Beligerante amor materno

Publicado el 01/25/2021

Ave sencilla y corriente en apariencia, el tero común evoca, a la luz de la fe, la combatividad de una madre capaz de enfrentar cualesquiera sufrimientos, luchas y peligros para defender a su amado hijo.

 

La escena era pintoresca: por un camino rectilíneo anda- ba pacatamente una pareja de pájaros, de un plumaje grisáceo y pardo, junto con su pequeño hijito. Éste iba delante, como si les estuviera indicando a sus padres la ruta a seguir.

En determinado momento, los tres se paran, quizá para recobrar las energías, y la hembra se acerca a su cría y la cubre con sus alas, a la manera de la gallina con sus polluelos. 

El macho se mantiene en una actitud de alerta, atento a todo lo que ocurre alrededor.

El curioso trío permaneció casi inmóvil durante unos minutos, lo suficiente para que quien lo observase percibiera que se trataba de una familia de Vanellus chilensis, el popular tero común o avefría —también conocido como teru teru por la onomatopeya de su estridente chillido.

Todo invitaba a analizar con más calma a este animalillo tan corriente como poco valorado, porque en general las personas sólo se dan cuenta de su existencia cuando se sienten molestas por sus persistentes graznidos… El fruto de la breve reflexión proporcionada por la singular escena se la ofrezco aquí al lector.

Al igual que todas las obras salidas de las manos del Altísimo, también este pájaro fue creado en función de un principio divino de sabiduría, y es capaz, como símbolo, de enseñarle a los hombres una verdad que muchas veces nos cuesta comprender.

Posee algo de águila, pero, por así decirlo, un poco aburguesada, pues prefiere el campo a la cima de las montañas y se adentra fácilmente en ambientes urbanos, escogiendo por hábitat sitios planos y abiertos como terrenos con césped o grama y jardines.

Por otra parte, en él se ve una cierta delicadeza como la del colibrí, sea por

la mezcla elegante de los colores de sus plumas, sea por su pico puntiagudo y rectilíneo o incluso por el penacho negro de la parte posterior de su cabeza, que le confiere una inconfundible nota de encanto y levedad.

Pero los teru teru se caracterizan sobre todo por ser enérgicos defensores de sus nidos, amenazando y en- frentando a cualquier animal o persona que se aventure a sobrepasar los lí-
mites de su territorio.

Tanto los huevos como las crías están siempre bajo la celosa guardia de la madre o del padre que, a la mínima señal de peligro, emite la chillona alarma, la cual en sí ya basta para ahuyentar a los desavisados intrusos.

Cuando se trata de auténticos depredadores, a los que sus gritos no les asustan, el tero tero los rechaza con vuelos rasantes y directos.

Como vemos, esta especie vive únicamente en función de su nido y de sus retoños. Así pues, es una excelente representación del amor materno, dispuesto a todo por su prole, ya sea numerosa, ya esté compuesta por un único hijo.

Además, esta ave posee espolones en el pliegue de sus alas que le dan un aire de agresividad, utilizados como armas de ataque y de defensa. Expresiva figura a la cual no es difícil asociar la capacidad materna de herir y destruir la jactancia enemiga: “La bendición del padre asegura la casa de sus hijos, y la maldición de la madre arranca los cimientos” (Eclo 3, 9).

Sintetizando esos aspectos, el tero tero se presenta a nuestros ojos como símbolo de la beligerancia materna, del odio de una madre, capaz de enfrentar cualesquiera sufrimientos,
luchas y peligros para impedir que su hijo sea blanco de algún ataque.

Ahora bien, sabemos que, con el pecado original, “la Creación fue sometida a la vanidad” (Rom 8, 20) y aguarda ansiosamente, gimiendo, la manifestación de los hijos de Dios. Por lo tanto,nuestras consideraciones no estarían completas sin imaginarnos cómo sería el canto del tero tero en el paraíso y cómo lo será en el Reino de María.

Tal vez antes de la caída de Adán se asemejaría a una emocionante melodía de guerra, propia a despertar en el alma de quien la oía los mejores impulsos de arrojo y heroísmo… Y cuando los efectos de la Redención alcancen la naturaleza creada con una fuerza aún mayor, hasta el punto de que las piedras se vuelvan más hermosas, los árboles más elegantes, los animales más graciosos, los hombres más santos, los ángeles más sublimes y la gracia más abundante,

¿Cuál será el papel de nuestro sencillo tero tero? Quizá su canto, vigoroso, armonioso y clarísimo, al resonar por los aires, les recuerde a los hombres los torrentes de amor que del Inmaculado Corazón de María se habrán derramado sobre el mundo, dando origen a una era de maravillas.

Simbolizará, en suma, el afecto pertinaz e inagotable
de aquella que, siendo la Madre por excelencia, es “terrible como un ejército en orden de batalla” (Cant 6, 4) en la defensa de su divino Hijo y de todos los que, por Él mismo, le fueroentregados al pie de la cruz.

Tomado de la Revista Heraldos del Evangelio nº198, p. 50-51

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