Belleza y practicidad que conducen a Dios

Publicado el 12/31/2023

El entrelazamiento de lo práctico con lo bello, tan característico de la  obra de Dios, no está presente en el arte moderno. El alma católica, sin embargo, supo unir esas dos prerrogativas incluso hasta en la arquitectura, y, sin dejar de servir al cuerpo, procuró sobre todo encantar el alma y elevarla a Dios.

Plinio Corrêa de Oliveira

Al depararnos con un conjunto residencial moderno, podríamos imaginar que es una fábrica grande o una cárcel, en fin, cualquier cosa enorme, situada en Oslo, São Paulo o en otro lugar. Ahora bien, ¿tal construcción tiene alguna belleza? ¿Ella nos eleva?

El espíritu de la Revolución y la prevalencia de la materia

Oslo, Noruega

Absolutamente no. Solamente vemos una serie de cuadrados, con unas ventanitas pequeñas la manera de alveolos, donde habitan unas “abejas” humanas. Cada hombrecito, cada familia, ocupa uno, dos o tres huequitos de esos y se pierde en esa inmensidad. El cuerpo tal vez esté bien servido allí, pero el alma humana queda oprimida. Es el espíritu moderno, el espíritu de la Revolución, donde prevalece la materia. Allí, el alma humana no se prepara para ir al Cielo, porque en el Paraíso Celestial no hay nada parecido con esa fealdad ni con esa monotonía. Es la idolatría de los cuadraditos, puestos unos sobre otros.

En determinados edificios no se habita, se trabaja. Si hay cocina, hasta sería habitable, pues me imagino que un cuadrado de esos da para cualquier cosa. Yo no entiendo de ese tipo de ingeniería ni quiero entenderla. Entre ella y yo hay una incompatibilidad completa, radical.

Un observador dirá: “Dr. Plinio, ¿no es bonito el Sol que se refleja por las ventanas?”

Yo diría: “El arquitecto no hizo el Sol, pero si las ventanas, y estas, ¿quién osará encontrarlas bonitas? Basta abrir una para que quede un hueco. Es un conjunto de vidrios y de huecos, cuyo interior está lleno de gente trabajando hasta reventar. Todo eso es muy práctico para el cuerpo, pero para el alma, cero.”

Alguien podría objetar: “Pero, Dr. Plinio, no son cuadrados de tamaños iguales. ¿No hay un poco de armonía dentro de eso?” Yo no sé si el ingeniero pensó en eso. Me estoy esforzando para ser ecuánime, pero no encuentro una respuesta positiva.

Ahora bien, ¿por qué ese techo está inclinado? “¿Es para que se escurra la lluvia? Entonces, ¿por qué ese otro es plano? ¿Para que la lluvia no se escurra? Son misterios que no llego a entender.

En todo caso, para que nos divirtamos un poco, aquí hay otro conjunto residencial o de escritorios, con ventanitas, huecos y cuadrados. Miren ese techo. Alguien dirá: “¡Maravilloso! Ud. Tiene que reconocer que esas rayas de luz son bonitas.”

Yo digo: “Es verdad. La luz es bonita hasta sobre una superficie moderna, pues no le fue dado al hombre hacer que la luz sea fea. La fealdad es de las tinieblas.”

¿Qué son esos bastones gigantes? ¿Son proyectos de muletas para lisiados inmensos? No, son conjuntos residenciales. Aplicando la vista podemos percibir los cuadraditos.

El movimiento ondulado de esa rampa, ¿es bonito? Un poquito sí, lo es. Entró un poco de belleza en eso. No obstante, piensen en lo artificial de todo eso. Por cierto, no es posible que la sensación fría de la artificialidad metálica escape a la atención.

Hostilidad entre el arte moderno y la belleza

Ópera de Oslo

Hay una gran hostilidad contra la belleza en el arte y arquitectura modernos.

Viendo determinados edificios tenemos la sensación de interrupción arbitraria y estúpida, dándonos la impresión de un queso enorme cortado, con algunas tajadas tiradas, quedando otras. ¿Cuál es la razón de esas interrupciones repentinas, sin ninguna moldurita que las anuncie o justifique? ¿Eso es bonito? Alguien dirá: “Es práctico.”

Eso es dudoso. Sin embargo, en el arte moderno, lo que es bonito no es práctico; y lo que es práctico no es bonito. El entrelazamiento de lo práctico con lo bonito, tan característico de la obra de Dios, no está presente.

Embotellamiento de tránsito en Bogotá. Colombia

Analicemos un embotellamiento de tránsito. En las metrópolis, las grandes arterias rectilíneas, hechas para dar desahogar millares y millares de automóviles por hora; pero, cuando se da un pequeño choque, tal vez entre dos motociclistas, es necesario esperar que llegue la policía, y por ser una gran avenida, cuando para el tránsito, se paraliza una enorme cantidad de vehículos. Es el urbanismo moderno, muy bien pensado para que las cosas funcionen bien, pero no planeado para la hipótesis de que funcionen mal. Bocinas, enervamiento, gente atrasada; cuando por fin los automóviles pueden circular, se chocan unos con los otros por el nerviosismo, y hay nuevos choques aún.

El espíritu de la Iglesia une lo práctico a lo bello

En contraste tenemos la abadía de Vézelay, en Francia, actualmente conocida como Basílica de Santa María Magdalena. ¡Cómo es diferente! Dense cuenta de cómo la puerta es muy práctica, pues es bastante grande para facilitar la entrada y salida de multitudes. También es alta, de manera que no choque nada en ella. Por otro lado, la columna central divide un poco la multitud y evita, ya de inicio, que camine en una sola dirección. ¡Hay en eso un lindo simbolismo! La forma de las puertas medievales simbolizaba Nuestro Señor Jesucristo que vino a dividir los caminos del hombre en dos: el de la derecha, el del amor de Dios, y el de la izquierda, el de la perdición.

En el pórtico podemos contemplar un bello trabajo en piedra representando un hecho de la Historia Sagrada, o de la Historia de la Iglesia, o de algún santo; ilustra y enseña la religión a los que van a entrar. La columna central de la puerta principal de la Basílica, que soporta todo ese peso con profunda nobleza, cuán diferente es de las columnas achatadas existentes hoy en día. ¡Cuánta armonía y distinción!

A continuación, tenemos la espléndida Catedral de Reims, donde eran coronados los reyes de Francia antes de la Revolución Francesa. Yo no voy a elogiar lo evidente, pero vean la magnífica armonía y belleza de esa espléndida nieta de Dios. El gótico está considerado el estilo más práctico que hubo en la Historia. No hay nada, en un edificio medieval, que no tenga una razón de ser práctica, inclusive se podría hacer un estudio comprobando eso. En él, sin embargo, todo es bonito.

En la fachada de la propia Catedral de Reims observamos los rosetones. Parecería que el edificio fue construido para dar belleza a esos grandes vitrales, pero no es verdad. Los rosetones existen para facilitar la entrada de luz dentro del templo. Sin embargo, no es la luz clara de todos los días, sino un poco filtrada, invitando a la contemplación y creando un ambiente místico de recogimiento.

Los medievales aprovecharon los vitrales para representar escenas de la Historia de la Iglesia del Antiguo o del Nuevo Testamento, para enseñar a los pueblos, constituyendo así mil símbolos de la Doctrina Católica. Por lo tanto, el rosetón es funcional, pues a través de él entra la luz al edificio, ¿pero qué luz, qué enseñanza, qué flores de belleza! Esas iglesias eran llamadas “Biblias de los analfabetos”. Ahora bien, ¿qué forma más el alma humana: la cartilla o el vitral?

Por cierto, es necesario decir lo siguiente: la Edad Media fue la época en que más se trabajó —con relación a todas las épocas anteriores— para la alfabetización del hombre. De tal manera que cuando la Edad Media terminó, se dio el aparecimiento de la imprenta. ¿Cómo podría la imprenta tener tan gran importancia si nadie supiese leer y escribir?

De estas consideraciones podemos sacar una enseñanza magnífica y fastuosa. El espíritu de la Iglesia es el mismo espíritu de Dios que sabe unir lo práctico a lo bello; de donde el objetivo de lo práctico es servir al cuerpo y no perjudicar el alma; y el objetivo de lo bello es encantar el alma y elevarla hasta Dios. Así, viendo un objeto, utilizamos lo práctico casi sin pensar en él y admiramos lo bello como si solo este existiese.

Construcciones que satisfacen el cuerpo y elevan el alma

Hay una diversidad inimaginable de vitrales, algunos representando reyes santos, y otros Nuestra Señora y el Niño Jesús. Contemplen la variedad de formas y de colores, ¡qué esplendor de luces! Cada fragmento de vitral es una verdadera piedra preciosa, y si cada parte es de tal manera bonita, el conjunto es tanto más bello que el alma no tiene muchas ganas de pormenorizar. La Biblia cuenta que después de haber creado el universo, Dios descansó y, contemplando su obra, vio como cada cosa era buena, pero el conjunto era óptimo (cf. Gn 1, 31).

Así, en el conjunto de vitrales, ¡qué joya y esplendor! Función práctica: iluminación. Función espiritual: presentar la belleza, pero en ella, la Suma Verdad, la Revelación traída por el Espíritu Santo y Nuestro Señor Jesucristo a la Tierra.

Comparen los edificios de cuadraditos y ese techo gótico. Son dos mundos, dos concepciones. ¿Qué prepara más el alma para el Cielo?

La magnífica Catedral de Orvieto, por ejemplo, tiene algo de especial, pues es indeleblemente colorida del lado de afuera. Ostenta espléndidos mosaicos refractarios a la acción de la luz y del tiempo. Además, su perfecto estado nos hace pensar que fue construida ayer. No obstante, es, sin duda, una Catedral medieval que arrostra los siglos, no con aquella vejez magnífica y venerable de las antiguas catedrales de granito, sino con la durabilidad que habla de lo eterno.

En el punto más alto de la fachada hay un mosaico representando a Nuestro Señor Jesucristo coronando a Nuestra Señora. ¿Cuál es la pintura, de colores tan frescos, que sea tan magnífica representando ese esplendor y esa lozanía de alma? En esa catedral todo apunta al cielo, hasta los triángulos y las flechas. Edificios como ese parecen elevarse al cielo y nos llevan para allá.

Almas insaciables de dar gloria a Dios

Castillo de Neuschwanstein en el estado alemán de Baviera, cerca a la frontera con Austria

Analicemos ahora un castillo, casi de cuento de hadas: Neuschwanstein. Fue edificado sobre un monte, a pedido del Rey Luis II de Baviera, en el siglo XIX. ¡La nobleza de esos torreoncitos; cuánta distinción, belleza y altanería! Como eso es diferente de aquellos mil alveolos que parecen transformar sus habitantes en abejas humanas. Al contrario, este noble castillo hace de él un guerrero, y, a su vez, la catedral hace del hombre un santo.

Observen la belleza del tejado. ¡Se diría que está revestido de piedras preciosas! ¡Cómo eso invita a vivir en uno de esos lugares! A la mañana abrir la ventana y contemplar uno de los tejados laterales brillando al sol. Mirar hacia abajo y depararse con una de las rampas, con agua escurriendo después de una lluvia a cántaros y goteando agradablemente de la gárgola. ¡Cuánta belleza, nobleza y armonía! No obstante, eso es práctico: ese declive tiene la finalidad de impedir la acumulación de nieve.

Ya en la ciudad de Ruan, donde Santa Juana de Arco fue quemada por los ingleses, tenemos una imponente catedral que parece más un enorme élan hacia el cielo. La torre se va adelgazando a medida que se eleva, casi transformándose en firmamento; no se sabe bien si su pináculo es más aire que tierra, o más luz que piedra. ¡Así, ese bello monumento invita al alma a subir!

En el prefacio de la historia de Santa Isabel de Hungría, Charles de Montalambert narra que un mahometano, preso por los cruzados, recibió permiso para viajar por Europa y, conociendo las catedrales, preguntó quién las construía. Le mostraron entonces, al hermano lego de un convento:

Es uno de los hombres que construyen esos monumentos.

Sorprendido, indagó:

¿Cómo pueden hombres tan humildes construir edificios tan altivos?

Así es el alma católica: humilde con relación a sí misma, pero insaciable para dar gloria a Dios. En la Catedral de Ruan está la gloria de Dios cantada por una flecha que va más alto que todos los edificios de la Tierra. Esa es la Iglesia Católica encima de la sociedad temporal. La Santa Iglesia está por encima de todo.

Ambientes que conducen a Dios

Cataratas del Rin, entre las poblaciones de Neuhausen am Rheinfall y Laufen-Uhwiesen, Suiza

En otra foto vemos aquello que San Francisco de Asís llamaba la “hermana agua” cayendo y corriendo, luminosa y turbulentamente, en medio de las piedras, por cierto, haciendo aquel ruido más parecido a un cántico. Próximos a la orilla hay algunas moradas plebeyas. Noten la sensación de solidez de los edificios y como dan la impresión de proteger contra las intemperies. Dentro de esas casas, las personas se sienten en la intimidad, a leguas de la calle, apartados de los otros, con la posibilidad de estar a solas, en lo acogedor de la familia o en una soledad completa a los ojos de Dios.

Es un ambiente agradable, a la manera europea, pues cuando llega el verano el jardín se llena de geranios rojos y, del lado de adentro, una persona calmada lee un libro, o una señora hace crochet o tricot en cuanto conversa con el pequeño nieto sentado en el suelo. Es la vida tranquila y llena de paz de otrora, más operosa que la de las multitudes codeándose en los autobuses. Ciudades pequeñas, donde las personas van a pie por todas partes, donde nadie tiene prisa, nadie corre, todo el mundo vive y respira en paz. En ciudades como esas se formaron los pueblos europeos, saludables, que engendraron la mayor civilización de todos los tiempos.

Cómo sería agradable, por ejemplo, en el atardecer de un día fresco, permanecer en una terracita rezando o leyendo, o hasta hacer una gran cosa cuando la persona tiene el alma llena de altos pensamientos y de verdadera fe: no hacer nada. Con todo, no significa divagar o hacer el papel de bobo, sino dejar hablar a la memoria y a los recuerdos, ir pensando al sabor del tiempo y de las asociaciones de imágenes. Es sumergirse en la contemplación.

Fue conversando agradablemente desde una ventana que San Agustín y Santa Mónica tuvieron el famoso éxtasis de Ostia. ¿Quién podría tener un éxtasis dentro de un rascacielos contemporáneo? Dios puede todo, inclusive llevar a alguien a entrar en estado místico en el interior de un edificio moderno, pero es necesario decir que un tal lugar no propicia un éxtasis.

Maravilla del espíritu católico

La torre de Belén, localizada en la orilla del Río Tejo, que baña a Lisboa, es una fortificación compuesta de un material tal albo que en las noches de luna parece hecha de luna. En su parte inferior se encuentran los orificios para los cañones. Bajo cierto punto de vista, la torre, tan leve con sus almenas y torreones, parece un juguetito; pero tan majestuosa y fuerte que da la impresión de una verdadera fortaleza.

Los antiguos tenían horror de las fachadas insípidas, de lo plano sin arte. En la superficie principal está la terraza donde podemos imaginar al rey viendo partir las naves, por ejemplo, de la flota de Pedro Álvares Cabral, con la imagen de Nuestra Señora, la cual hoy se venera en la iglesia de los Jerónimos, y es llamada Nuestra Señora de Brasil.

Imaginemos ahí una serie de pendones y de tapicerías riquísimas; el rey con la reina y su corte, despidiéndose de los navíos que partían para descubrir nuevas tierras y traer nuevos pueblos para la Iglesia Católica Apostólica Romana, llevando en los mástiles la Cruz de Cristo. ¡Es un escenario magnífico! Tan bonito que parece haber sido construido sólo para esa escena épica.

Allí encontramos la belleza conjugada a lo práctico. El mirador es estupendo, y sin duda, muy funcional. Fue una fortaleza tan buena que, para las condiciones del tiempo, metía miedo en cualquier atrevido deseoso de entrar en el Tejo. Noble y distinguida, la Torre de Belén es una verdadera maravilla del espíritu católico que formó esa civilización.

¡Cuánto respeto hacia la criatura humana hay en una construcción como esa! ¡El hombre se siente enteramente atendido, protegido, defendido y conducido hasta Dios! 

 

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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