Los sacramentos de la alegría

Publicado el 11/23/2021

El sacramento del Bautismo nos introduce en la gran familia de los hijos de Dios. Y cuando de ella nos excluimos, por el pecado mortal, el de la Confesión nos regenera, limpia y purifica.

+ Mons. Javier Echevarría Rodríguez
Prelado del Opus Dei, 1994-2016

La Iglesia custodia en plenitud los medios de santificación instituidos por
Jesucristo. Las palabras y las acciones de Nuestro Señor durante su vida terrena estaban repletas de contenido salvífico, y no sorprende —más aún, nos parece lógico— que las turbas se acercaran a Jesús deseando oírle y tocarle, porque “salía de Él una fuerza que sanaba a todos” (Lc 6, 19).

Esas palabras y esas acciones anunciaban y anticipaban la eficacia de su misterio pascual, con el que vencería definitivamente al demonio, al pecado y a la muerte, y preparaban lo que Él transmitiría a la Iglesia cuando todo tuviese su cumplimiento. “Los misterios de la vida de Cristo son los fundamentos de lo que en adelante, por los ministros de la Iglesia, Cristo dispensa en los sacramentos, porque ‘lo que era visible en nuestro Salvador ha pasado a sus misterios’”. 1

Los sacramentos confieren la gracia que significan. “¿Qué son los sacramentos —escribía nuestro Padre en 1967— sino huellas de la Encarnación del Verbo divino, clara manifestación del modo que Dios —nadie sino Él podía hacerlo— ha elegido y determinado para santificarnos y llevarnos al Cielo, instrumentos sensibles de los que el Señor se sirve para conferirnos realmente la gracia, según la significación propia de cada uno?”. 2

El Bautismo, la puerta de los demás sacramentos

Bautismo de San Francisco – Antonio Viladomat – Museo Nacional de Arte de Cataluña – Barcelona – España

¡Qué agradecidos hemos de estar a nuestra Santa Madre Iglesia por conservar y ofrecernos este tesoro con plena fidelidad a Jesucristo! ¡Y cómo hemos de protegerlo y defenderlo en toda su integridad!

Particularmente damos gracias por el Bautismo, que nos ha introducido en la gran familia de los hijos de Dios. Recibirlo cuanto antes adquiere una importancia capital, porque este sacramento —o su deseo, al menos implícito— resulta necesario para alcanzar la salvación: “si uno no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 5), anunció Jesús a Nicodemo.

Vitral representandop al Espíritu Santo. Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano

Ciertamente, como expone la doctrina de la Iglesia, el Espíritu Santo puede actuar, y de hecho actúa, también fuera de los confines visibles de la Iglesia. Pero Dios mismo ha establecido que el modo ordinario de participar en la Muerte y Resurrección de Cristo, por la que somos salvados, es fruto de la incorporación a la Iglesia mediante el Bautismo; y, en consecuencia, “la práctica de bautizar a los niños pequeños es una tradición inmemorial de la Iglesia”. 3

También leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica: “La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños.

Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios, si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento”. 4 Y concluye: “Los padres cristianos deben reconocer que esta práctica corresponde también a su misión de alimentar la vida que Dios les ha confiado”. 5

El Bautismo no sólo perdona los pecados e infunde la primera gracia, sino que es la puerta de los demás sacramentos y así hace posible que los cristianos se configuren más y más con Jesucristo hasta llegar a identificarse con Él. En todos los bautizados, niños y adultos, la fe, la esperanza y la caridad han de crecer después del Bautismo; y esto se lleva a cabo en la Iglesia, depositaria —como ya he anotado— de los medios de salvación.

Una madre —decía— no se limita a dar la vida, sino que, con gran cuidado, ayuda a crecer a sus hijos, los alimenta, les enseña el camino de la vida.

Así se expresaba el Papa en una de sus catequesis del mes pasado: “Una madre —decía— no se limita a dar la vida, sino que, con gran cuidado, ayuda a crecer a sus hijos, les da la leche, los alimenta, les enseña el camino de la vida, los acompaña siempre con sus atenciones, con su afecto, con su amor, incluso cuando son mayores.

Y en esto sabe también corregir, perdonar, comprender; sabe estar cerca en la enfermedad, en el sufrimiento”. 6

Del mismo modo se comporta la Iglesia con los hijos que ha engendrado por medio del Bautismo: “acompaña nuestro crecimiento transmitiendo la Palabra de Dios (…) y administrando los sacramentos. Nos alimenta con la Eucaristía, nos da el perdón de Dios a través del sacramento de la Penitencia, nos sostiene en el momento de la enfermedad con la Unción de los Enfermos. La Iglesia nos acompaña en toda nuestra vida de fe, en toda nuestra vida cristiana”. 7

Reconciliación o Confesión, el sacramento de la alegría

El sacramento de la confesión restaura y regenera nuestras almas de los pecados cometidos

¡Qué grande es la misericordia de nuestro Padre Dios! Conociendo
que somos débiles y que —a pesar de nuestra buena voluntad— caemos una y otra vez en pecados y faltas, ha confiado a su Esposa el sacramento del perdón “en favor de todos los miembros pecadores de su Iglesia; ante todo para los que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así hayan perdido ,la gracia bautismal y lesionado la comunión eclesial”. 8

Este sacramento también perdona los pecados veniales y las faltas,infunde nuevas fuerzas para la pelea interior y se nos presenta —así decían los Padres de la Iglesia— como “la segunda tabla (de salvación) después del naufragio que es la pérdida de la gracia”. 9

Recuerdo el gran amor de San Josemaría al sacramento de la Reconciliación —el sacramento de la alegría, le gustaba llamarlo—, y cómo animaba a recibirlo con frecuencia, impulsando a hacer un constante apostolado de la Confesión. Me limito ahora a reproducir unas pala- bras suyas, durante una reunión de catequesis con muchas personas.

No tengamos miedo de acudir a este maravilloso sacramento

“¡A confesar, a confesar, a confesar! Que Cristo ha derrochado misericordia con las criaturas. Las cosas no marchan, porque no acudimos a Él, a limpiarnos, a purificarnos, a ecendernos. Mucho lavoteo, mucho deporte… ¡Bien, maravilloso! ¿Y ese otro deporte del alma? ¿Y estas duchas que nos regeneran, que nos limpian y nos purifican y nos encienden?

¿Por qué no vamos a recibir esa gracia de Dios? Al sacramento de la Penitencia y a la Sagrada Comunión. ¡Id, id! Pero no os acerquéis a la Comunión si no estáis seguros de la limpieza de vuestra alma”. 10

Insistía en otro momento: “hijos míos, llevad a confesar a vuestros amigos, a vuestros parientes, a las personas que amáis. Y que no tengan miedo. Si han de cortar algo, lo cortarán. Decidles que no bastará acudir una vez sola a la Confesión, que necesitarán ir muchas, con frecuencia; como, cuando se llega a una cierta edad, o cuando hay una circunstancia de enfermedad, no se va una sola vez al médico, sino a menudo; y se consulta con frecuencia, y toman la presión y hacen análisis. Pues lo mismo, lo mismo con el alma (…).

“¡El Señor está esperando a muchos para que se den un buen baño en el sacramento de la Penitencia! Y les tiene preparado un gran banquete, el de las bodas, el de la Eucaristía; el anillo de la alianza y de la fidelidad y de la amistad para siempre. ¡Que vayan a confesar! (…). ¡Que sea mucha la gente que se acerque al perdón de Dios!”. 11

Fragmento de la “Carta del Prelado (octubre 2013)” – Texto íntegro en www.opusdei.es

Notas
1- CCE 1115. Cf. SAN LEÓN MAGNO. Serm. 74, c. 2: ML 54, 398.
2 SAN JOSEMARÍA. Carta, n. 74, 19/3/1967.
3 CCE 1252.
4 Ídem 1250. Cf. CIC, c. 867.
5Ídem 1251.
6 FRANCISCO. Audiencia general,11/9/2013.
7 Ídem, ibídem.
8 CCE 1446.
9 CCE, citando al Concilio de Trento y a Tertuliano.
10 SAN JOSEMARÍA. Notas de una tertulia, 2/7/1974.
11 Ídem, 6/7/1974.

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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