugar maldito donde se ahorcó, hubiese tenido un momento de devoción hacia la Santísima Virgen y le hubiese rezado, habría recibido un apoyo. Si la hubiese procurado y le hubiese dicho: “Yo no soy digno de aproximarme a Vos, de veros, ni de dirigirme a Vos, soy Judas, el inmundo… Pero Vos sois mi Madre, ¡tened pena de mí!”, Ella habría recibido con bondad al hombre cuyo nombre es sinónimo de la torpeza más baja y más asquerosa, y que nadie debería pronunciar, por así decir, sin gestos de repulsa: Judas Iscariote… ¡Hasta él hubiese recibido un auxilio de la Virgen!

La bella avenida de los callejones sin salida

Pintura de María Auxiliadora de los Cristianos. Basílica de Turín, Italia

Pero nosotros tenemos una dificultad de tener esto siempre presente. ¿Por qué? Porque no lo vemos con los ojos del cuerpo, y en nuestra miseria, muchas veces somos de aquellos que no creen porque no ven. No dudamos, pero olvidamos. Nos sentimos tan desorientados, que decimos: “¿Pero será así realmente? Me pasó esto, aquello y aquello otro. Le pedí a Ella y no fui socorrido; ¿por qué voy a creer que ahora seré ayudado? Madre de misericordia… conmigo a veces sí y a veces no…”

En esas horas debemos decir: “Auxilium Christianorum, ¡ora pro nobis!” En los momentos en que no comprendemos, no tenemos noción de cómo será la salida del caso, de lo que va a suceder, debemos repetir con insistencia: “¡Auxilium Christianorum! ¡Auxilium Christianorum! ¡Auxilium Christianorum!” Porque todo caso tiene salida. Nosotros a veces no vemos la solución, pero Ella está dando al asunto una salida monumental.

Cuando recuerdo la historia de nuestras catástrofes, de nuestros nuevos erguimientos, de nuestra dolorida y gloriosa vía de los callejones sin salida, volviéndome hacia atrás me pregunto: “Si Ella me diese a escoger esta vía de los callejones sin salida u otra cualquiera de las que yo imaginara, ¿cuál preferiría?” Yo habría respondido: “Madre mía, si Vos me diereis fuerza, ¡escojo la avenida de los callejones sin salida!” Avenida de lo inexplicable, de la aparente catástrofe, de la derrota, del arrasamiento, pero de la victoria que se afirma. ¡Cómo es bella la avenida de los callejones sin salida! ¿Por qué? Porque es la avenida triunfal de Nuestra Señora. Ella abre los callejones sin salida, transforma esa cosa monstruosa –una avenida dividida en callejones sin salida– y hace de eso una avenida. Se comprende la providencia de María Santísima. ¡Es una verdadera maravilla!

Por lo tanto, a ese título muy especial, debemos repetir siempre: “¡Auxilium Christianorum!” Somos tan pocos, tan perseguidos, tan aislados, muchas veces tan probados interiormente, hay tanta cosa que pasa dentro de nosotros mismos y en torno de nosotros, sentimos tanto adversario que ruge, hay toda especie de distancias, que necesitamos decir constantemente: “¡Auxilium Christianorum! ¡Auxilium Christianorum! ¡Auxilium Christianorum!”, para que quede claro que la victoria fue de Nuestra Señora. Nuestra insuficiencia proclama su victoria. ¿Cómo no podremos quedar entusiasmados con la idea de que Ella nos hizo tan pocos, para que Ella fuese tan ampliamente glorificada? ¡Es evidente! Esta oración debe estar en nuestros labios en todos los momentos: “¡Auxilium Christianorum, ora pro nobis! ¡Auxilium Christianorum, ora pro nobis! ¡Auxilium Christianorum, ora pro nobis!”

La Batalla de Lepanto

Batalla de Lepanto

Tenemos un ejemplo de eso en la Batalla de Lepanto, tan relacionada con la fiesta de hoy, en la cual se dio esto: la escuadra católica estaba enormemente desproporcionada en relación con la escuadra mahometana. Eso ya era una cosa de no entender. ¿No sería más comprensible que Nuestra Señora hubiese reunido una escuadra católica potente, magnífica, para aplastar a aquellos impíos seguidores de Mahoma? Sin embargo Ella no hizo eso. Era una escuadra pequeña, tal vez casi se pudiese decir raquítica.

Surge la escuadra musulmana que forma la media luna y va cercando a los católicos. La batalla se inicia y hay varios reveses de los católicos. En cierto momento, estos saltan en la nave capitana enemiga y comienzan a atacar. Hay algunos éxitos, la escuadra mahometana huye. Ellos mismos no comprenden bien por qué huían. Pero en los anales encontrados de los propios mahometanos está escrito: “La escuadra huyó porque una Dama terrible apareció en el cielo y nos miraba con un aire de tal amenaza que…” ¿No fue bueno que los católicos fuesen tan pocos, luchasen como héroes de un modo más o menos inútil, porque los otros eran mucho más fuertes? Pero Ellos no dejaron de confiar en Nuestra Señora. Y como resultado la Virgen María se apareció y ahuyentó a los enemigos. No hay nada de más bello.

Hubo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan

Don Juan de Austria armado, de Alonso Sánchez Coello. 1567. (Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid).

Terminemos con un dato final. Desviemos nuestras miradas de Lepanto y volvámoslas hacia los esplendores del Vaticano. En una sala, un Papa santo –San Pío V– preside una reunión de cardenales. Pero lo mejor de su atención está puesto en aquella escuadra que, con una dificultad diplomática enorme, él consiguió reunir. El grueso de la escuadra era de naves españolas, pero Filipón2 tardó demasiado tiempo en mandarlas. Por otro lado, unos pocos navíos venecianos, de la Serenísima República de Venecia, y algunos pequeños navíos de la Santa Sede. Todo junto colocado bajo el comando de Don Juan de Austria. Los navíos de la Santa Sede estaban comandados por el Príncipe de Colonna. La escuadra va hacia aquellas regiones y el Papa piensa, piensa… En cierto momento se aparta de su sala donde se estaba realizando la reunión de los cardenales y se pone junto a la ventana, al tiempo que se veía un pequeño un rosarito que caía de sus manos. Él reza el rosario entero, vuelve y dice: “Una gran victoria fue ganada por Don Juan: ¡la escuadra cristiana venció!”

Don Juan de Austria combatió, fue un gran guerrero, un héroe. En su sepultura en el Escorial, que yo tuve la alegría de visitar, está escrita como epitafio una frase que San Pío V dijo de él: “Fuit homo missus a Deo, cui nomen erat Ioannes!” Lo que el Evangelio dice de San Juan Bautista, él lo aplicó a Don Juan de Austria: “Hubo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan” (Jn 1, 6).

Pero, ¿quién obtuvo que la Reina del Cielo desde el cielo acortase las inmensidades vacías y con su mirada ganase la batalla? El Rosario rezado por San Pío V, que decía a Nuestra Señora: “¡Auxilium Christianorum!

Queridos, recemos, por lo tanto: “Auxilium Christianorum! Auxilium Christianorum! Auxilium Christianorum!” en todas las circunstancias de nuestra vida. Y en la hora de morir, cuando estemos en el último aliento y aún digamos “Auxilium Christianorum”, poco después el Cielo se abrirá para nosotros.

Extraído de conferencia del 23/5/1984

Notas

1Situada en São Paulo, en la Rua Maranhão, 341, Barrio Higienópolis.

2Felipe II, Rey de España.

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Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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