Beato Mariano de Jesús Euse Hoyos

Publicado el 07/12/2020

A unas tres horas de Medellín, hacia el norte, se llega a la población de Yarumal. A su entrada se encuentra el monumento de un sacerdote. Desviándose a la derecha y en dirección oriente, se toma una carretera serpenteante y, después de una media hora de recorrido, llegamos a la población de Angostura. En su plaza principal se encuentra la iglesia. Entrando al templo y por su nave derecha, al fondo, vemos el cuerpo de un sacerdote revestido de sus ornamentos. Se trata del Beato Mariano de Jesús Euse Hoyos (más conocido como el P. Marianito) muerto en olor de santidad el 12 de julio de 1926.

El Beato Mariano de Jesús Euse Hoyos nació en el seno de una familia muy cristiana en Yarumal, el 14 de octubre de 1845. Fueron sus padres Pedro Euse, ciudadano francés, de Normandía, y de Rosalía de Hoyos, oriunda del oriente antioqueño. De este matrimonio nacieron siete hijos, siendo Mariano el mayor. Al día siguiente sus padres lo bautizaron en la

Parroquia de Yarumal. Desde su más tierna edad su madre le repetía con frecuencia la máxima de San Alfonso María de Ligorio: “Quien ama a María se salva; quien no la ama se condena”. Su advocación preferida fue Nuestra Señora de Chiquinquirá, a la que le tuvo devoción toda su vida.
El 3 de febrero de 1869 ingresó al seminario de Medellín; en 1871 recibe las órdenes menores y el 14 de julio de 1872 es ordenado sacerdote. Fue coadjutor del P. Fermín Hoyos en San Pedro de los Milagros. “Se dedicó al cuidado de los niños, de las jóvenes amenazadas por el peligro enorme de su desamparo, de los campesinos arruinados por la guerra y de las almas alejadas de Dios, envenenadas por las malas ideas que saturaban el ambiente”.
En marzo de 1876 fue nombrado coadjutor en Angostura, donde continuó con mucho celo su apostolado siendo muy bien recibido por la población pues su fama “de santo y de varón encendido en el celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas” se había extendido por todas esas regiones del noreste antioqueño.
Estando como coadjutor le tocaron los aciagos días de la persecución del clero durante la guerra civil que asoló a Colombia por esos años. Ante la amenaza de que Angostura fuera tomada por tropas anticatólicas, debió refugiarse en las montañas o en una cueva amplia a las afueras de la población que le servía de habitación y de capilla; celebraba casi todos los días la misa en casas de confianza o en la cueva donde se escondía. Exhortaba a los feligreses a la oración y él mismo dedicaba muchas horas a la penitencia, a los ayunos, para que Dios se dignara proteger a la Iglesia de esa persecución incontenible.

El 21 de enero de 1882 fue nombrado “cura propio de Angostura”, cargo que ejerció hasta su muerte en 1926.
Durante sus 44 años al frente de la parroquia de angostura se dedicó con ardor en la conversión de los pecadores, no solo con la oración sino también con ayunos, mortificaciones y privaciones. Soportó con mucha paciencia toda clase de injurias, burlas y afrentas. Con frecuencia creía

escuchar a Jesús agonizante que le decía: “Tengo sed”. Eso lo reconfortaba y le daba redobladas fuerzas para atender sus obligaciones de párroco. El Señor lo colmó para esa labor apostólica de carismas, de una caridad inmensa para atraer a Dios las almas extraviadas.

Muchos hechos se narran de su vida en que la santidad y caridad del Beato Mariano Euse brillan con especial luz. De los muchos testimonios que sobre él expresaron las personas que lo conocieron, se puede decir que su caridad no tuvo límites, su pureza y su piedad fueron dignas de un siervo de Dios. Su único ideal fue la gloria de Dios y la salvación de las almas. El demonio nunca tuvo albergue en tan santa vida. Se puede decir que fue un sacerdote santo.

Se relata que en una ocasión se presentó un incendio en una finca, que se extendió rápidamente amenazando con consumir las casas de la población. Llamado el P. Marianito rezó el exorcismo y el fuego se extinguió. En otro incendio en la misma población roció el lugar con agua bendita y el incendio terminó.

En otra ocasión, dos señoras se burlaron del P. Marianito dibujando ridículas caricaturas. Una de ellas enloqueció y la otra contrajo un dolor de cabeza que la obligó a pedirle perdón. El P. Marianito le hizo la señal de la cruz y la curó para siempre de ese dolor.
A una niña, sorda de nacimiento, la llevaron donde el Beato Mariano Euse, quien, humedeciendo los dedos en su saliva, los puso sobre sus oídos retirándolos inmediatamente. La niña quedó curada.
Un largo verano amenazaba acabar con sementeras y potreros. Le rogaron al P. Mariano que hiciera una procesión de rogativa, llevando las imágenes de Nuestra Señora de Chiquinquirá y de San José. Unos forasteros se burlaban apostando a que no llovería. Antes que la procesión terminara Dios probó lo contrario: se descargó un aguacero tal que hubo que suspender la procesión y guardar las imágenes.
Murió sin esfuerzo sin señales de angustia, como dormido, semblante que aún hoy podemos admirar. Fue beatificado por San Juan Pablo II el 9 de abril de 2000 y esperamos que su canonización sea pronto.

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